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Así avanza 'The Line' la megaciudad que pretende construir Arabia Saudí / Captura de Neom

Marta López

Marta López

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Corría el mes de marzo de 1938 cuando del empeño de un ingeniero en continuar la perforación de un pozo cuyo abandono estaba decidido surgió un chorro de petróleo en la desolada región saudí de Al Hasa que iba a cambiar para siempre el destino del que hasta entonces había sido un pueblo beduino y a transformar ese inmenso país desértico y pobre que ocupa la mayor parte de la península arábiga en el segundo productor mundial de crudo y primer exportador, con una cuarta parte de las reservas mundiales bajo su subsuelo. Desde entonces y durante varias décadas, el petróleo ha sido el maná sobre el que el país ha edificado casi exclusivamente su inmensa riqueza y sobre el que ha construido sus relaciones internacionales. Hasta hoy, cuando el reino de los Saúd, gracias a los petrodólares, lleva años financiando una profunda diversificación económica e industrial para hacerse menos dependiente del crudo, en un mundo en que los combustibles fósiles están condenados a desaparecer.

Vision 2030 es el nombre que lleva este revolucionario plan de transformación de la economía lanzado en abril 2016 por el príncipe heredero Mohammed bin Salmán, que ha llegado a su ecuador y que contempla inversiones de 360.000 millones de euros para que el reino pase a ser uno de los países más cerrados del mundo a uno de los más modernos, con una economía diversificada, infraestructuras punteras, ciudades futuristas, abierto al turismo y al capital extranjero. Una modernización radical y acelerada cuyo objetivo no es únicamente garantizar la prosperidad económica cuando la era de los hidrocarburos toque a su fin.

Dimensión geopolítica

 «Se trata de una transformación integral, a nivel económico y social, que tiene una dimensión geopolítica importante en un mundo que está cambiando y en el que un país con recursos como Arabia Saudí aspira a tener un papel más relevante, proyectar su influencia», sostiene Haizam Amirah-Fernández, investigador principal del Mediterráneo y del mundo árabe del Real Instituto Elcano. «Hemos visto cambios en pocos años que eran inimaginables hasta hace poco», afirma.

Coincide también en este análisis Eduard Soler, profesor de Relaciones Internacionales de la UAB e investigador sénior asociado del CIDOB, que añade que tras esta visión estratégica está también el anhelo de recuperar terreno ante otros pequeños países vecinos del Golfo que acometieron la modernización y la diversificación económica mucho antes. «Arabia Saudí se percibe como el único estado de verdad en la península arábiga y ha visto como otros países le han pasado por delante con una estrategia de conexiones internacionales y de soft powerque ha funcionado y no quiere quedarse atrás», afirma.

 Hay también, según Soler, otra estrategia igual de importante para blanquear la imagen de un país teocrático, deficitario en derechos humanos e implacable con toda disidencia. «Pese a ser un régimen autoritario a los dirigentes saudís les preocupa como los ve su propia población y una parte de los cambios responden a esta demanda de los grupos más numerosos de esa población, mujeres y jóvenes, con la voluntad de ser popular, de lograr una legitimidad. Además, hasta hace poco tampoco parecía preocuparles la imagen que proyectaba hacia fuera pero esto se ha ido matizando y hay un esfuerzo de aparecer como un país moderno, mas reformista, abierto al turismo», afirma este analista. 

Inversión extranjera

El plan de transformación de la economía saudí pasa por privatizaciones para elevar hasta el 65% el peso del sector privado –el sector público emplea actualmente al 45% de la población- , elevar las exportaciones no petroleras desde el actual 16% hasta el 50% y que la inversión extranjera sume el 5,7% del PIB. Solo en infraestructuras están contempladas unas inversiones de 150.000 millones de las que más de la mitad se pretende que sean de capital foráneo. En ese capítulo están presentes con fuerza empresas españolas con el emblemático proyecto del AVE a La Meca, en el que participan un consorcio de 12 empresas, pero también en la construcción de tres líneas de metro en Riad a cargo de FCC y en varios proyectos hidráulicos, de depuradoras y desaladoras a cargo de Acciona.

Las autoridades saudís afirman que hay casi medio centenar de empresas extranjeras interesadas en participar en el desarrollo del megaproyecto de la zona económica especial de Neom que acogerá un puerto en el mar Rojo, la extravagante ciudad de The Line –una urbe de 170 kilómetros de largo, 200 metros de ancho por 500 metros de altura-y numerosa oferta de ocio, como una estación de esquí o un parque de atracciones en el mar. La inversión en Neom es de alrededor 500.000 millones de dólares y contará con sus propias leyes y usos y costumbres occidentales, con lo que se quiere convertir en un polo de atracción turística. El país se abrió al turismo en 2019 y aunque solo representa hoy el 3% del PIB, los ingresos aumentan cada año. El objetivo es llegar a los 150 millones de visitantes en 2030.

