Entender más

Irán, el gigante atrapado

Últimas noticias del conflicto en Oriente Próximo, en directo

Isfahán, la ciudad atacada por Israel

EEUU se desvincula del ataque de Israel a Irán

Irán neutraliza varios drones tras sufrir un ataque limitado

Misil iraní mostrado durante el desfile con motivo del Día del Ejército en Teherán en plena escalada de enfrentamiento con Israel.

Misil iraní mostrado durante el desfile con motivo del Día del Ejército en Teherán en plena escalada de enfrentamiento con Israel. / ABEDIN TAHERKENAREH / AP

Georgina Higueras

Georgina Higueras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Acosado por la represión interna de una juventud que cada día les tolera menos, el régimen de los ayatolás se ha visto forzado a plantar cara a Israel para evitar que la respuesta de sus aliados a la sangrienta provocación de Binyamin Netanyahu incendiase toda la región. El anuncio de Irán de cambiar su estrategia a una “nueva ecuación”, consistente en que sea Teherán el que responda directamente a los ataques del “pequeño satán”, revela la voluntad iraní de cosechar el apoyo ganado por su respaldo a la causa palestina y la necesidad de evitar que las milicias que ha creado, alimentado y armado –desde Hamás a los hutís, pasando por Hizbulá, las Brigadas Badr de Irak y otras— desplieguen su propia agenda, en la que la “paciencia estratégica” de los ayatolás no tiene cabida.

La guerra de Gaza ha elevado la imagen de Irán como un actor clave y pragmático en la región más volátil del mundo. El régimen es consciente de que sus capacidades son limitadas y de que no tiene ninguna posibilidad de ganar una guerra contra EEUU o Israel, que no dudaría en utilizar su arsenal atómico si viera en peligro su existencia. De ahí que su gran empeño en este medio año largo de guerra ha sido contener a sus milicias y mantenerlas unidas.

Conforme pasan los meses y aumenta el reguero de muertos por la agresión israelí --Gaza (33.500), Cisjordania (460), Líbano (350), Siria (250)--, la gestión de las milicias se ha hecho más difícil. Todas ellas y sus poblaciones sufren con mucha más virulencia que Irán los embates del Ejército israelí y están cansadas de que Teherán tire de la cuerda para contenerlas y no actúe contra un enemigo común que lleva cada vez más lejos su odio y su prepotencia, reforzado por el doble rasero occidental, que sanciona a Irán, mientras tolera el genocidio en Gaza.

El ataque al consulado en Damasco

El ataque del 1 de abril al consulado iraní en Damasco, en el que murieron 11 ciudadanos iranís, entre ellos siete miembros de la Guardia Revolucionaria, incluido el general Mohamed Reza Zahedi, fue una provocación que exigía una respuesta del régimen para que tanto dentro como fuera del país no le menospreciaran por su debilidad. Pero los ayatolás la midieron cuidadosamente. Tres días antes de lanzar una lluvia de drones y misiles contra el Estado judío informaron con detalle de sus planes a Turquía, Jordania, Irak y otros países, lo que facilitó la coordinación de Francia, Reino Unido, Jordania y EEUU con Israel para destruir casi todos los artefactos antes de que alcanzaran sus objetivos y así evitar víctimas mortales.

El líder supremo, Alí Jamenei, que llegó al poder en 1989, tras la devastadora guerra de Irán-Irak, es el artífice de la política de “paciencia estratégica” para enfrentar al enemigo. El sucesor de Jomeini obtiene su legitimidad en el apoyo a la causa palestina, que forma parte de la visión del fundador de la República Islámica, de respaldar a los oprimidos del mundo musulmán y formar grupos de resistencia contra los opresores --Israel y EEUU--. Sin esa visión, el régimen no tiene consistencia. Se desintegraría dando paso a un panorama político de incertidumbre y caos en el que diversas fuerzas tratarían de imponerse.

Jamenei, de 85 años, sigue tomando la última decisión en las cuestiones más importantes, pero en estos momentos de inestabilidad tanto interior como exterior, no ha querido manifestar sus preferencias sobre quien podría sucederle. El que se haga cargo de las riendas de la República Islámica marcará su propio ritmo. El malestar por el castigo impuesto por EEUU desde hace décadas acelera la deriva autoritaria del régimen, como ha mostrado el resultado de las elecciones legislativas del pasado marzo, y todo apunta a que el nuevo líder supremo será de una línea aún más conservadora, por lo que muy posiblemente apostará por la nuclearización del país y por reforzar la resistencia del Estado y el apoyo a los actores regionales.

