Diplomacia en el este de Europa
Moldavia, entre la espada de Rusia y la pared de Ucrania
Las relaciones entre Moscú y Chisinau no pasan por su mejor momento dada la tendencia proeuropeísta de la presidenta Maia Sandu
El Kremlin, único proveedor de gas del país, somete al país a presiones económicas y políticas
Àlex Bustos
Periodista
El pasado lunes la ciudad de Naslavcea, al norte de Moldavia y cerca de la frontera con Ucrania, se despertaba con el estruendo de un proyectil aéreo. No hubo víctimas en el incidente. Rusia no ha hecho ninguna declaración al respecto, pero Chisinau ya ha tomado cartas en el asunto. Ha optado por expulsar a un diplomático ruso, ya que apuntan a las tropas del Kremlin como culpables del disparo del misil. Las relaciones entre ambos países no pasan por su mejor momento, dada la tendencia proeuropeísta de la actual presidenta de Moldavia Maia Sandu, el comercio de gas y la presencia de soldados rusos en parte del territorio moldavo.
El país euroasiático es el único proveedor de gas natural de Chisinau. Tener la llave del gas hace que Moscú pueda "instrumentalizar la dependencia energética de Moldavia de dos maneras", asegura Dionis Cenusa, analista político del think tank moldavo Expert Group. "Por un lado, Moldavia sigue comprando gas a Rusia a través de un contrato firmado por el Gobierno moldavo en octubre de 2021", explica. Los precios ofrecidos por la empresa estatal rusa Gazprom son más baratos que los de otros proveedores, más acorde al precio de mercado, aunque paga un precio político por este hidrocarburo. Moldavia no se podría permitir subidas de precio significativas y la firma del nuevo contrato de 2021 ya complicó el día a día de muchos moldavos de a pie, que para poder calentarse en invierno optan por usar leña, más barata.
Por otro lado, -añade Cenusa-, "Moldavia depende de la electricidad producida en la región separatista (Transnistria), que utiliza gas ruso para producir la energía consumida dentro de la región y exportada al territorio controlado por las autoridades constitucionales moldavas". Esto conlleva que las autoridades de este Estado sin reconocimiento pueden presionar a Chisinau reduciendo el gas o la electricidad que llega al resto del país, dándole poder de negociación respecto a la capital del país.
Esta presión política y económica tensa el contexto moldavo y, según este analista, "la población tendrá dos soluciones, emigrar o salir a protestar contra el Gobierno". Señala, por ejemplo, el partido Shor, que "está explotando la frustración pública actual para crear la impresión de que el Gobierno es incapaz de sacar el país de la crisis energética". Esta formación, liderada por el oligarca Ilan Shor, es de corte proruso y recientemente organizó una acampada de protesta contra el Gobierno en la calle principal de la capital moldava.
Dos regiones rebeldes
Hay dos partes de Moldavia con vínculos más estrechos con Moscú que el resto. Una es Gagauzia, una región autónoma situada en el sureste. Aunque la más conocida en el exterior es el estado sin reconocimiento de Transnistria, el llamado "último reducto de la Unión Soviética" por su uso extendido de simbología comunista a pesar de ser una economía de mercado controlada principalmente por un holding empresarial. Es también el único territorio del país con presencia de tropas rusas, según Moscú, "tropas de paz", desde que finalizó la guerra civil en 1992. En el pasado, las autoridades transnistrias han defendido su integración dentro de Rusia, aunque a día de hoy no se habla de esta posibilidad.
Explica Cristian Vlas, investigador independiente especializado en Moldavia, que "no es realista para estas regiones -Transnistria y Gagauzia- convertirse o declararse partes de Rusia, ya que ambas están demasiado integradas en la economía moldava y bastante dependientes del mercado de la UE, incluyendo Transnistria". Argumenta que en el contexto actual, "con Rusia perdiendo terreno en el sur de Ucrania (...) se podría decir que Moldavia está segura de una posible agresión rusa y, por lo tanto, de una anexión parcial".
La rusofilia de Gagauzia es también una preocupación de Chisinau. En esta parte del país los partidos prorrusos obtienen mayorías claras en las elecciones. La región, además, es mayoritariamente rusófona, la población consume medios rusos y el idioma rumano apenas se usa.
También añade el analista que las fuerzas políticas prorrusas de la región "están impacientes por usar las preocupaciones de la gente y su frustración para pedir a Chisinau renegociar el contrato con Gazprom y mejorar las relaciones con Moscú, a pesar de la guerra".
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