En lugar de aprender en la escuela, los niños y niñas de Gaza se ven obligados a aprender a sobrevivir a las bombas y al hambre

Niños y niñas realizando actividades de apoyo psicosocial en el norte de Gaza.

Niños y niñas realizando actividades de apoyo psicosocial en el norte de Gaza. / Save the Children

David Skinner. Codirector del Clúster de Educación de Save the Children en el Territorio Ocupado Palestino

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Los niños y niñas de Gaza no están aprendiendo a convertirse en la próxima generación de científicos y artistas. Por el contrario, se ven obligados a aprender a sobrevivir a una de las campañas de bombardeos más destructivas de la historia, así como a una de las peores crisis de hambre de todo el mundo.

En toda la Franja de Gaza han muerto cientos de profesores y alrededor del 75% de las escuelas, institutos y universidades han quedado completamente destruidos o dañados, incluida la Universidad Israa de la ciudad de Gaza, un centro de enseñanza para más de 4.000 estudiantes que fue demolido por las fuerzas israelíes la semana pasada. Muchas de las escuelas, institutos y universidades que quedan se están utilizando como refugios para los más de 1,9 millones de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares. Los niños y niñas llevan más de 100 días sin ir a la escuela.  

Casi todo el material educativo -sillas, pupitres, pizarras, libros de texto- ha sido destruido, ya sea por los incesantes bombardeos de las fuerzas israelíes o por civiles desesperados que queman el material solo para poder cocinar y mantenerse calientes.  

También están los ataques a las bibliotecas, museos, galerías de arte y lugares históricos de Gaza. Estos lugares forman parte de un contexto educativo más amplio en el que la infancia palestina desarrolla un sentido de sí misma y una comprensión de su historia y patrimonio y de su lugar en el mundo. Pero estos lugares están siendo destruidos, eliminando así el entorno cultural en el que se desarrollan los niños y niñas palestinos.

Incluso para alguien con décadas de experiencia trabajando en algunas de las peores crisis (Afganistán, Ucrania y Cox's Bazar, el mayor campo de refugiados del mundo) es difícil comprender lo devastadora que ha sido esta guerra para el sistema educativo de Gaza. Pasará mucho tiempo antes de que los niños y niñas puedan volver a las aulas. Pasará mucho más tiempo antes de que se pueda reconstruir un sistema educativo que funcione correctamente. 

Pero el daño a la infraestructura educativa palidece ante el impacto que este conflicto está teniendo en la salud mental y el bienestar emocional de la infancia. Incluso antes del conflicto actual, más de la mitad de los padres y cuidadores consultados en toda la Franja de Gaza para un estudio de Save the Children informaron de que sus hijos habían contemplado el suicidio y tres de cada cinco se autolesionaban. La situación ahora será significativamente peor. 

A pesar de los problemas existentes antes del 7 de octubre, los niños y niñas palestinos tenían éxito educativo. Algo que es a la vez alentador y devastador, dada la situación actual. La determinación de la infancia palestina por aprender es asombrosa: más del 95% de los niños de toda Palestina están matriculados en la educación básica y las tasas de alfabetización son superiores a las de Hong Kong y Singapur. Organizaciones como Save the Children hacen lo que pueden en condiciones extremadamente difíciles para ayudarlos.

Por ejemplo, solo UNRWA está llevando a cabo 800 sesiones diarias en toda Gaza donde los niños pueden ser niños por un momento y tratar de recuperar un sentido de normalidad, incluso cuando los propios refugios son atacados y el número de muertos entre el personal de UNRWA alcanza niveles sin precedentes en la historia de la ONU. 

Las agencias también se están preparando para el momento en que haya un acceso seguro y protegido. 

La reconstrucción física a largo plazo de los cientos de centros educativos llevará tiempo -hay que tener en cuenta la cantidad de artefactos explosivos sin detonar que habrá que retirar antes de que pueda comenzar la reconstrucción- y será costosa. Se necesitarán cientos de centros de enseñanza provisionales en tiendas de campaña o estructuras prefabricadas. Será necesario un reabastecimiento masivo de material educativo.  

Pero ese reto es sencillo comparado con la tarea casi inconcebiblemente compleja de deshacer el daño mental perpetrado contra más de un millón de niños y niñas. Niños que ya habían sido llevados al límite antes del 7 de octubre y que han sufrido mucho más desde entonces.

La infancia de Gaza necesitará espacios educativos que sean acogedores, amables y seguros para todos, incluidos los miles de niños que han quedado discapacitados -física y mentalmente- por esta guerra y que necesitarán atención especializada. Necesitarán profesores que hayan recibido formación para ayudar a niños y niñas muy expuestos a acontecimientos estresantes y traumáticos, así como asesores y especialistas que puedan proporcionarles un tratamiento más avanzado. Los propios profesores necesitarán apoyo cuando vuelvan al trabajo tras haber sufrido sus propios traumas personales, incluida la probable pérdida de sus hogares y seres queridos. 

Los niños necesitarán el mejor hogar y sistema de apoyo posible, un reto inimaginable teniendo en cuenta los miles que se han quedado sin padres y familias y la destrucción de las opciones de cuidados alternativos existentes. Y necesitarán un plan de estudios que les permita ponerse al día en el aprendizaje que han perdido, pero que también reconozca las experiencias profundamente traumáticas que han sufrido.

Esto será difícil y llevará mucho tiempo conseguirlo. Sin embargo, hay algo que puede hacerse inmediatamente. Una cosa que tendría un gran impacto en la salud mental de la infancia, por no hablar de salvar miles de vidas. Una cosa que sería fácilmente alcanzable si no fuera por la falta de voluntad política: un alto el fuego inmediato y permanente.