Guerra en el este de Europa

EEUU facilitará a Ucrania bombas de racimo

La invasión rusa de Ucrania, en directo

Un tanque ucraniano en la región de Járkov, este jueves.

Un tanque ucraniano en la región de Járkov, este jueves. / SERGEY BOBOK / AFP

Idoya Noain

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El gobierno de Joe Biden vuelve a cruzar otra línea roja que se había marcado en el envío de armas a Ucrania y este viernes ha anunciado que facilitará bombas de racimo a Kiev. La decisión, que llega rodeada de polémica y ha sido criticada por varios demócratas y grupos de derechos humanos, ha sido confirmada en una rueda de prensa de la Casa Blanca por el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, y después ratificada en el Pentágono por Colin Kahl, alto cargo responsable de política en Defensa.

Las bombas de racimo, también conocidas como munición de fragmentación, son bombas lanzadas desde aviones o por artillería que se separan en el aire en múltiples “submuniciones” o “pequeñas bombas”, con capacidad para alcanzar numerosos objetivos en un área vasta. Su uso es rechazado por grupos de control de armas y activistas de derechos humanos por su carácter indiscriminado y su impacto en civiles, especialmente niños, incluso después de una contienda. Se consideran el armamento con más nivel de fallos, dado que muchas de las submuniciones no llegan a detonar inicialmente, cerca del 20% según algunos grupos y hasta el 40% en algunos casos, según el Comité Internacional de la Cruz Roja.

Este armamento, además, está vetado por los 123 países que se han adherido desde 2008 a la Convención sobre armas en racimo. EEUU, Ucrania y Rusia no firmaron esa convención, que entró en vigor en 2010, pero sí lo han hecho la inmensa mayoría de aliados de EEUU en la OTAN, entre ellos Alemania, Francia, Reino Unido, Italia o España.

La Munición Convención Mejorada de Doble Propósito o DPICM por sus siglas en inglés, como se denominan las bombas de racimo que EEUU ha decidido enviar, forman parte de un paquete de ayuda militar a Ucrania de 800 millones de dólares, el número 42 desde que Rusia inició la guerra en febrero del año pasado y que eleva a 41.300 millones de dólares el dinero destinado por Washington a la asistencia militar a Kiev. Kahl no ha especificado cuándo se entregarán ni cuántas serán, hablando solo de cientos de miles, que saldrán de su propio arsenal.

Tanto él como Sullivan han argumentado que representan un "puente" para reforzar las capacidades de Ucrania en la contraofensiva mientras EEUU y los aliados intensifican la producción de armas convenciones. "No dejaremos a Ucrania indefensa en ningún momento de este conflicto", ha asegurado Sullivan, que ha afirmado que "es momento de empezar la construcción de ese puente para que no haya ningún periodo en verano o de cara al otoño cuando Ucrania esté escasa de artillería y por ello sea vulnerable a contraataques rusos".

Kahl, por su parte, ha reconocido "la urgencia del momento" y ha enmarcado el envío de la polémica munición en el contexto de la actual contraofensiva, reconociendo que "las cosas están yendo un poco más despacio de lo que algunos habían esperado".

Fallos y garantías

Ambos también han insistido en que la munición de racimo que EEUU entregará a Ucrania tiene índices de fallos por no detonación inferiores al 2,35%. Han comparado ese porcentaje al 30-40% de las bombas de racimo que, denuncian, ha estado utilizando ya en el conflicto repetidamente Rusia.

Han remarcado también que Ucrania ha dado garantías por escrito de que no las usarán en ambientes urbanos poblados, guardarán registros de dónde las emplean para ayudar luego a los trabajos para eliminar las que no han detonado y minimizar el potencial impacto en civiles. "El gobierno democráticamente elegido de Ucrania tiene todos los incentivos para minimizar el riesgo a civiles porque son sus propios ciudadanos", ha subrayado Sullivan.

Giro de Biden

Tanto el riesgo reconocido para civiles como las preocupaciones y reticencias de los aliados contribuyeron durante meses a que Biden se resistiera a las peticiones de Volodímir Zelenski, que había urgido también al Congreso a presionar a la Casa Blanca, argumentando que les ayudaría en la contraofensiva y a superar su desventaja tanto en artillería como en efectivos militares. Y finalmente el demócrata ha adoptado la "recomendación unánime" de su equipo de seguridad nacional, ante la lentitud de resultados de la contraofensiva de la que hablaba Kahl y tras consultar con los aliados. "Sentimos que de ninguna manera esto va a alterar la gran unidad con que llegamos a la cumbre de la OTAN en Vilna la semana que viene", ha dicho.

Aunque una ley de 2009 prohíbe a EEUU exportar bombas de racimo en caso de índices de fallos de las submuniciones por no detonación superiores al 1%, Biden puede saltarse esa limitación, como hizo en 2021 Donald Trump para un envío a Corea del Sur.

Las muestras del giro en la postura de la Administración del demócrata empezaron a llegar el mes pasado. En una comparecencia en junio ante el Congreso, una alto cargo de Defensa declaró que el Pentágono había determinado que la munición podría ser útil para Ucrania, “especialmente contra posiciones excavadas rusas en el campo de batalla”.

Efecto letal

Numerosos informes desde que comenzó la guerra en febrero del año pasado han constatado que tanto Ucrania como especialmente Rusia han usado bombas de racimo, y la Administración estadounidense ha acusado a las fuerzas de Moscú de estarlas usando "indiscriminadamente", contrastando ese empleo con el que aseguran que hará "meramente defensivo" Ucrania.

En los primeros seis meses de la contienda ese tipo de munición mató a 689 personas según el informe anual de la Cluster Munition Coalition, una campaña global de la sociedad civil que aboga por la erradicación de este armamento. Y ese mismo grupo en junio escribió una carta en la que recordaba que “cualquier alegación de posibles beneficios tácticos de la transferencia y uso de municiones de racimo a Ucrania en defensa de su territorio ignora tanto el daño sustancial que presentan para civiles como el consenso internacional sobre su prohibición”.