MUDANZA DE UN ESPACIO TEATRAL EMBLEMÁTICO

La Beckett se despide de Gràcia

La sala fundada en 1989, gran referente de la dramaturgia catalana contemporánea, repasa su historia con un ciclo de lecturas dramatizadas de 28 títulos emblemáticos antes de trasladarse al Poblenou

TONI CASARES DIRECTOR DE LA SALA BECKETT

TONI CASARES DIRECTOR DE LA SALA BECKETT / periodico

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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"Los fantasmas es lo que más temo perder con el traslado". Lo dice Toni Casares, director de la Sala Beckett desde 1997, cuando tomó el relevo del fundador, el dramaturgo y director teatral José Sanchis Sinisterra. El histórico teatro de Gràcia, gran cantera de la dramaturgia catalana contemporánea, baja la persiana y se muda, al cabo de 27 años, al Poblenou, donde celebrará en noviembre la inauguración oficial de un espacio catalogado como fábrica de creación

No debe de ser baladí la presencia de espectros entre bastidores, pues hasta Julio Manrique se inspiró en el de Margarita Xirgu, que dicen merodea por el Romea, para su montaje 'Llum de guàrdia'. Casares es optimista. "Nos llevaremos todos los fantasmas a la nueva sede". Y es más, pretende que convivan con los viejos inquilinos, los fantasmas de la rehabilitada Cooperativa Pau i Justícia. "Pedimos a los arquitectos [Ricard Flores y Eva Prats] que respetaran el aire antiguo para no ahuyentarlos", cuenta. De momento, la sede de Gràcia ha convocado a los de su pasado rescatando 28 títulos emblemáticos en un ciclo de lecturas dramatizadas (hasta el 20 de abril).

EL TEATRO FRONTERIZO

Todo empezó en octubre de 1989. Y hay que agradecérselo, rememora Sanchis Sinisterra, al empuje y valentía de la escena colombiana. "Yo pasaba temporadas en Latinoamérica, sobre todo en Colombia, y en lugares como Medellín, con el narcotráfico y una vida mucho más precaria y dura que en Barcelona, se atrevían a abrir más teatros que aquí. Fue un gran estímulo". Con su socio, Luis Miguel Climent, buscó una sede para El Teatro Fronterizo, colectivo con el que experimentaba nuevos caminos escénicos. Encontró un local en Alegre de Dalt, 55, a un paso de la sala KGB, también alternativa, con la que compartió número de calle y nocturnidad ociosa y cultural.

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Sinisterra, que antes había sido leal a Brecht, bautizó el espacio con el nombre de Samuel Beckett, ilustre ejemplo de su línea de investigación, centrada en el texto. "Gracias a Rosa Novell, que me pidió que la dirigiera en 'Oh, els bons dies', leí toda su obra y quedé deslumbrado. Lo que yo estaba explorando ya lo había descubierto él: la búsqueda de lo esencial. Una línea de austeridad contrapuesta a la corriente de máxima espectacularidad que fluía por Europa. Me fascinó también su compromiso ético y político". Le pidieron permiso y el dramaturgo irlandés se lo concedió encantado en una carta que guarda Casares enmarcada como oro en paño. Beckett falleció meses después y no pudo visitar 'su' sala, pero sí lo hizo, y tres veces, el también Premio Nobel Harold Pinter, a quien Sinisterra dedicó un gran ciclo, 'La tardor Pinter'. "Se quedó alucinado de nuestro interés por él", recuerda.

RENOVACIÓN Y TALLERES DE ESCRITURA

La renovación que supuso El Teatro Fronterizo incluía la adaptación de textos narrativos. "Mi trabajo ha sido la literatura y el teatro, y a partir de mi gran vocación por la escritura replanteamos la dramaturgia", apunta el autor de '¡Ay, Carmela!'. A la producción y exhibición en la Beckett, Sinisterra sumó su perfil docente. Impartía talleres de escritura, el germen de lo que en el 2002 Casares convirtió en L’Obrador, una escuela de dramaturgia que alcanzó dimensión internacional. "Algunos autores de renombre me dijeron que era idiota porque con esas clases me estaba creando competidores. Yo les decía que era mejor para todos", recuerda el fundador, que, afincado en Madrid, está reviviendo en la capital la aventura de la Beckett (busca una sala para El Nuevo Teatro Fronterizo, que desde hace un lustro se ubica en un pequeño local en Lavapiés, La Corsetería).

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Sanchis Sinisterra no se olvida de lo "afortunados" que fueron. "Desde el principio, las tres administraciones nos apoyaron. Podíamos apostar en lo que creíamos, arriesgar sin depender de la taquilla", valora. Para Casares, el "gran truco de la marca Beckett ha sido la confianza". "Hemos permitido a los autores equivocarse, estrenar sin presiones para que cogieran confianza". Así fueron saliendo de la chistera las figuras de la nueva dramaturgia catalana. Sergi Belbel, Lluïsa Cunillé, Josep Pere Peiró, Manel Dueso, David Plana, Carles Batlle, Mercè Sarrias, Enric Nolla, Pau Miró, Victoria Szpunberg, Marc Rosich, Marta Buchaca, Josep Maria Miró...

"Desde los años 90 se ha producido una revitalización histórica de la escritura teatral en Catalunya. Nunca había habido tantos dramaturgos", afirma Casares, que dedicó toda la temporada del 2007 a autores forjados en la casa y estrechó el vínculo entre L’Obrador y la programación del teatro. Marc Rosich, presente cada año en la cartelera, ratifica la importancia de la sala. "Todas las nuevas generaciones de dramaturgos de Catalunya hemos pasado de una manera u otra por la Beckett, uno de los impulsores indudables de la eclosión". Él descubrió en uno de sus cursos que lo que le "bullía dentro" era ser dramaturgo. A Victoria Szpunberg las dos pasiones de su vida le llevaron curiosamente al mismo número 55 de Alegre de Dalt. "De adolescente me formé como bailarina en la Escuela Área, y años después, volví a un piso diferente a dar cursos y estrenar algunas de mis obras".

Y APARECIÓ NÚÑEZ

El proceso del traslado a Poblenou empezó en el 2006 y tuvo como protagonista inesperado al grupo inmobiliario Núñez y Navarro, que compró el edificio y mandó un burofax comunicando a la Beckett las nuevas condiciones de alquiler. "En el contrato de 1989 ponía 'indefinido' y ganamos el primer litigio, pero recurrieron y al final fallaron a su favor", resume Casares. Josp Lluís Núñez pisó la sala solo una vez "para ver su compra". Fue una aparición reveladora. "Oriol Broggi estaba ensayando 'Magnus' con Hermann Bonnín. Trataba de un mafioso. ¡Se invocó al personaje!". Nunca pisó la platea.

Casares aprovechó la patada para "hacer de la necesidad virtud y crecer". Lo hará a lo grande. En Poblenou tendrá 3.000 metros cuadrados: dos teatros, sala de ensayo, bar... "L’Obrador será lo que más crezca. Queremos ofrecer a los creadores unas condiciones más dignas". Dice que serán "muy bien recibidos" en el nuevo barrio y que contribuirán a dinamizarlo. "Los vecinos nos esperan con la alfombra roja".