Elecciones cruciales
China censura la visita de EEUU a Taipéi tras la victoria independentista en Taiwán
El equilibrio geoestratégico entre China y EEUU, en juego en las elecciones de Taiwán
Adrián Foncillas
Periodista
No era arriesgado vaticinar que la vida seguiría igual en Taiwán tras la victoria independentista del sábado. Estados Unidos y China han perseverado hoy en sus gestos habituales de los últimos ocho años: la primera, con visitas que reafirman su apoyo; la segunda, arrebatándole aliados para difuminar su huella en el mundo.
El viaje de los representantes de Washington a Taipei se había anunciado la semana pasada y fuera el que fuera el resultado en las urnas. Estados Unidos se ha esforzado en restarle vuelo hablando de visita no oficial, visita personal, visita informal… Se trata de dos funcionarios jubilados: Stephen Hadley, ex asesor de Seguridad Nacional, y James Steinberg, exsubsecretario de Estado.
Es habitual que Washington describa como no oficiales los viajes que lo parecen mucho y acuse después a China de histérica. Los representantes, probablemente en nombre del Gobierno estadounidense, han prometido que el apoyo a Taiwán "es sólido como una roca" y que su país "sostiene a sus amigos". Ambos se han reunido, seguramente en nombre de su Gobierno, con la presidenta saliente, Tsai Ing-wen, con su sucesor, Lai Ching-te, y con la futura vicepresidenta y exembajadora 'de facto' en Washington, Hsiao Bi-khim. El segundo, que será investido en mayo, ha comunicado a sus invitados su deseo de "profundizar en la cooperación mutua para asegurar la paz, el desarrollo y la prosperidad regional".
"Una señal incorrecta"
No es una maniobra inédita. Barack Obama ya envió en 2016 a Taipei a un exfuncionario tras la primera victoria de Tsai. Pekín ha reaccionado forma similar. Su Ministerio de Exteriores ha enfatizado su rechazo a cualquier forma de "intercambio oficial" y a cualquier injerencia de Washington "de la manera que sea y bajo el pretexto que sea". Ayer ya afeó a Antony Blinken, secretario de Estado, su felicitación a Lai por la victoria al entenderla como "una señal incorrecta a las fuerzas separatistas que buscan la independencia".
Las reuniones de representantes de Taiwán y Estados Unidos descomponen sin remedio a Pekín. Tras la visita a la isla de Nancy Pelosi, entonces tercer cargo político estadounidense, barcos y aviones chinos ensayaron el bloqueo de Taiwán durante días. Las maniobras militares se repitieron, aunque adelgazadas, tras las paradas de Tsai en Estados Unidos, presentadas por Taipei y Washington como "escalas técnicas" en su periplo por Centroamérica.
La jornada también dejó otra deserción en el grupúsculo de aliados de Taiwán. Esta vez fue Nauru, diminuta isla de la Micronesia con 11.000 habitantes, la que abrazó a Pekín tras la preceptiva patada a Taipei. Apenas conserva doce países irrelevantes en su órbita. El ritmo es frenético: nueve países perdió Taiwán en los ocho años de Tsai. No parece casual que el movimiento llegue dos días después de las elecciones. "China ha elegido este momento para que tenga un mayor impacto", ha lamentado el Ministerio de Exteriores taiwanés.
Inversiones a fondo perdido
Nauru ha justificado su decisión en los "mejores intereses de la República y su gente". La razón siempre es financiera. Taipei fideliza a sus aliados con inversiones a fondo perdido, un derroche muy discutido por su gente, pero en estos días es suicida darle la espalda a la segunda potencia económica y primera comercial. No es extraño, además, que Pekín recompense a los recién llegados.
Nauru ha explotado como nadie esa pugna: abrió relaciones con Taipei en 1980, viró a Pekín en 2002, regresó a la primera en 2005 y ahora a la segunda, recibiendo cálidas bienvenidas y bonificaciones en cada tránsito. Quizá no sea el último.
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