Entender más

La guerra de Gaza resucita el antisemitismo en Francia

La guerra en Gaza crispa la política en una Francia con cada vez menos influencia internacional

Antisemitismo y antisionismo

Manifestacion contra el antisemitismo en Toulouse

Manifestacion contra el antisemitismo en Toulouse / REUTERS / BENOIT TESSIER

Enric Bonet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

“Tengo mucho miedo en estos momentos. Cuando ando por la calle, siempre miro detrás mío”. Estelle (seudónimo), de 55 años, es una francesa de confesión judía y trabaja en el supermercado comunitario André Krief en Sarcelles, en la periferia norte de París. Desde el 7 de octubre, esta dependienta vive atrapada por la tensión de la guerra de Gaza —“Me paso todo el día mirando las noticias en I24”, la cadena internacional israelí con tintes propagandísticos— y el temor de sufrir una agresión antisemita. Unos sentimientos compartidos por muchos de los habitantes de la llamada “pequeña Jerusalén”, el céntrico barrio de esta localidad de la 'banlieue' donde residen unos 12.000 judíos (por un total de 57.000 habitantes). 

Situada a unos 10 kilómetros de Saint-Denis, Sarcelles es considerada como un símbolo de la multicultural sociedad francesa. En el país convive la comunidad judía más numerosa de Europa (unos 600.000) con unos cinco millones de ciudadanos de confesión musulmana. Normalmente, esta coexistencia resulta cordial y pacífica. Francia es la nación europea con un mayor porcentaje de matrimonios mixtos. “Pero cada vez que se produce un conflicto entre israelís y palestinos, aquí crece la tensión entre judíos y musulmanes”, explicó a EL PERIÓDICO Sylvain Cohen, de 58 años y padre de cinco hijos —una de sus hijas vive en Israel y han movilizado a su marido en el frente—, mientras se paseaba enfrente de la sinagoga de Sarcelles, vigilada por dos militares ostensiblemente armados. 

Las autoridades temen posibles repercusiones en Francia de la guerra de Gaza. La nueva escalada en el interminable conflicto en Oriente Medio —con un balance de muertos de unos 11.000 palestinos y 1.400 israelís— ha crispado la sociedad francesa. Ha resucitado la lacra antisemita, además de banalizar aún más el racismo contra los musulmanes. El ministerio del Interior francés ha contabilizado 1.159 actos antisemitas en poco más de un mes, mientras que en el conjunto del año pasado hubo 436. 

Manifestación y división

Los presidentes de la Asamblea Nacional y el Senado han convocado para este domingo una manifestación contra el antisemitismo. Presentada como una “marcha republicana”, ha dividido a la clase política por la presencia en ella de los partidos de ultraderecha, como la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen —algunos de los fundadores de este partido fueron miembros de las SS— y Reconquista del islamófobo Éric Zemmour.

Debido a la asistencia de los representantes y simpatizantes ultras, la Francia Insumisa (afines a Sumar) —el partido de izquierdas más votado en las presidenciales de 2017 y 2022— ha anunciado que no participará en esa marcha, aunque sus representantes sí que van a otros actos contra el antisemitismo en que no es invitada la extrema derecha.

Insultos y pintadas callejeras

Pese a esta tensión social y política, la mayoría de las acciones antisemitas no han desembocado en hechos graves. Desde el 7 de octubre, el único muerto por motivos políticos fue el profesor Dominique Bernard en un instituto público en Arras (norte del país). El yihadista ruso que cometió ese atentado no lo vinculó a la guerra de Gaza, en el video que hizo para reivindicar su pertenencia al Estado Islámico (EI).

En realidad, este odio se ha reflejado en insultos por la calle o pintadas de 'Muerte a los judíos' observadas en Carcasona, Grenoble o Vanves. También hubo un grafiti de 'Victoria para nuestros hermanos de Gaza' en una sinagoga en la periferia de Lyon. A una empleada de una tienda de quesos en Dijon (centro-este) que llevaba una cruz de David colgada en el cuello la insultaron. Y a una estudiante parisina le dijeron que Hitler “no había terminado su trabajo”. 

Más grave resultó el incendio, rápidamente apagado, en la puerta en el noreste de París del domicilio de una pareja de ancianos de confesión judía. Un hombre, al que sus allegados describieron como esquizofrénico, se incriminó a sí mismo por ese hecho. A finales de octubre, otro suceso interpretado inicialmente como antisemita, pero cuya motivación no está clara en estos momentos, hizo correr ríos de tinta en Francia: la multiplicación de estrellas de David azules (parecidas a la que aparece en la bandera de Israel) en varios distritos de la capital y otras localidades de la región parisina. Las fuerzas de seguridad investigan ahora ese extraño suceso como un mensaje de apoyo a Israel —así lo ha defendido el empresario moldavo que encargó esas pintadas— o como una injerencia rusa para tensar aún más la crispada sociedad francesa. 

