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Soldado de las Fuerzas Armadas ucranianas manejando un dron en Zaporiyia, Ucrania.

Soldado de las Fuerzas Armadas ucranianas manejando un dron en Zaporiyia, Ucrania. / Dmytro Smolienko - Europa Press

Juan José Fernández

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Hubo una primera fase de la invasión de Ucrania, en 2014, en el que la toma de Crimea por los “hombrecillos verdes”, soldados rusos sin emblemas ni distintivos, fue la más visible irrupción de la guerra híbrida. La cadena de novedades ha ido acelerando. Ahora son muchas más, y apabullantes.

La actual fase de la guerra de anexión desatada por Rusia cumple dos años rompiendo postulados tácticos y estratégicos tradicionales, con nuevas evidencias sobre las debilidades del arma acorazada, sobre lo insustituible de una buena logística de la munición y repuestos, sobre el poder de la defensa antiaérea, sobre la proporción 1 a 3 o 1 a 5 de bajas entre quien defiende y quien ataca parapetos, sobre el valor del dominio cognitivo, sobre la retomada amenaza nuclear, sobre la potencia de los golpes de comandos de fuerzas especiales, o sobre la imposibilidad de aproximación a la costa de unidades navales y desembarcos de infantería de Marina.

La guerra en Europa funda una nueva era, ha aflorado novedades para un nuevo campo de batalla robotizado y digital, y sin embargo los muertos se siguen contando -o conjeturando- por cientos de miles en campos minados, escombros y trincheras como las de siempre. El general Francisco Dacoba Cerviño, director del Instituto Español de Estudios Estratégicos, lo resumió en una conferencia esta pasada semana en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales: la de Ucrania es “una guerra de los años 20 del siglo XX en los años 20 del siglo XXI”.

Estas son tres novedades clave.

La guerra de los drones

Ya en Siria y el Alto Karabaj se probó el dron como arma y proveedor de inteligencia, pero su proliferación en el frente de Ucrania, con intensidad hasta ahora no conocida, hacía plantearse hace tres días al analista del Atlantic Council Mikola Bielieskov si “nos encontramos ante la primera guerra de drones de la historia”.

Ya no habrá más guerras sin drones. En el arranque del tercer año de lucha, Ucrania sigue aguantando el embate ruso gracias a la ayuda occidental... pero también a cómo ha sabido hacerse y replicar por sí misma miles de drones.

“Enviamos pañales, medicamentos, material escolar para que los niños metidos en sótanos tengan con qué entretenerse y aprender… pero también enviamos drones”, cuenta Antonina Rohalska, coordinadora de Slavutich, principal club de ucranianos en la Comunidad Valenciana. “Es muy importante no dejar de enviar drones”, remarca.

El afán de Antonina y sus asociados es solo parte de la foto: seis millones de ucranianos se dispersaron huyendo de la guerra, y esa diáspora trabaja en red ahora para donar fondos y suministrar aeronaves no tripuladas a su ejército.

Desde Alicante, en 2023 la asociación de Antonina consiguió enviar 13 aparatos. Desde Madrid dice Roman Tsaisev, dirigente de Unidos con Ucrania, que el movimiento asociativo ucraniano ha reunido en toda España “más de 1.000 drones” para enviar desde que empezó la guerra.

Ucrania ha creado a la fuerza una nueva industria de robots voladores con la que ha parado movimientos acorazados, de infantería y navales de Rusia. El dron ha proporcionado algo de simetría a la guerra: David usa contra Goliat un arma barata y suicida, y, sobre todo, abundante. Pero Goliat también dispone de ella.

A las donaciones y compras de drones Bayraktar turcos, letales para columnas de carros y puestos de mando rusos en la primera fase del conflicto, ha seguido la diversificación y proliferación de aparatos.

Y no solo por el aire. Los ucranianos acarician aún como plan viable la destrucción del puente sobre el estrecho del Kerch, por el que Rusia abastece a Crimea. Y prevén que en el ataque participen drones kamikaze navales modelo Sea Baby para romper o debilitar los pilares del puente desde el agua.

Un soldado de la 108 Brigada de Defensa Territorial de Ucrania porta un dron multipropósito en Zaporiya el pasado 15 de febrero EFE_KATERYNA KLOCHKO.JPG

Un soldado de la 108 Brigada de Defensa Territorial de Ucrania porta un dron multipropósito en Zaporiya el pasado 15 de febrero EFE_KATERYNA KLOCHKO.JPG / Katerina Klochko EFE

El “campo de batalla transparente”

En el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, el general Dacoba resumió que “antes, el problema del comandante era saber qué pasa al otro lado de la colina. Ahora el problema de los puestos de mando es el exceso de información y cómo digerirlo”.

En Ucrania ha arrancado una nueva versión del campo de batalla basado en la llamada “sensorización de los elementos del combate”, o sea que cada carro, cada embarcación, cada pelotón de soldados, cada vehículo ligero, el puesto de mando, drones de vigilancia, los de ataque, helicópteros y cazas… estén conectados en una nube de adquisición de información, localización de objetivos y golpes coordinados.

Dacoba lo llama “el campo de batalla transparente”. Se han visto muestras en los ataques de Ucrania a puestos de mando rusos, o la matanza que unos cohetes ucranianos ocasionaron en la nochevieja de 2022 en un galpón convertido en cuartel en el Donbás, desde el que cientos de soldados rusos estaban enviando a sus familias felicitaciones del año nuevo con sus móviles… delatando letalmente su posición y cuántos eran.

