Cita con las urnas

Elecciones en Argentina: ¿Por qué ha ganado Massa? ¿Qué puede pasar en la segunda vuelta? 5 claves

Elecciones en Argentina | ¿Quién es el candidato peronista Sergio Massa?

¿Quién es Javier Milei? De animador histriónico a candidato libertario de derechas

Massa y Milei votan durante las elecciones en Argentina.

Massa y Milei votan durante las elecciones en Argentina. / EFE

Abel Gilbert

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"Presidente, (Sergio) Massa presidente", cantaron los peronistas en la noche del domingo tomando como préstamo "It’s a Heartache", la canción popularizada por Rod Stewart. La victoria por casi siete puntos de diferencia frente a Javier Milei en el primer turno de las elecciones presidenciales argentinas fue sorprendente para propios y extraños. Nadie esperaba un 36,68% de los votos para un candidato que a su vez es ministro de Economía de un país con 40% de pobres y una inflación anual cercana al 150%. Massa llega a la segunda vuelta en condiciones inimaginables días atrás. El horizonte se abrió más de la cuenta por una combinación de razones. Todo puede suceder el 19 de noviembre. Por lo pronto, ha funcionado el freno de mano a la ultraderecha.

El factor económico

"Massa ganó una pelea imposible. Quemó todos los libros de ciencias políticas y armó un caso para la Harvard Kennedy School", dijo Ignacio Fidanza, columnista del portal La Política Online. La derrota del peronismo en las primarias de agosto parecía sentenciar de antemano a Massa y sus ambiciones presidenciales. Contra viento y marea, el ministro dio una muestra más de su audacia política y tomó una serie de medidas que impactan favorablemente en el bolsillo de los argentinos: el reintegro del 21% de las compras en supermercados, un refuerzo de dinero mensual para siete millones de pensionados, una suma fija para trabajadores del sector privado y mejoras destinadas a 2,7 millones de personas que emplea el mercado informal; un incremento de las ayudas estatales a familias carenciadas y un incentivo al turismo interno.

A su vez, postergó el alza del precio de las tarifas de los servicios públicos y el transporte, eliminó el impuesto a las ganancias y benefició a un millón de personas que perciben salarios altos. Massa obró como si no fuera parte del Gobierno que había ajustado con severidad la economía para cumplir con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que permitió refinanciar los 45.000 millones de dólares contraídos por la administración de derechas precedente. El ministro agitó como un mago su varita y de la galera sacó la fórmula providencial: la expansión del gasto público, pasando por alto una meta que él mismo había convenido con el organismo, un déficit del 1,9% del PIB. El efecto se sintió en las urnas. "Nunca antes un candidato presidencial hizo tanto despilfarro de recursos públicos en beneficio de su propia campaña electoral", se indignó Joaquín Morales Solá, columnista del diario La Nación.

Razones

Por su parte, Milei provocó pánico en millones de ciudadanos y la intuición de que todo podría ser mucho peor si gana la ultraderecha. Y no solo por su afán de pulverizar el Estado y adoptar el dólar como moneda común. El anarcocapitalista fomentó alteraciones cambiarias y dijo que el peso, la moneda local, valía "excremento". Quedó al desnudo que no tenía límites para conseguir sus objetivos electorales. Los días previos a la elección estuvieron a su vez marcados por nuevos insultos al papa Francisco, calificado tiempo atrás como "maligno", y el llamado a suspender las relaciones con el Vaticano mientras lo encabece un "comunista". La Iglesia Católica reaccionó en nombre de Jorge Bergoglio. Movilizó a sus curas de base. Parte de la feligresía debió tomarlos en serio. La misoginia desembozada le restó a la ultraderecha el voto femenino. La defensa de la última dictadura militar (1976-83) suscitó espanto.

Los candidatos de la Libertad Avanza (LLA) dieron, además, rienda suelta a su radicalismo, llegando a proponer que la Educación Sexual Integral en las escuelas debe ser financiada por los padres o que un hombre pueda renunciar a su paternidad si el preservativo que utilizó estaba roto. "La sociedad argentina eligió, pese a todo, y con todo en contra, ponerle un límite a la locura. Las cosas pueden estar mal. O muy mal. El Gobierno puede ser malo. O pésimo. Pero, aun así, no vale todo. La locura puede rendir hasta cierto punto. Y a partir de allí, ya no. A la gente le da miedo", dijo al respecto Ernesto Tenembaum, columnista del influyente portal Infobae.