Las inversiones millonarias por todo el mundo y en los distintos sectores son una de las patas de esta estrategia, siendo las realizadas en el ámbito del deporte las más populares y mediáticas, y donde debe enmarcarse también la adquisición por 2.100 millones de euros del 9.9% de Telefónica por la operadora saudí STC, cuya propiedad recae en un 64% en el fondo soberano de la familia real, Public Investement Fund (PIF), con unos activos superiores a 770.000 millones de dólares, una cuarta parte de la cual son extranjeros. La operación de Telefónica ha levantado inquietudes pero no es un caso aislado de la penetración en un sector clave. A través del PIF, Arabia Saudí participa en empresas tecnológicas que son emblema de Occidente como Vodafone, Uber, Booking, Microsoft, Nintendo, Meta o Paypal.

No obstante, si bien la entrada en Telefónica podría considerarse como una operación más entre tecnológicas Amirah considera que «necesita aclaraciones y medir las consecuencias porque no parece que sea solo una acción empresarial que busque beneficio económico» . En España, el stock de inversiones saudí superaba ya los 1.000 millones de euros en 2021. Además de las más conocidas en el mundo del deporte –otro de los puntales en la nueva estrategia- como el patrocinio de la Liga española o del acuerdo el acuerdo con la Federación España de Fútbol para la celebración de la Supercopa, destacan también la del gigante de la energía eólica Alfanar o del fabricante de plásticos Sabic, cuyo principal accionista es al petrolera estatal Aramco. El grupo inversor Olayan es propietario de los emblemáticos hoteles de lujo Ritz en Madrid y Mandarin Oriental en Barcelona. .

La figura de MBS

El príncipe heredero Mohamed bin Salman, es el gran estratega e ideólogo de Vision 2030. Conocido por sus siglas como MBS, es uno de los hombres más ricos del mundo y con solo 38 años, es un «dirigente joven que quiere gobernar durante mucho tiempo y que ha tenido una visión a largo y medio plazo para garantizar la prosperidad de su reinado», destaca Soler, que como Amirah subraya que algunos de los cambios introducidos horrorizan a las élites más conservadoras del país.

Bin Salman fue señalado también por la inteligencia de EEUU como el hombre que aprobó el asesinato y descuartizamiento del periodista crítico Jamal Khashoggi en octubre del 2018 en el consulado saudí de Estambul, un crimen que parece olvidado frente al potencial económico de un reino en plena reconversión que busca un nuevo encaje en la escena internacional.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido el último dirigente occidental en estrechar su mano esta misma semana y mucho antes lo hizo el presidente estadounidense Joe Biden. Una normalización que pasa también por el ingreso en el club de los BRICS de las economías emergentes y por un acercamiento a Irán, su enemigo histórico, en un acto formalizado hace ahora un año en China. A Pekín también se ha arrimado Riad, lo mismo que Rusia, en la búsqueda de nuevas alianzas que sustituyan o acompañen al único amigo que hasta ahora había sido Estados Unidos.

Esa apertura al exterior no ha ido acompañada de cambios políticos a nivel interno. El país es una de las últimas monarquías absolutistas del mundo, que gobierna bajo la interpretación más conservadora del islam . El año pasado, detuvo y encarceló al menos a 68 personas por delitos contra la libertad de expresión, reunión y asociación, según el recuento de Amnistía Internacional. En los últimos 5 años, 556 presos fueron ejecutados, principalmente mediante decapitación.

Mujeres en público y en cargos

En cambio, los dos analistas con los que ha hablado EL PERIÓDICO coinciden en que las transformaciones sociales sí son una realidad. Se perciben sobre todo a nivel de comportamiento social y, del uso del espacio público. Se ha relajado el código de la vestimenta también para mujeres, que pueden conducir desde 2018, y son visibles trabajando en lugares públicos o se las promociona para puestos relevantes, como es el caso del nombramiento este mismo año de la princesa Haifa al Mogrin, al frente de la embajada saudí en Madrid, cinco años después de que fuera designada otra mujer para dirigir la legación diplomática en Washington.

«Todo esto tiene mucho que ver con ganarse a la población joven un país que venía de un contexto histórico muy cerrado y restrictivo, cargado de prohibiciones y a su vez en un país con una media de edad baja. Había un choque generacional y lo que intenta este hombre fuerte que es Bin Salman es dar espacios controlados donde sectores sociales importantes se sientan más identificados y cómodos para mantener la lealtad a sus proyectos», subraya Amirah. «Son gestos que responden a una voluntad de ser popular porque necesita esta popularidad en un momento de transición –el actual monarca Salman bin Abdulaziz tiene 88 años-, para desactivar cualquier intento de complot dinástico dentro de la familia», apunta Soler.

No cabe esperar, según el analista del CIDOB, cambios políticos hacia una democratización. «Al revés, todos estos procesos están pensados para consolidar el poder de la Casa Real, para que las cosas no cambien, para hacerlas sostenibles». «Son reformas que no dan más derechos políticos, ni a las mujeres ni a los hombres, sino que van en el sentido de consolidar el poder de la Casa de los Saúd y particularmente del príncipe Bin Salman», el hombre bañado en oro (negro) que busca un lugar destacado para su país en un mundo cada vez más multipolar.

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