Hasta ahora, en una guerra las miradas se dirigían al ministro de Defensa, al jefe del Estado y al generalato. Pero ya el otro alfil fundamental en un conflicto bélico es el ministro de Transformación Digital.

El titular de esa cartera en Ucrania, Mykhailo Fedorov, anunció exultante al arrancar el año cómo sus drones habían logrado, en combinación con la artillería, destruir en una sola jornada 73 blancos rusos, carros y silos de munición mayormente. Fedorov da las buenas noticias que puede y cuand puede a unas fuerzas armadas desgastadas por el tiempo de combate ya transcurrido, y que últimamente no reciben demasiadas buenas noticias.

Pero Ucrania resiste. La interconectividad ya no pasa solo por los soldados de uniforme. La aplicación ePPO se ha extendido en los móviles de los civiles ucranianos. Con ella, pueden avisar a su ejército de avistamientos de aviones, misiles, drones u otros vehículos del enemigo.

Con esta app, la Dirección Principal de Inteligencia de Ucrania ha incorporado 400.000 nuevos pares de ojos a su ejército. En la publicidad que hace para que la gente se la baje al móvil, dice: “Los mensajes de personas de zonas remotas del país a las grandes ciudades aportan el máximo beneficio. Es a través de las zonas remotas que el enemigo intenta alcanzar sus objetivos. Si tienes familiares que viven lejos de las ciudades, ¡ayúdalos a instalar la aplicación! Quizá la información de tu anciana abuela salve vidas”.

Página de descarga de la app ucraniana ePPO, con la que los civiles avisan al ejército de lo que ven

Página de descarga de la app ucraniana ePPO, con la que los civiles avisan al ejército de lo que ven / El Periódico

Inteligencia Artificial, mejor con satélites

No se trata de Sora ni de Chat GPT, pero sí de sistemas de IA que Estados Unidos y el Reino Unido han proporcionado a Ucrania para ayudar a digerir el aluvión de datos.

La mejora de la interconectividad en el campo de batalla hace “mas que probable”, dice un alto oficial español del cuerpo de Ingenieros, que en este tercer año de guerra el cansado ejército ucraniano coja algo de aire -mientras espera la munición que pide a Europa- si desarrolla la fase del enjambre para sus drones. O sea, quizá se vea algún ataque de máquinas coordinadas tratando de saturar las defensas rusas en el frente... o Rusia adentro, “incluso en dirección a Moscú”.

A partir de la guerra de Ucrania estará ensayada la interacción entre máquinas, armas autónomas, inteligencia artificial para proporcionar consciencia situacional a cada aparato en una ofensiva: saber dónde está, saber dónde están los demás y saber hacia dónde se dirigen.

También para ayudar a la máquina en la acción. Analistas de defensa certificaron en informes del Fondo Monetario Internacional el pasado mes de diciembre que el ejército ucraniano ha comenzado a desplegar drones clase Saker Scout de fabricación propia. Son aparatos que detectan blancos que no aprecia el ojo humano por estar camuflados. En la detección les ayuda la IA.

Un artículo de Samuel Bendett para el think tank Center for a New American Security aseguraba en julio pasado que Ucrania emplea “redes neuronales para combinar fotografías a nivel del suelo, secuencias de vídeo de numerosos drones y vehículos aéreos no tripulados e imágenes satelitales para proporcionar análisis y evaluaciones de inteligencia más rápidos”.

En este campo, ha sido un éxito inicial para Ucrania el apoyo de las grandes tecnológicas de Occidente, especialmente Microsoft y Palantir. Pero vino también un revés importante cuando, hace un año, el magnate Elon Musk cerró a Kiev el acceso a su red de satélites Starlink.

Con la información que servían, procesada con inteligencia artificial, Ucrania estaba ultimando un programa de ataques a la flota rusa en el mar Negro… al que tuvo que renunciar.

A partir de la invasión de Ucrania no habrá guerra sin drones, ni tampoco sin apps ciudadanas, ni sin inteligencia artificial. Pero esta innovación que se consolida en los campos de batalla de Zaporiya y el Donbás y en la retaguardia de Kiev y Jarkov no es solo novedad técnica, también desafío político y moral.

“El desarrollo de sistemas de armas autónomos es quizá la aplicación más conocida de la IA en la guerra, aunque plantea serios problemas éticos -advierte el coronel de Infantería y director de Coordinación y Estudios Estratégidos del Ministerio de Defensa José Luis Calvo-. La regla general es que en la cadena de decisiones que lleva a un ataque que va a producir daños a seres humanos, debe existir una intervención humana, pero la tecnología ya permitiría que esa intervención fuese innecesaria”.

Cree Calvo, cotidiano observador de la guerra de Ucrania y de lo que esa guerra trae por el horizonte, que “la solución a este dilema ético y la aparición de sistemas de armas guiadas por una IA cada vez más autónoma marcarán el futuro de las operaciones militares”. Y puede que tantos avances en el frente no sean necesariamente una mala noticia: “Quizá contribuyan a un esfuerzo internacional por limitar el fenómeno de la guerra -sopesa-, ante la perspectiva de campos de batalla cada vez más incontrolables”.

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