Crisis en Francia

Macron evita el "mea culpa" y mantiene su impopular reforma de las pensiones

El presidente francés confía en que la reforma entre en vigor este año

En una entrevista televisiva acusa a los sindicatos de no haber querido negociar y de vivir "alejados de la realidad"

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante una entrevista ofrecida este miércoles en televisión.

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante una entrevista ofrecida este miércoles en televisión. / SEBASTIEN BOZON / AFP

Enric Bonet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con su habilidad comunicativa, pero también desconexión con los humores de la calle, el presidente francés, Emmanuel Macron, defendió este miércoles su impopular reforma de las pensiones: "¿Pensáis que podemos continuar con las mismas reglas? (...). No hay 36 soluciones si queremos que nuestro sistema esté equilibrado", aseguró el dirigente centrista en una esperada entrevista en las cadenas France 2 y TF1. A pesar de encontrarse en uno de los momentos más delicados de su presidencia, Macron prácticamente no hizo anuncios este mediodía y se concentró en defender la necesidad del aumento de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años (con 42 o 43 años cotizados para recibir una pensión completa). 

"¿Pensáis que me gusta hacer esta reforma? Hubiera preferido no hacerla", se defendió el presidente, quien justificó la medida —rechazada por más del 65% de los franceses, según los sondeos— por el déficit en el futuro del sistema de jubilación galo, uno de los más avanzados en Europa. Actualmente, es excedentario, pero acumulará un déficit de unos 13.000 millones de euros en 2030, lo que representará un 4% del gasto en pensiones, según los cálculos gubernamentales.

"No tengo como objetivo ser reelegido —en las próximas presidenciales en 2027 no podrá presentarse debido a la limitación constitucional de dos mandatos—. Pero entre los sondeos a corto plazo y el interés general del país, elijo el interés general del país", añadió. Después de dos meses de huelgas y manifestaciones —las más multitudinarias en el siglo XXI en Francia—, la temperatura subió todavía más en el país vecino tras la imposición de la reforma el jueves a través de un polémico decreto gubernamental, y sin una votación parlamentaria a posteriori que lo ratificara. Desde hace casi una semana, se repiten todas las noches los disturbios en París y otras grandes ciudades, además de los cortes de carretera y huelgas ilimitadas en algunos sectores durante el día.

Los sindicatos denuncian su "menosprecio"

Pese a la fuerte presión social, Macron dijo ser "estoico" y se mostró inflexible. Confirmó que mantiene el contestado aumento de la edad mínima de jubilación, que entrará en vigor de manera progresiva a partir del verano. Antes de ello, el texto deberá ser validado por el Consejo Constitucional (equivalente del Tribunal Constitucional), que podría retocarlo debido a los múltiples recursos legales utilizados para lograr una rápida aprobación de la medida. Diputados de izquierdas también impulsan la convocatoria de un referéndum sobre la reforma. Esta iniciativa ya está en manos del Consejo Constitucional y eso podría retrasar la aplicación del aumento de la edad mínima de jubilación, que ha generado una oleada de contestación.

"La muchedumbre no tiene legitimidad ante un pueblo que se expresa a través de sus representantes", ya había asegurado Macron el martes por la tarde en el Elíseo, unas declaraciones muy criticadas por parte de los sindicatos, puesto que esos mismos "representantes" no pudieron votar la reforma.

Aunque se mostró un poco más conciliador este mediodía, lanzó varios reproches a los dirigentes sindicales, a los que acusó de "no haber propuesto ningún pacto". "Hay una tendencia en nuestras democracias de alejarse de los principios de realidad", añadió refiriéndose a los detractores de la medida. Incluso tachó de "facciosos" a los manifestantes que cometen disturbios y los comparó con los trumpistas y los bolsonaristas que intentaron asaltar las instituciones en Estados Unidos o Brasil.

"¡Negación de la realidad y mentiras!", le respondió en un tuit Laurent Berger, secretario general de la CFDT, el sindicato (de orientación moderada) con un mayor número de afiliados en Francia y que lleva las riendas de las protestas junto con la CGT. La entrevista representa "una tomadura de pelo y un menosprecio para millones de personas que se manifiestan", criticó el cegetista Philippe Martinez. Las palabras del presidente difícilmente servirán para calmar la indignación de una parte de los franceses. Los sindicatos han convocado para este jueves una nueva huelga general, la séptima en los dos últimos meses.

Sin cambios en Matignon ni en sus políticas

A pesar de la caída de su popularidad a sus niveles más bajos desde la crisis de los chalecos amarillos, Macron no contempla cambios significativos en su Gobierno. La primera ministra, Élisabeth Borne, ha salido muy desgastada del pulso por las pensiones, pero continuará al frente del Ejecutivo. Algunas voces en el seno del macronismo presionan desde hace días para que haya una remodelación gubernamental. El ministro del Interior, Gérald Darmanin —un ambicioso exdelfín del conservador Nicolas Sarkozy— mueve sus peones para convertirse en el nuevo inquilino de Matignon. De momento, tendrá que esperar.

El dirigente centrista tampoco variará sus criticadas políticas. Ha defendido, sin embargo, su voluntad de mejorar aquellos mecanismos para tener en cuenta las duras condiciones de trabajo de algunas profesiones. A principios de su mandato, en 2017, él mismo había suprimido un dispositivo que ofrecía algunas compensaciones sociales a aquellos trabajadores de oficios más exigentes físicamente. 

También ha criticado el "cinismo" de aquellas "grandes empresas" que logran beneficios excepcionales y no los reparten entre sus trabajadores. Ha dicho que pedirá "una contribución excepcional" para que "los trabajadores puedan aprovecharse" de ese dinero. Esta medida no se corresponderá con un impuesto especial a los grandes grupos, sino un mecanismo para incentivar a los empresarios a distribuir un poco mejor sus ganancias entre sus asalariados, sobre todo aquellos que llevan a cabo prácticas controvertidas como la recompra de acciones. Pese a la oleada de indignación, Macron no cede. Y se mantiene firme en sus postulados ideológicos.