De guerra soterrada a abierta

Hace décadas también que Israel lucha contra esta incertidumbre. Según la web The Iran Primer, creada en 2010 por el USIP (Instituto de EEUU para la Paz) y el Centro Woodrow Wilson, entre 2010 y 2023, al menos 24 atentados cometidos contra ciudadanos e instituciones iranís son atribuibles a Israel, entre los que se incluyen asesinatos de científicos nucleares y diversas personalidades, destrucción de instalaciones sensibles y penetración del avanzadísimo virus informático Stuxnet en las mil centrifugadoras del programa nuclear iraní con la orden de que se autodestruyeran. No se descarta que los halcones israelís buscasen en el ataque al consulado en Damaso convertir en abierta la guerra soterrada que mantienen contra los ayatolás. Joe Biden, como ya hizo Barack Obama, les ha asegurado que Estados Unidos no entrará en la contienda.

Con sus 150.000 cohetes y misiles apuntando a Israel, Hizbulá es, sin duda, la mayor arma estratégica de Irán contra Israel. La Guardia Revolucionaria iraní comenzó a preparar a sus milicianos antes de que oficialmente se fundara, en 1985, el Partido de Dios. Su formación es tanto militar y armamentística como ideológica y religiosa, centrada en la cultura de la resistencia y en la lealtad a la visión jomeinista de la defensa de los musulmanes oprimidos.

Un Estado dentro del Estado libanés, Irán contiene la furia de este ejército de 50.000 hombres, también asentados en Siria, porque es la gran baza de su estrategia en Oriente Próximo, lista para emplearse cuando las circunstancias lo requieran, es decir, si Israel ataca las instalaciones nucleares iranís o si desata un ataque masivo. Mientras, Hizbulá se conforma con lanzar cohetes que han forzado la evacuación de unos 90.000 habitantes del norte de Israel y resiste con dolor la pérdida en estos meses de más de 300 militantes, incluidos algunos altos mandos, por bombardeos israelís.

Desde Líbano a Yemen, las dinámicas sociales, económicas y políticas son muy complejas y afectan enormemente a la realidad de las milicias en el escenario de rivalidades de Oriente Próximo. La grave crisis económica y social que padece Irán no facilita ni los recursos que debe dedicarles, ni la justificación ante los iranís del desvío de fondos a esos aliados cuando Teherán no puede cubrir las necesidades mínimas de la población.

La normalización con Arabia Saudí

La economía fue precisamente lo que llevó a Irán y Arabia Saudí a aceptar la mediación de China para poner a un lado sus más de siete años de hostilidades y restablecer sus relaciones diplomáticas en abril de 2023. La guerra de Yemen, en la que Riad apoyaba a los separatistas del sur junto con las fuerzas del depuesto presidente Al Hadi, y Teherán a los hutís y las fuerzas leales al expresidente Salé, dañó las arcas de ambos patronos. Si Irán necesitaba con urgencia liberarse de ese cargo, Arabia Saudí quería concentrarse en su ambiciosa visión 2030, con la que pretende reducir su dependencia del petróleo y realizar grandes inversiones en educación, sanidad, infraestructuras y turismo. El acuerdo diplomático abre las puertas del corazón suní al cerebro de la minoría chií.

Con 88 millones de habitantes, la República Islámica se encuentra asfixiada por la campaña de “máxima presión” en su contra, emprendida por el presidente Donald Trump en 2018 al salirse del acuerdo nuclear. Denominado oficialmente Plan de Acción Integral Conjunto, el EEUU de Obama y los demás miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, junto con Alemania y la Unión Europea, emplearon años de negociaciones para sellar un documento por el que Teherán se comprometía a reducir sus reservas de uranio enriquecido y sus centrifugadoras de gas a cambio de que se levantasen todas las sanciones económicas que pesaban sobre el régimen.

La satisfacción de los firmantes duró poco.  Trump, alentado por Netanyahu, dio carpetazo al acuerdo y no solo impuso a Irán un embargo del petróleo, sino que decretó sanciones extraterritoriales que prohíben comerciar con Teherán tanto a las empresas estadounidenses como a las de cualquier otro país que quiera seguir teniendo acceso al mercado estadounidense. Las empresas europeas huyeron despavoridas y Bruselas no hizo nada para compensar a los ayatolás de las graves pérdidas que sufren desde entonces.

