patido de butacas

Y Godot todavía no ha llegado

La Sala Beckett programa un ciclo en honor del dramaturgo que prestó el nombre al teatro, en el que destaca el diamante más puro de la producción beckettiana: 'Esperant Godot'

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Olga Merino

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Pasa la vida como un torpedo atómico. Resulta que la Sala Beckett, cantera escénica de buen mármol, viene celebrando 30 años de historia, después de su apertura, en noviembre de 1989, como sede de la compañía Teatro Fronterizo, de la mano del multipremiado autor valenciano José Sanchis Sinisterra. Y no solo eso; en un curioso retruécano, se cumplen también tres décadas de la muerte del dramaturgo irlandés que prestó el nombre a la sala, el premio Nobel Samuel Beckett, fallecido en París en vísperas navideñas, el 22 de diciembre de ese mismo año. Para festejarlo como la ocasión merece, el teatro ha programado un ciclo en su honor, en el que destaca el diamante más puro de la producción beckettiana: 'Esperant Godot'. Una obra de brillo mineral.

En la recta final hacia el estreno, el próximo miércoles, 27 de noviembre, a las ocho de la noche, el director de la obra, Ferran Utzet, y su traductor al catalán, el poeta Josep Pedrals, acceden a tomarse un café en la Sala Beckett, en pleno Poblenou, en la esquina de Pere IV con Batista, adonde el obrador teatral tuvo que trasladarse desde Gràcia, hace tres años, después de un litigio con Núñez y Navarro, el rey de los chaflanes. Un café muy mañanero –¡a las nueve!, ¿dónde se ha visto que la farándula madrugue tanto!– con el fin de conversar sobre una obra y un autor imprescindibles.

Escrita a finales de los años 40

Para el actual responsable del espacio, Toni Casares, Beckett es el último de los clásicos y el autor donde comienza el teatro contemporáneo. Utzet, el director de la pieza, establece un paralelismo muy gráfico entre 'Esperando a Godot' y el disco blanco de los Beatles para comprender su alcance: si toda la música contemporánea bebe de esa fuente primaria del cuarteto de Liverpool, otro tanto sucede con la tragicomedia del irlandés, donde están apuntadas buena parte de las tendencias que ha explorado la dramaturgia posterior.

Utzet, el director de la pieza, hace un paralelismo entre la obra y el disco blanco de los Beatles como fuente primaria

Escrita a finales de los años 40, impregnada de la desorientación tras la segunda guerra mundial, 'Esperando a Godot' arranca con dos individuos, medio clowns, medio vagabundos, una atribulada pareja a lo Don Quijote y Sancho que espera junto a un árbol en mitad de un descampado. El filosófico Vladimiro, el de la duda sistemática, y su compañero, el estragado Estragón, aguardan la llegada de un ser misterioso llamado Godot, una deformación grotesca del inglés 'God' (Dios); o sea, diosote. En la espera encharcada se aburren como ostrones y se enzarzan en diálogos absurdos, no exentos de un sentido del humor crudo y cáustico. De vez en cuando, los visitan Pozzo y Lucky, un señor y su esclavo, un binomio que para Hegel representaba el modo básico de cualquier relación humana (o la libertad o la supervivencia).

¿Quién es el tal Godot que nunca llega?

No sucede mucho más sobre el escenario, sin que los personajes tengan demasiado claro quién es el tal Godot que nunca llega. ¿Acaso el Dios de barba blanca? ¿La muerte liberadora? ¿La felicidad, que habrá de salvar al hombre de sus desdichas? ¿Tal vez la tan pregonada libertad? Huy, huy, huy… Pedrals, el traductor, asegura que el texto sorprende por su contemporaneidad. En las postrimerías del franquismo, por cierto, el anhelo agotador de Godot solía interpretarse como la esperada muerte de Franco, que nunca llegaba. Los críticos falangistas pusieron la obra a caldo: «basura» con expresiones «fecales».

Aunque Beckett nació el Viernes Santo de 1906, que para más inri cayó en un viernes 13, un capricho del azar que el autor vinculaba a su interés por el sufrimiento, la muerte y a su escaso talento para la felicidad, el texto es ágil, muy picado, juguetón y travieso. A destacar en esta versión el inteligente trabajo de los actores: Vladimiro (Pol López), Estragón (Nao Albet), Pozzo (Aitor Galisteo-Rocher) y Lucky (Blai Juanet). La espera, una metáfora muy válida para tiempos difíciles.

Nueva traducción al catalán

La Sala Beckett no había programado hasta la fecha la obra más emblemática de su padrino, 'Esperando a Godot'. Pues bien, para la celebración del doble aniversario se ha encargado al poeta Josep Pedrals una nueva versión del clásico que en su momento tradujo Joan Oliver, sin intención de menospreciarla. Si Beckett escribió la obra originalmente en francés –'En attendant Godot' se estrenó en París en enero de 1953– y él mismo la volcó al inglés, Pedrals se ha empleado a fondo estudiando las dos versiones para extraer lo mejor de ambas y llegar a un catalán más actual. De entrada, se ha caído el 'tot' del título. 'Esperant Godot' a secas.