Tendencia en el Viejo Continente

Los cordones sanitarios contra la ultraderecha se diluyen en Europa ante el retroceso de la izquierda

Los conservadores y la ultraderecha pactan un Gobierno de coalición en Finlandia

La CDU alemana recalca su negativa a "cooperar" con la extrema derecha ni a nivel federal ni regional

El nuevo primer ministro finlandés, Petteri Orpo, durante la presentación de su gabinete, este viernes en Helsinki.

El nuevo primer ministro finlandés, Petteri Orpo, durante la presentación de su gabinete, este viernes en Helsinki. / KIMMO PENTTINEN / AFP

Marina Ferrer

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"No vamos a cooperar con ese partido ni en la Eurocámara, ni en el Parlamento federal ni en gobiernos regionales", enfatizó el viernes el líder de los conservadores alemanes, Friedrich Merz, defensor de una línea mucho más derechista que el centrismo que representó al frente de esa familia política Angela Merkel. Por "ese partido" entiende Merz, como su Unión Cristiano Demócrata (CDU), a Alternativa para Alemania (AfD). Es decir, el único partido del espectro ultraderechista presente en el Bundestag (Parlamento federal) y, según los sondeos, la segunda formación en intención de voto tras los conservadores de Merz y su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CSU).

No es la primera vez que Merz lanza esa proclama. Pero sí es notorio que lo haga cuando la AfD se ha disparado en los sondeos y sería su aliado potencial para reafirmarse en el este del país, donde los radicales son incluso la primera fuerza según los sondeos actuales. También lo es que eso ocurra cuando Alemania se está quedando sola en la defensa del cordón sanitario a todos los niveles, incluidos gobiernos regionales. En tiempos de Merkel al frente de la CDU se aprobaron sucesivas resoluciones rechazando toda cooperación con la AfD; con su retirada del poder, en 2021, se empezó a considerar que era cuestión de tiempo que el cordón se resquebrajara.

Finlandia dio este viernes un paso más en dirección contraria a la alemana. No solo por el relevo en el poder de su gobierno, que pasa de la socialdemócrata Sanna Marin al conservador Petteri Orpo, vencedor de las legislativas celebradas el pasado abril. También porque lo hará al frente de una coalición entre cuyos cuatro partidos se encuentra la ultraderechista Verdaderos Finlandeses. Un partido que ya fue aunque fugazmente socio de un anterior gobierno finlandés, entre 2015 y 2017, y que acabó saliendo de la coalición por su radicalismo.

Isla política

El tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales del canciller Olaf Scholz empieza a ser una isla política entre los gobiernos de Europa. Hace apenas un año, la socialdemocracia lideraba los ejecutivos danés, sueco y finlandés --además del noruego, fuera de la Unión Europea (UE), pero en la OTAN--. A finales del año pasado Suecia pasó a la coalición de centro-derecha que dirige Ulf Kristersson, con la ultraderecha como aliado "externo", pero marcando su agenda. Ahora se le juntó Finlandia, con los radicales dentro del ejecutivo. Y en España, está por ver si el resultado de las elecciones generales del 23 de julio revalida el Gobierno de coalición entre PSOE y Podemos o alumbra un ejecutivo conservador.

Redondea con ello un flanco este de la OTAN cada vez más derechizado --con la excepción noruega--, desde el báltico a Polonia, donde el ultranacionalista partido Ley y Justicia (PiS) del primer ministro Mateusz Morawiecki aspira a la reelección en los comicios nacionales que presumiblemente se celebrarán en octubre. Desde el PiS se aventura con la convocatoria de un referéndum coincidiendo con la fecha electoral, que aún no está fijada, para someter al voto ciudadano el plan de la Comisión Europea (CE) para la reubicación entre los estados miembros de los solicitantes de asilo o la obligación de abonar 20.000 euros por cada solicitud rechazada. Morawiecki asegura a diario que Polonia no aceptará imposiciones en materia de refugiados, recuerda que tiene en su territorio más de dos millones de ucranianos y parece dispuesto a convertir estos argumentos en su caballo de batalla para la reelección.

El partido de Morawiecki, cuyo líder es el halcón por antonomasia del país, Jaroslaw Kaczynski, representaba ya el ala dura de la Alianza Atlántica y la sumisión a Estados Unidos. Con el inicio de la invasión de Ucrania pasó a ser el estandarte de la máxima solidaridad hacia Kiev, además de ver refrendadas todas sus advertencias respecto a Moscú. Forma, junto con las tres exrepúblicas soviéticas bálticas --Letonia, Lituania y Estonia-- el bloque de la solidaridad casi incondicional a Kiev.

Ingreso en la OTAN

El vuelco político de Finlandia coincidió con la formalización de su ingreso en la OTAN, también en abril, precipitado por el inicio de la invasión rusa y a la espera de que Suecia logre la luz verde de Turquía para convertirse en miembro de pleno derecho de la Alianza. Desde la OTAN se insiste en que ello debe materializarse en la cumbre del próximo julio, en Lituania. Ankara, de momento, no cede.

El nuevo gobierno derechista de Estocolmo ya endureció sus leyes de inmigración, en parte para poder cumplir con los requisitos que le reclama Ankara a cambio de retirar sus objeciones al ingreso –la extradición de opositores kurdos a los que Turquía tacha de terroristas-. Pero también porque ese es el mandato del electorado de Kristersson y sus socios.

Este viernes, al presentar las líneas maestras del pacto de coalición con la ultraderecha y restantes socios, el finlandés Orpo abundó en los términos de contención presupuestaria y reducción del gasto público con que ganó las elecciones. La líder de Verdaderos Finlandeses, Riikka Purra, anunció por su parte "un cambio de paradigma" en materia migratoria. El reparto de carteras del nuevo Gobierno de Helsinki aún no se conoce, pero los radicales están ya marcando su agenda. Anuncian un endurecimiento de la política de inmigración y asilo, similar a la que ya aplica Suecia, reducción de cupos de acogida de solicitantes de asilo y recortes en los subsidios sociales.

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