Se despertó el peronismo

En las parlamentarias de 2021, el peronismo perdió cuatro millones de votos. Las primarias de agosto incrementaron en seis millones la sangría de adhesiones. El enojo con la situación económica había provocado una profunda desafección en sus electores tradicionales. Massa recuperó la mitad de esos sufragios. Se benefició con la mayor afluencia a las urnas, que pasó del 70% al 78% del padrón. El fenómeno Milei hizo a su vez que el sindicalismo, un vector importante de ese movimiento político, interviniera esta vez decididamente en la campaña. "Nos quieren sacar nuestros derechos laborales", gritaron a los cuatro vientos.

La militancia juvenil y femenina fue también crucial, especialmente en la provincia de Buenos Aires, el principal distrito económico y electoral de Argentina, donde se concentran además sus riquezas y miserias sociales. Axel Kicillof retuvo la gobernación con el 45% de los votos. Su victoria, en medio de dramáticas situaciones de pobreza e inseguridad, ha tenido el carácter de una hazaña que le permitió a Massa acrecentar su caudal. No pagó el precio del escándalo suscitado con el dispendioso viaje de placer en la Costa del Sol de su exjefe de ministros, Martín Insaurralde, con una modelo de OnlyFans. El peronismo se recuperó también en otras provincias donde había sido derrotado en recientes comicios regionales.

Un asunto que no es solamente argentino

La posibilidad de una victoria de Milei tensó fuerzas más allá de Argentina. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha jugado un papel no menor. De un lado, alertó a su colega de Estados Unidos, Joe Biden, acerca de los peligros que se cernían sobre la región de cumplirse las profecías. Un confeso seguidor de Donald Trump podía ocupar el Ejecutivo en uno de los países más importantes de América Latina. Pero, además, Lula puso al servicio de Massa su experiencia comunicacional para derrotar a Jair Bolsonaro en los comicios de octubre de 2022. Una veintena de especialistas comandaron la campaña del candidato peronista. Algunos de esos estrategas ya habían aconsejado a Gustavo Petro en Colombia.

La polarización entre democracia y barbarie dio sus resultados. El propio Pontífice ofreció una entrevista a la agencia de noticias oficial, Telam, para alertar sobre los peligros que conlleva seguir a un falso mesías. La prédica interna del presidente Alberto Fernández es muy escasa y por eso salió de escena. Esa irrelevancia en su propio territorio no le privó de viajar por el mundo para lanzar la llamada de alerta. Se lo hizo saber al francés Emmanuel Macron y, en Pekín, a Xi Jinping. China decidió entonces ayudar a fortalecer la capacidad del Banco Central argentino frente a las presiones del dólar.

Escenarios posibles

"Se comprende el goce con lo que no se esperaba, pero nunca se justificaría descansar en un efluvio que podría ser transitorio", previno Eduardo Aliverti, columnista del diario Página 12. No hay lugar para festejos apresurados. Massa ganó el primer partido de una final muy difícil. Su primer objetivo es evitar que la derecha tradicional, que reunió el 23% de los votos, apoye a Milei, quien ya le tendió su mano amistosa después de llamar a su candidata, Patricia Bullrich, "terrorista" y al alcalde capitalino, Horacio Rodríguez Larreta, "cucaracha". El anarcocapitalista debe combatir su propio instinto violento y mostrarse más atildado frente a aquellos que le temen. Encuentra dificultades para hacerlo. Sigue hablando del mal kirchnerista cuando esa vertiente política ha perdido su centralidad. Relaciona a Massa con Hamás y solo despierta aprensión. Tiene no obstante en sus manos la oportunidad de unificar al disperso mundo antiperonista.

Con su astucia acostumbrada, Massa obró en el sentido contrario en la noche del domingo. Vistió el traje de la mesura, prometió convocar a un Gobierno de "unidad nacional" con los mejores cuadros de la oposición, le abrió los brazos a la izquierda, que tiene el 3% de los votos y al centroderecha, que cosechó un 7%. Más allá de las gestiones a cielo abierto o puertas cerradas, lo que sucedió el domingo muestra que el electorado argentino puede ser impredecible y puede hacer oídos sordos a las recomendaciones de los dirigentes. El milagro del triunfo el 19 de noviembre dependerá del impacto de sus convites. Pero también del desempeño de la economía. Argentina está a pasos de la hiperinflación. Otra subida del precio del dólar puede fulminar las aspiraciones del candidato-ministro.

El peronismo, por lo pronto, tendrá la bancada mayoritaria en el Congreso, pero a 22 escaños del quorum propio en la Cámara de Diputados. La legislatura será un campo atomizado que obligará a negociaciones entre fuerzas irreconciliables. Algo así como la cuadratura del círculo.

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