Arma indiscriminada

Un millar de civiles han muerto en Ucrania a causa de las bombas de racimo

Bombas de racimo, un arma que divide a la OTAN y agrava el riesgo para los civiles

Estados Unidos cruza una línea roja con el envío de bombas de racimo a Ucrania

UKRAINE-CRISIS/KHERSON REGION

UKRAINE-CRISIS/KHERSON REGION / STRINGER

Carles Planas Bou

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La gran mayoría de países del mundo han prohibido las bombas de racimo, pero aun así sus efectos siguen siendo devastadores. Al menos 1.172 personas murieron o resultaron heridas en 2022 por el uso de una arma tan mortífera como imprecisa, la peor cifra de víctimas desde que hay registros. Del total, 987 fueron causadas por ataques perpetrados el año pasado, mientras que otras 185 lo fueron por restos de municiones. Un 95% fueron civiles. Así lo destapa el informe anual que Human Rights Watch (HRW) ha publicado este martes, donde constata que Ucrania se ha convertido en el principal escenario de su despliegue.

Las bombas de racimo o de fragmentación son proyectiles que se disparan por la artillería o la aviación y, antes de tocar tierra, se abren para diseminar una lluvia de submuniciones que descarga sobre el territorio enemigo. Esa característica la convierte en una arma muy efectiva contra tropas atrincheradas, pero su falta de precisión hace que los artefactos se desvíen del objetivo inicial y terminen golpeando las zonas civiles. Su rango de extensión geográfica puede equivaler al tamaño de varios campos de fútbol.

Es ese impacto en la población civil el que llevó a 112 países a ratificar la Convención sobre Municiones en Racimo (otros 12 la han firmado), que se pactó en 2008 y que explicita la prohibición de tanto su uso como fabricación o almacenamiento. Sin embargo, en esa lista de naciones faltan grandes potencias como Estados Unidos, China o Rusia. "Es inconcebible que los civiles sigan muriendo por ataques con municiones de racimo 15 años después de que estas armas fueran prohibidas", ha lamentado Mary Wareham, directora de defensa de armas de Human Rights Watch y autora del estudio.

"Es inconcebible que los civiles sigan muriendo por ataques con bombas de racimo 15 años después de que fueran prohibidas"

Mary Wareham

— directora de defensa de armas de Human Rights Watch

Más bombas en Ucrania

El informe de la oenegé denuncia que hasta 890 de las 987 víctimas del año pasado se registraron en Ucrania. Estas "armas abominables" se han usado desde el inicio la invasión que Rusia lanzó en febrero del 2022, especialmente por parte de Moscú, pero también de Kiev, que tampoco ratificó ese tratado del derecho internacional. La cifra de víctimas podría crecer en 2023. A principios de julio, el gobierno del presidente estadounidense Joe Biden anunció que enviaría bombas de racimo (una cantidad no especificada) a su aliado, contrariando a gran parte de los aliados de la OTAN que se oponen a su uso. La comercialización de estas armas por parte de la Casa Blanca, remarca HRW, "socava los principios" del derecho de la Convención.

HRW señala que esta arma también se usó el año pasado en Siria y en Myanmar, dos países marcados por el conflicto que tampoco han firmado el tratado internacional. En ambos casos, gran parte de las víctimas han sido civiles. Es por eso que Wareham ha remarcado la "urgente necesidad" de ampliar la lista de países que veta el uso de estos proyectiles.

Niños muertos

El efecto de las bombas de racimo es devastador a largo plazo, pues muchas de ellas —del tamaño de un puño— permanecen sin explotar, actuando así "como minas terrestres durante años". Su tasa de fallo gira en torno al 20%, si bien el Comité Internacional de la Cruz Roja incluso la ha elevado a casi un 40% de los casos. El estudio de HRW ha detectado que en 2022 hubo al menos 185 víctimas de restos de municiones que aún no habían explotado en Azerbaiyán, Irak, Líbano, Siria, Ucrania, Yemen y Laos. Curiosamente, unas 300 personas mueren al año en este país del sureste asiático a causa de las 80 millones de submuniciones lanzadas por EEUU hace más de medio siglo durante la Guerra del Vietnam que aún quedan por estallar.

Además, la falta de detonación al instante sigue cobrándose la vida de menores de edad de forma desproporcionada. El informe publicado este martes, de 96 páginas, destaca que hasta un 71% de las víctimas de restos de municiones de racimo fueron niños y niñas que no habían alcanzado los 18 años. Su pequeño tamaño, color y forma, señala HRW, puede atraer a los pequeños.

Destrucción de municiones

A pesar de esas malas noticias, la oenegé remarca que también hay aspectos positivos. Nigeria y Sudán del Sur han ratificado este año el texto que prohíbe el uso de las bombas de racimo. Desde 2008, los países que apoyan la Convención han destruido colectivamente casi 1,5 millones de municiones en racimo y 178,5 millones de submuniciones. El año pasado, los 26 países aún contaminados por estos proyectiles limpiaron colectivamente más de 93 kilómetros cuadrados de terreno afectado.

El informe ha sido elaborado por la Cluster Munition Coalition, la coalición mundial de organizaciones no gubernamentales cofundada y presidida por HRW. Sus conclusiones se presentarán el próximo lunes 11 de septiembre la 11ª reunión anual de la Convención sobre Municiones en Racimo que se celebrará en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra.