Guerra en Oriente Próximo

La paciencia se agota para las familias de los rehenes israelíes: "Si vuelven todos en una bolsa, habrá una guerra civil"

La división regresa a Israel tras medio año de guerra en Gaza

Marcelo Garzón muestra la foto de su yerno, Dolev Yehoud, y la hermana de este, Arbel, secuestrados por Hamás el 7 de octubre

Marcelo Garzón muestra la foto de su yerno, Dolev Yehoud, y la hermana de este, Arbel, secuestrados por Hamás el 7 de octubre / RICARDO MIR DE FRANCIA

Ricardo Mir de Francia

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A medida que estos interminables seis meses iban avanzando, meses sin apenas noticias de los suyos, el movimiento para liberar a los rehenes israelíes secuestrados por Hamás el 7 de octubre ha ido colonizando nuevos espacios para aumentar la presión sobre los líderes que tienen una de las llaves de su liberación. Han acampado a una calle del ministerio de Defensa en Tel Aviv, la conocida ahora como plaza de los Rehenes, frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén, su oficina y hasta su casa particular en Cesarea. Han irrumpido a las bravas en el Parlamento y han bloqueado carreteras. Muchos están furiosos con Binyamín Netanyahu. Son conscientes de que el tiempo se agota y todo son malas noticias desde hace semanas. “Si los 133 rehenes llegan en una bolsa, habrá una guerra civil en Israel”, decía el miércoles Avi Zilverstein, uno de los supervivientes de la matanza, en la plaza de los Rehenes.

Es probable que la creciente tensión interna en el país no llegue a tanto, pero la paciencia de las familias de los rehenes y sus aliados se está agotando. “Nos sentimos abandonados y desatendidos, tanto por cómo se está tratando a los rehenes como por la poca ayuda que han recibido las familias y los supervivientes”, afirma Zilverstein. Aquel fatídico 7 de octubre vio como 15 de sus vecinos fueron asesinados en el kibutz Nahal Oz y otros siete secuestrados. De estos últimos, dos siguen en Gaza; el resto han sido liberados o han muerto durante el cautiverio. Esta misma semana la madre de una de las rehenes liberadas declaró ante un comité parlamentario que su hija recibe del Estado un estipendio mensual de 340 euros, lo mismo que reciben los prisioneros de guerra. “No son víctimas del terrorismo ni prisioneros de guerra liberados. Son personas que fueron secuestradas de sus camas en pijama”, afirmó Simona Steinbrecher en la Kneset.

Negociaciones en curso

Ahora el río vuelve a sonar. Las negociaciones en El Cairo se han intensificado. El Gobierno siente la presión y algunos ministros del gabinete de guerra han dicho que las condiciones son ahora óptimas para un nuevo intercambio. La propuesta debatida, presentada por Estados Unidos, contempla seis semanas de tregua en Gaza. En paralelo Hamás liberaría a 40 de los más de 100 rehenes que siguen en Gaza e Israel pondría en libertad a 900 presos palestinos, incluidos un centenar condenados por penas de terrorismo. Al mismo tiempo, el Estado judío permitiría el regreso al norte de la Franja – o lo que queda de ella—de 150.000 palestinos sin someterlos a registros, siempre y cuando los radicales islamistas aporten una lista con los nombres  de las mujeres, ancianos y niños que siguen vivos, según ha publicado la prensa israelí.

Porque de los 133 rehenes que se estima que siguen en Gaza, el Ejército israelí ha dicho que al menos 30 estarían muertos. Y Hamás habría comunicado, según varios medios, que está teniendo dificultades para localizar si quiera a los 40 propuestos en el intercambio.

Una mesa para simbolizar las ausencias de los secuestrados, en la Plaza de los Rehenes de Tel Aviv.

Una mesa para simbolizar las ausencias de los secuestrados, en la Plaza de los Rehenes de Tel Aviv. / RICARDO MIR DE FRANCIA

Para las familias es una constante montaña rusa emocional. Marcelo Garzón se ha acostumbrado a vivir siempre pendiente de las alertas del teléfono y las noticias. Su yerno, Dolev Yehoud, sigue en Gaza, al igual que la hermana de este, Arbel, lo que ha dejado a sus cuatro nietos sin su padre ni su tía. “Vives con una angustia impresionante que te saca el brillo de los ojos al no poder estar con los tuyos”, dice en la acampada frente a la oficina del primer ministro en Jerusalén. Nacido en Argentina hace 62 años, le cuesta mantener la sobriedad al rememorar aquel 7 de octubre “salvaje e inhumano”, que compara con el Holocausto al calcular el promedio de las víctimas diarias de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial con las que causó Hamás en un par de días. Unas 1.150.

Los traumas del 7 de octubre

Aquel día de la infamia le despertaron las sirenas al alba, seguidas por disparos y lanzacohetes. No tardó en llamar a su hija, que vivía en el kibutz Nir Oz, todavía más pegado a las fronteras de Gaza que el suyo. Se había encerrado con sus tres niños en el cuarto seguro, embarazada de 38 semanas. A diferencia de lo que hizo su marido, paramédico, que cogió el equipo de primeros auxilios y salió a las calles a tratar de ayudar a los vecinos. “A las 8.52 de la mañana le envío el último mensaje a mi hija. Le dijo que la quería y desde entonces no hemos sabido nada más de él. No se encontró su cuerpo en el kibutz ni tampoco ninguna prueba forense, lo que significa que los terroristas se lo llevaron vivo a Gaza”, asegura.

Su hija está ahora a salvo en Eilat, pero de su marido todo son conjeturas, mientras el trauma sobrevuela toda la familia. “Los niños han escuchado y visto cosas que no debían. Se han vuelto insolentes y malhablados. Tienen miedo a ser abandonados, lo mismo que le pasa a mi hija”, reconoce mientras lucha para contener las lágrimas. Garzón considera que la estrategia del Gobierno no está funcionando. “La estrategia de atacar sin descanso y presionar bélicamente no está dando resultados. Las familias están frustradas y enfadadas, pero de ahí a coger las armas media un buen trecho”.

Con el paso de los meses el movimiento ha ido perdiendo fe en la estrategia de “máxima presión” vendida por Netanyahu, la idea de que Hamás acabará sacando la bandera blanca y liberando a los rehenes ante la destrucción masiva y las masacres en Gaza. “Las negociaciones dan mejores resultados que las armas, como hemos visto con los intercambios de prisioneros. Estoy dispuesta a pagar el precio que sea, ya los mataremos luego”, dice Iris Ganor, de 64 años, otra superviviente del kibutz Nahal Oz.

Avi Silverstein e Iris Ganor, supervivientes de la matanza del 7 de octubre, en la llamada plaza de los Rehenes de Tel Aviv.

Avi Silverstein e Iris Ganor, supervivientes de la matanza del 7 de octubre, en la llamada plaza de los Rehenes de Tel Aviv. / RICARDO MIR DE FRANCIA

Pocos quieren hacerse, sin embargo, demasiadas ilusiones ante las negociaciones en curso. “A estas alturas ya hemos sufrido demasiadas decepciones. Te creas expectativas y luego todo se derrumba como un castillo de cartas”, dice Garzón con su marcado acento argentino. En enero estuvo en España para transmitirle al rey Felipe o al presidente Sánchez el drama de los rehenes. “Sigo teniendo esperanza, pero entiendo que hay muchos intereses y mucho cálculo político, y me da miedo que un día llamen a mi puerta para darme las malas noticias”, afirma con esa mirada sin brillo de la que hablaba.

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