Tampoco está claro lo que sucedió el 4 de noviembre con una mujer judía en Lyon que denunció haber sido atacada con un cuchillo por un desconocido en su domicilio. Cerca de ese lugar encontraron una pintada con una pequeña cruz gamada. Aunque en un principio se privilegió el móvil antisemita, los agentes no han encontrado pruebas evidentes de ello. En las cámaras de vigilancia no aparece ni rastro del agresor ni hallaron huellas dactilares en el cuchillo con el que resultó herida. 

“Hay hostilidad en la mirada de la gente”

“Hay mucha histeria. Cuando uno escucha o ve algunos medios parece como si la guerra de Gaza tuviera lugar aquí en Francia, cuando la situación no tiene nada que ver”, defendía Camille, de 42 años, una psicóloga intercultural que se tomaba un café durante una lluviosa tarde en el bar David de Sarcelles. El supermercado Shabah, el Hypercacher, la tienda de electrodomésticos Ben Yacob… Hasta ocho sinagogas y más de 30 comercios comunitarios hay en esta localidad de la 'banlieue', donde todavía recuerdan que en 2014 una manifestación propalestina degeneró en una noche de saqueos en tiendas judías. A principios de este siglo, coincidiendo con la segunda intifada, también hubo varios incendios criminales en sinagogas francesas.

“Sentimos en la mirada de la gente que hay hostilidad. Pero respecto a 2014, el gobierno entendió que debía reforzar la seguridad”, explica André, de 70 años, tras haber salido de la sinagoga. “El imam de Sarcelles está haciendo todo lo posible para que no se caldee el ambiente”, explica Delphine Bonnet, de 54 años, una profesora retirada que pasó su infancia en Israel.

A pesar de que en la “pequeña Jerusalén” no se han producido actos antisemitas graves en el último mes, el temor se ha apoderado de la mayoría de los franceses judíos. “Muchos de ellos han dejado de llevar la kipá y han sacado las mezuzás de las puertas de sus casas. Incluso cuando piden comida para llevar, evitan dar su apellido”, explica la socióloga Martine Cohen, experta sobre el antisemitismo. 

Según esta investigadora emérita en el CNRS, “este aumento de los actos antisemitas en Francia no resulta muy distinto de lo que se ha visto en las calles de Australia o Estados Unidos, pero también en muchos países árabes”. “No tengo ninguna duda de que la ultraderecha está implicada en una parte de estas acciones y que se friega las manos ante estas tensiones crecientes entre comunidades”, añade. 

“El hecho de que el Gobierno israelí asegure que lleva a cabo sus acciones coloniales y de 'apartheid' en nombre de los judíos del mundo entero supone un fermento para el antisemitismo, que condeno con todas mis fuerzas”, asegura André Rosevègue, uno de los portavoces de la Unión Judía Francesa por la Paz, una asociación muy crítica con la deriva del Estado hebreo en las últimas décadas. El periodista y escritor Dominique Vidal, hijo de un superviviente de Auschwitz, defiende una visión parecida y considera que “no se trata de un resurgimiento de un antisemitismo ideológico, sino de unos comentarios o acciones en respuesta a las imágenes de los bombardeos en Gaza”. 

Crece la islamofobia

Pese al preocupante fenómeno actual, este ensayista e integrante del Iremmo —un interesante grupo de reflexión sobre el espacio mediterráneo— prefiere ver el vaso medio lleno. Recuerda cómo el antisemitismo ha disminuido de manera considerable durante las últimas décadas en Francia. “En 1946, solo un tercio de los franceses pensaba que los franceses judíos eran iguales al resto de la población. Actualmente, este porcentaje es del 90%”, explica Vidal evocando un sondeo del instituto IFOP de finales del año pasado. “No es lo mismo un grafiti que una pelea. De momento, hablamos de acciones del primer tipo y las está habiendo tanto para los judíos como los musulmanes”, sostiene. 

Aunque el Gobierno y los grandes medios hablan mucho menos de ello, en las últimas semanas también han aumentado las acciones racistas contra los musulmanes. Un anciano de origen tunecino recibió un puñetazo en la cara por parte de un joven que llevaba una kipá cerca de Cannes, en el sureste del territorio galo. En un centro cultural franco-turco en Roanne (cerca de Lyon) pintaron “muerte al islam” y varias estrellas de David. También tuvieron que evacuar la mezquita de Bayona (suroeste), tras haber recibido una alerta de bomba a través de un correo postal. 

“Por primera vez, estoy pensando en irme de Francia”, lamentaba Rema B., de 23 años, una joven tunecina que trabaja en el sector financiero en París. Durante una multitudinaria manifestación propalestina —entre 60.000 participantes, según los organizadores, y 19.000, según la policía—, ella se mostraba muy crítica con la proliferación de comentarios islamófobos en los platós de radio y televisión. 

En la cadena de ultraderecha CNews, el abogado Arno Klarsfeld dijo que “como muchos musulmanes trabajan en la construcción, tienen acceso a explosivos y pueden fabricar armas de fuego”, mientras que el tertuliano Pascal Perri habló de un “antisemitismo cuscús”. De hecho, existe un riesgo evidente de que el partido de Le Pen saque un rédito de la tensión actual. Y que salga beneficiada aquella formación que básicamente se dedica a enfrentar unos franceses con los otros.

Suscríbete para seguir leyendo