Consulta trucada

Guía para interpretar la elección 'fake' de Putin en Rusia

El resultado electoral no mostrará el verdadero estado de la opinión pública en el país, y hay que prestar atención a detalles adicionales para descifrar la situación en el país

Rusia-Ucrania, en directo: última hora de la guerra

Congreso del partido de la oposición sistémica Rusia Justa, con un cartel de Vladímir Putin al fondo

Congreso del partido de la oposición sistémica Rusia Justa, con un cartel de Vladímir Putin al fondo / YURI KOCHEKOV / EFE

Marc Marginedas

Marc Marginedas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace ya casi dos décadas que las elecciones en Rusia, ya sean presidenciales, legislativas o locales, dejaron de reflejar las predilecciones políticas de la ciudadanía. En el gigante euroasiático, todo el sistema electoral, desde el proceso de proclamación de candidatos hasta el recuento de los votos, está diseñado para impedir que la oposición pueda presentar siquiera aspirantes con posibilidad de obtener victorias o capaces de cuestionar las políticas del presidente Vladímir Putin, y en particular, su decisión de iniciar la invasión del país vecino. Ante la irrelevancia de los resultados de la elección presidencial que se publiquen este fin de semana, aquí ofrecemos al lector una guía para interpretar la consulta electoral, hacerse una idea aproximada del estado de la opinión pública en Rusia e identificar los elementos que permitirán intuir, entre otras cosas, cuál es el verdadero respaldo del que goza el líder del Kremlin o la misma contienda en Ucrania.

El funeral de Navalni expone un gran apoyo oculto a la oposición

El primer acontecimiento que permite intuir por dónde van los tiros en la hermética Rusia se ha producido incluso con anterioridad a los polémicos comicios. La muerte de Alekséi Navalni, un incidente considerado por muchos analistas como producto del creciente sentimiento de impunidad del Kremlin, con kilométricas colas que se han prolongado durante días ante su tumba pese al intimidatorio despliegue policial, ha expuesto una inquietante realidad para la dirigencia rusa. Ni la oposición liberal es tan poco conocida y popular como sostiene, ni Vladímir Putin o la misma guerra de Ucrania gozan de la aprobación que sugieren las encuestas. El Kremlin hizo todo lo que estaba en su mano, desde presionar a la familia con la entrega de su cuerpo, a enviar miles de agentes al cementerio y a la iglesia donde se celebró el servicio religioso, precisamente para impedir lo que acabó sucediendo: que el funeral del activista se convirtiera en un evento multitudinario y un acto en favor de la paz.

La ausencia de candidatos 'sparring' demuestra la inquietud del régimen

El horno no está para bollos, y no hay que dejar margen alguno a las sorpresas. Esta parece ser la máxima que ha presidido, en las semanas previas a la cita electoral, las acciones de los estrategas del Kremlin. Porque, a diferencia de ocasiones anteriores, en estas presidenciales no se ha permitido presentar candidatura alguna que cuestionara el sistema y, en particular, la "operación militar especial", eufemismo con el que el Kremlin define la invasión de Ucrania lanzada en 2022. Primero fue la periodista y exconcejala municipal Ekaterina Duntsova, defensora de la "paz" y de una Rusia "democrática", quien fue descalificada en septiembre por la Comisión Electoral alegando defectos y errores en los documentos presentados. "Eres una mujer joven, todavía tienes todo por delante", le dijo la presidenta de la institución, Ella Pamfílova.

Después le tocó el turno a Borís Nadezhdin, concejal durante más de 30 años, quien sorpresivamente logró reunir las 100.000 firmas requeridas con un discurso antibelicista, un programa basado en la restauración de relaciones con Occidente y un lema dirigido al actual presidente: "Putin debe irse". Las colas generadas en el proceso de recogida de firmas a buen seguro coadyuvaron para que su candidatura fuera finalmente rechazada por las autoridades. Nada que ver con las anteriores presidenciales, donde una liberal como Ksenia Sobchak, hija del exalcalde de San Petersburgo Anatoli Sobchak, o Yevgueni Yavlinski, líder histórico del partido opositor Yábloko fueron autorizados a concurrir (y a recibir pírricos porcentajes de votos que apenas superaron el 1%)

Todo ello le permite afirmar a Carmen Claudín, investigadora senior del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) que la confianza que el Kremlin proyecta en el exterior gracias el devenir favorable de la guerra se transforma, en el interior, en un sentimiento muy diferente: "Es necesidad de control", define la experta.

La atmósfera que reine en los colegios electorales, más relevante que los mismos resultados

Es frecuente que en Rusia, en los colegios electorales, reine durante unas elecciones o una consulta electoral una atmósfera desangelada y pasiva. Ello fue particularmente evidente durante los comicios legislativos de septiembre de 2016, donde los actos de campaña apenas suscitaron interés, los centros de voto estaban vacíos y los reporteros, literalmente, se lanzaban a entrevistar a los votantes que hacían acto de presencia en los centros de voto, a razón de uno cada 15 minutos.

Una de las consultas en las que se constataron acciones más controvertidas en este ámbito fue el autoproclamado referéndum para el plan de reforma de la Constitución celebrado en el verano de 2021, en el que los votantes acudieron a las urnas con una pléyade de incentivos extra: desde boletos de una lotería hasta regalos, ofrecidos en las entradas de unos colegios engalanados con globos y de donde emergían los acordes de conocidas canciones del pop ruso. Los resultados carecerán de legitimidad alguna, máxime después de que Grigori Melkonyants, respetado analista y fundador de la oenegé Golos, especializada en observación y fraude electoral, fuera detenido en agosto pasado y permanezca aún en prisión bajo la acusación de trabajar para "una organización indeseable".

El tono de las celebraciones posteriores dará pistas sobre cómo valora la élite la jornada electoral

La atmósfera era gélida en la sede del partido Rusia Unida en aquella noche de septiembre de 2021 tras las recientes elecciones legislativas, última convocatoria electoral de peso en Rusia. En una fiesta organizada por la dirección de la formación oficialista, el alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, no cesaba de corear el nombre del presidente ruso mientras los asistentes repetían al unísono el apellido más célebre de la política de Rusia sin demasiada convicción: "¡Putin!, ¡Putin!, ¡Putin!" El comportamiento mecánico y escasamente entusiasta del público estaba muy alejado de la euforia que suele presidir en los cuarteles y sedes de partidos que logran una victoria en unos comicios en Occidente.

Razones había, y de calado, para no dejarse llevar por la euforia. Según observadores independientes, en el caso de que no hubiera habido manipulación electoral, Rusia Unida y el Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF) hubieran acabado prácticamente empatadas. Y aunque ambas formaciones forman parte del régimen y justifican sus acciones más relevantes, el hecho de que Navalni hubiera pedido el voto para los comunistas como forma de sortear el veto a su propia candidatura y votar "inteligentemente" permite entrever un importante porcentaje de sufragio-protesta que se manifiesta solo en las elecciones. Y es prácticamente un consenso entre los analistas independientes que las sucesivas elecciones son uno de los elementos que permiten al liderazgo pulsar y calibrar los verdaderos sentimientos de los ciudadanos.

Suscríbete para seguir leyendo