Guerra en Ucrania

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Gleb Pushev, artista ruso y autor de cómics, frente a una bandera de Ucrania vandalizada con Z de apoyo a la invasión rusa.

Gleb Pushev, artista ruso y autor de cómics, frente a una bandera de Ucrania vandalizada con Z de apoyo a la invasión rusa. / IRENE SAVIO

Irene Savio

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A Gleb Pushev le cuesta sobrevivir. Por la guerra de Rusia en Ucrania, este joven artista y autor de cómics ruso huyó de San Petersburgo y recaló en Serbia. Temía por su vida y no quería alistarse, pero también buscaba un espacio de expresión. Belgrado fue su apuesta y su esperanza. En la capital serbia participó en varias protestas antibelicistas organizadas por la comunidad opositora local y también pintó un mural en una calle de la ciudad en honor a Lesya Ukrainka, una de las escritoras más famosas de la literatura ucraniana. Lo inauguraron con un acto público pero, poco después, unos desconocidos lo vandalizaron con pintura negra y la letra Z, uno de los símbolos de apoyo a la invasión rusa. Junto a su pareja Anya, lo volvió a pintar. Se lo volvieron a destruir.

"Hemos intentado construir un movimiento antibelicista ruso en Serbia, pero estamos teniendo muchas dificultades, es triste", afirma Pushev, de 25 años. "Nos han atacado grupos de extrema derecha y también sentimos presiones del gobierno serbio. Yo también tengo miedo, porque soy un extranjero, no tengo dinero y, en el segundo año de guerra, la situación aquí ha empeorado", añade.

Serbia ha recibido a centenares de miles de emigrados de Rusia en casi dos años de conflicto en Ucrania (algunas estimaciones hablan de unas 200.000 personas). En las entrevistas realizadas para este reportaje, esta periodista habló con diversos estudiantes, artistas y pequeños empresarios afincados en el país que dijeron ser críticos con el Kremlin y que hasta hace poco no expresaban (o lo hacían tibiamente) sus opiniones. Todos ellos, con el inicio de la invasión del año pasado, decidieron abandonar Rusia. Ya no estaban dispuestos a seguir viviendo en las estrecheces y falta de libertad de expresión en su país.

Alekséi Novikov y su pareja Arina, en su bar en Belgrado.

Alekséi Novikov y su pareja Arina, en su bar en Belgrado. / IRENE SAVIO

Una llamada desde Moscú

La ausencia de visados para el ingreso de ciudadanos rusos en Serbia también ha sido una de las razones de esta emigración masiva. Sin embargo, después de un inicial periodo en el que Belgrado toleró sus actividades (el país mantiene una ambigua relación con Moscú), algunos activistas destacados de la comunidad recibieron órdenes judiciales con las que se les pidió abandonar el país por ser una amenaza a "la seguridad nacional". "Una acusación que de momento las autoridades serbias no han explicado, no nos han dicho qué hemos hecho. Aún así, una de las personas que recibió estas órdenes se tuvo que ir a Montenegro y otro, mi colega Vladímir Volokhonsky, está en Alemania... porque, claro, no pueden regresar a Rusia", dice Peter Nikitin, un activista local.

Nikitin, que tiene doble pasaporte (también es ciudadano neerlandés), vive en Serbia desde 2016 y tiene un permiso de estancia válido (su esposa e hijos son serbios), también recibió una de esas órdenes de expulsión. En julio pasado incluso lo retuvieron en el aeropuerto de Belgrado por algunos días hasta que, ante la polémica creada y por la presión de distintos organismos (su caso apareció en diversos medios anglófonos), finalmente lo dejaron ir y pudo entrar en el país. Ahora forma parte del equipo legal que ha recurrido ante las autoridades serbias, en defensa de los que han sufrido las medidas.

Peter Nikitin, un activista ruso antibelicista, en la plaza de la República en Belgrado.

Peter Nikitin, un activista ruso antibelicista, en la plaza de la República en Belgrado. / IRENE SAVIO

"Estoy bastante seguro de que recibieron una llamada de Moscú. Alguien les dijo 'estos activistas antibelicistas no me gustan nada'. Así fue que recibimos una señal muy clara de que no somos bienvenidos aquí [en Serbia] y que, si queremos quedarnos, debemos callar", afirma. "Pero hemos apelado y ahora estamos a la espera de que los juzgados respondan", añade este activista, al puntualizar que todo esto ocurrió después de que fundaran la Sociedad Democrática Rusa (SDS) a finales del año pasado. Un grupo que pretendía funcionar como una especie de recipiente de la crecida comunidad opositora rusa en el país y darle una voz

De ahí también que, al principio, bajo ese paraguas los opositores también organizaran protestas contra la guerra en Ucrania en la céntrica plaza de la República de Belgrado y delante de la embajada rusa. Un proyecto que hoy se ha desvitalizado en parte. "Lamentablemente ni nos dejaron de abrir una cuenta bancaria, por lo que el proyecto SDS ha ido perdiendo fuelle", reconoce Nikitin.  

Desprotegidos

Alekséi Novikov, quien llegó a Belgrado en marzo de 2022 y hoy regenta un pequeño bar en el centro de la ciudad, es otro que ha enfrentado dificultades. Cuenta que ha recibido amenazas de anónimos que le han llamado de "traidor" por oponerse a la guerra que desencadenó Vladímir Putin en Ucrania. "Creo que uno de los problemas es también que muchos de los que estamos aquí no somos renombrados opositores. Somos gente común, que no puede comprarse una mansión en Italia o España ni mudarse a estos países. No tenemos suficiente dinero, aunque ahí tal vez estaríamos más protegidos", asevera. 

Así y todo, Novikov dice que ya no piensa esconderse (a diferencia de otros, que por miedo rechazaron a hablar abiertamente de su activismo). "Para mí ya no hay vuelta atrás. El mundo necesita saber que existen personas con pasaporte ruso que están en contra de la guerra [en Ucrania]. Y espero que en un futuro también podamos contribuir a reconstruir la relación con Rusia", afirma este ruso de 43 años.

Nikitin, que está en una situación de mayor protección por su condición, coincide en esto. "En la Unión Europea no hay suficientes mecanismos de protección para los nuevos activistas que han empezado a alzar la voz después de la invasión. Es casi imposible conseguir visados", denuncia este activista al añadir que, si bien le gustaría pronto "volver a la normalidad", aún no ha abandonado por completo su activismo. Tanto es así que incluso abrió una petición en Charge.org en la que pide que se ponga fin a "la persecución de los activistas antibelicistas" rusos en Serbia y se dirige directamente a Aleksandar Vucić, el presidente serbio. Así ya cosechó 4.500 firmas. Aún pocas, al parecer. El Ministerio del Interior serbio no respondió a una petición escrita de explicaciones de este medio.

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