Castigo a la sociead

Las sanciones han castigado sobre todo a la sociedad iraní, provocando una inflación que ha sumido en la pobreza a millones de personas y ha disparado la desigualdad. La subida de los precios se situó en el 43% en 2021, mientras el rial se desplomaba encareciendo algunos productos importados de primera necesidad, como medicinas, hasta niveles imposibles de alcanzar para la mayoría de la población. Además, la corrupción y la mala gestión del régimen facilitaron una descomunal expansión del covid, que causó la muerte a 145.000 iranís, el porcentaje más alto de la región.

La crisis ha exacerbado las tensiones sociales. Los jóvenes, entre los que existe una tasa de desempleo en torno al 24%, contemplan con desesperación su futuro, un agujero negro constreñido por la policía moral, instrumento del régimen para ejercer su opresión. La muerte, en septiembre de 2022, de la joven kurda Mahsa Amini, tras ser arrestada por llevar mal colocado el velo, fue para muchos la constatación de la misoginia, el sexismo y el racismo sistémicos de la ideología de la República Islámica.

Cientos de miles de mujeres y hombres tomaron las calles por todo el país, no solo contra la obligación de llevar 'hiyab', sino con la esperanza de echar a los ayatolás. Las protestas fueron aplastadas después de ocasionar entre 200 y 400 muertes, según las fuentes, y miles de detenidos en el conato de rebelión más potente surgido en Irán desde la brutal represión de 2009, que acabó con el intento reformista del llamado Movimiento Verde, liderado por Hosein Musaví.

Aunque en 1999 ya hubo protestas en apoyo del reformista Mohamed Jatamí, la movilización de 2009 contra la manipulación de las elecciones presidenciales que permitió la reelección fraudulenta del nacionalista Mahmud Ahmadineyad, representó el primer gran cuestionamiento del régimen. Hubo manifestaciones masivas de todos los estamentos de la sociedad --jóvenes, profesionales, simpatizantes del clero, estudiantes y obreros--, mayoritariamente pacíficas, aunque fueron reprimidas con mucha violencia. Las redes sociales jugaron un importante papel en las concentraciones y el régimen tuvo que recurrir a bloquear internet.

Desde entonces, la tensión política y social ha permanecido latente y alimentado el cuestionamiento de la legitimidad del régimen y el rechazo al clero. Aunque la economía fue el detonante de las dos movilizaciones que estallaron durante la presidencia del moderado Rohaní, la ira de los manifestantes por la desigualdad y la injusticia social se tradujo en violencia contra la policía y consignas contra los ayatolás. La contundente represión dejó centenares de muertos y miles de detenidos.

Laicismo de los jóvenes

Los jóvenes no se sienten identificados con la doctrina del sacrificio en defensa de islam, que incluye la guerra santa. En contraposición a la teocracia del régimen han desarrollado un laicismo que aplaude la alegría de vivir. Mientras los ayatolás arremeten contra el enemigo occidental que pretende socavar el islam inculcando en los fieles la cultura del hedonismo y la negación de dios, la juventud iraní busca la alegría de vivir en la música, el baile, las fiestas y todo lo que prohíbe el clero. El desafío a unas normas que rechazan es constante.  

Además, la oleada de protestas por la muerte de Amini revela una nueva beligerancia feminista que, como defendió la Nobel de la Paz Shirín Ebadí, busca la igualdad ante la ley de hombres y mujeres en la convicción de que “no es la religión lo que ata a las mujeres, sino las imposiciones selectivas de quienes quieren que sean enclaustradas”. En su misma línea, las jóvenes que salieron a las calles y se enfrentaron a la policía moral --algunas torturadas antes de morir--, no sólo se oponían a la obligatoriedad del velo, sino que como muchas de su generación rechazaban la inferioridad que se atribuye a las mujeres en la interpretación generalizada de la ley islámica.  

China y Rusia

La condena occidental por la brutalidad con que se reprimieron las manifestaciones agravó el aislamiento internacional del régimen. Para romper el cerco, el Gobierno iraní estrechó sus lazos con China y Rusia, a la que ha suministrado drones kamikaze para la guerra en Ucrania. El restablecimiento de las relaciones con Arabia Saudí, otro actor clave en Oriente Próximo, se enmarca en la búsqueda iraní de socios para combatir la grave crisis económica que padece.

Intelectuales laicos iranís señalan que el régimen de los ayatolás perdería buena parte de su razón de ser, lo que facilitaría su desintegración, si la presión contra la guerra de Gaza termina por imponer la solución de dos Estados y establecer las bases para acabar con el conflicto israelo-palestino. Mientras tanto, la región seguirá al borde del abismo que amenaza con incendiarlo todo.

Suscríbete para seguir leyendo