Integración europea

De la URSS a la UE: el pasado y futuro de Moldavia, Ucrania y Georgia

Chisinau, Kiev y Tbilisi quieren seguir el mismo camino que siguieron en el pasado Estonia, Letonia y Lituania

Desoligarquizar y optimizar los sistemas judiciales son las dos mayores prioridades para los tres países

Ciudad de Chisinau (Moldavia).

Ciudad de Chisinau (Moldavia). / DUMITRU DORU

Àlex Bustos

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Estonia, Letonia y Lituania fueron de las primeras repúblicas que formaban parte de la Unión Soviética que quisieron alejarse de Moscú. Consiguieron materializar esta aspiración entrando en la OTAN en 1999 y en la UE en la segunda década del presente siglo. En los años 90, todos los países que formaron parte de la URSS se toparon con muchas dificultades como estados independientes, especialmente en el ámbito económico y social. Sin embargo, de forma progresiva, las tres repúblicas bálticas consiguieron sortear el marasmo, modernizar sus economías y acercarse a Occidente.

Y en este 2022, otros tres países exsoviéticos dieron un paso muy importante para seguir sus pasos. Ucrania y Moldavia recibieron en junio el estatus oficial de países candidatos a formar parte de la unión, mientras que Georgia se le considera un país potencialmente candidato. Bruselas les pidió reformas, con especial ahínco a Tbilisi, que aún no es oficialmente candidato, en campos como la independencia judicial, la desoligarquización, la corrupción o la transparencia, y confía que podrá haber concluido las negociaciones en 2030.

Ucrania ya miró hacia la Unión Europea en 2013, cuando el presidente del momento, Víktor Yanukóvich, estuvo a punto de firmar el Acuerdo de Libre Asociación con Bruselas. Finalmente se echó para atrás, lo que encendió la chispa que prendió el polvorín ucraniano: se produjeron las protestas del Maidán y hubo mucha conflictividad social en diferentes partes del país, tanto por parte de grupúsculos de extrema derecha violentos como de sectores más prorrusos en el este del país, que ocuparon edificios públicos y rechazaban cualquier acercamiento a Occidente. Esa tensión derivó primero en la guerra del Donbás entre los rebeldes, apoyados por Moscú, y el Gobierno central de Kiev, que acabó derivando en invasión rusa del estado vecino en febrero.

Para este país de Europa Oriental, la prioridad consiste en este momento recuperar el control de todo el territorio reconocido por la comunidad internacional, y mantener una paz duradera dentro de sus fronteras. Debido a las dificultades derivadas de la presencia de tropas rusas, la implementación de cualquier reforma es a día de hoy prácticamente imposible. Sin embargo, en el inicio del conflicto, Kiev ya inició el proceso de "desoligarquización" en noviembre de 2021, que incluía establecer una lista oficial de oligarcas para impedir que estos hicieran donativos a partidos políticos, una iniciativa que el presidente ucraniano defendió asegurando que quería construir "un estado para 40 millones de habitantes, no solo para los cien de la lista de Forbes". Sobre esa reforma pasada explica el analista de riesgo de S&P Global Alex Kocharov que es importante reducir el poder de estos magnates, ya que los señalados en dichas listas "no verían con buenos ojos acercarse a la UE porque se crearían nuevas oportunidades para los competidores, así como para emoresarios que vendrían de la Unión Europea".

 Tbilisi también intentó acercarse a principios del milenio tanto a la UE como a la OTAN de la mano de su expresidente Mijáil Saakashvili, actualmente en la cárcel. Años más tarde, tras un breve conflicto con Rusia en 2008, pero aún abierto para los georgianos, Georgia prefirió mirar hacia Bruselas,y según datos del National Democracy Institute, el 74% de los georgianos está a favor. A pesar de contar con tanto apoyo, Bruselas pidió al país mayores reformas y le dio un plan con 12 puntos a tratar para ganarse la candidatura oficial como Kiev y Chisinau, principalmente focalizados en proteger las libertades, reducir la polarización política y el poder de los oligarcas y mejorar la independencia judicial.

Sin el control de todo el estado

El último de los tres que ha tomado el camino hacia la pertenencia a la Unión Europea ha sido Chisinau, de la mano de la pro-europea y de centro-derecha Maia Sandu y su partido, el PAS, durante el cuál Moldavia deberá superar algunos escollos importantes.

Mihail Popsoi, portavoz del Parlamento y miembro del partido del Gobierno, comenta a EL PERIÓDICO que, de entrada, “la inmensa mayoría de los ciudadanos moldavos están a favor de unirse a la UE”, además de que “una parte significativa de ellos ya son ciudadanos europeos al tener pasaporte rumano”. Concretamente, según los datos de la consultora moldava Magenta cerca del 60% de los ciudadanos estarían a favor de pertenecer a la UE, mientras que un 31% que se posiciona en contra.

Un problema que comparten los tres países para entrar en la UE consiste en que sus gobiernos no controlan el 100% del territorio reconocido internacionalmente, como es el caso de Abjazia y Osetia del Sur en Georgia, independientes de facto ; Crimea y partes del sur y este de Ucrania; y Transnsitria en la propia Moldavia. Explica el analista independiente Cristian Vlaas que, en el caso de Moldavia, “el separatismo daña la integración europea, impidiendo la aplicación del tratado de libre comercio y la plena aplicación de los mecanismos de protección de los derechos humanos y las leyes moldavas”.

Aunque tener estos territorios rebeldes es una rémora para sus respectivos estados, apunta Popsoi que sería injusto negar la entrada a la UE a estos países por esta razón. “Chipre es un miembro de pleno derecho en la UE y a día de hoy sigue teniendo el conflicto de Chipre del Norte” recuerda el parlamentario moldavo.

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