TRANSICIÓN ECOLÓGICA

Macron, el “presidente verde” que ama la energía nuclear

El anuncio de la construcción de seis reactores nucleares supone un giro en la estrategia de los últimos gobiernos franceses

La actual crisis energética favorece el postulado del presidente francés, que ha contrariado al movimiento ecologista

Planta de energía nuclear situada en Nogent -sur-Seine.

Planta de energía nuclear situada en Nogent -sur-Seine. / Imagen cedida por Electricité de France (EDF)

Enric Bonet

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Desde su famoso “Make our planet great again” en 2017, el presidente francés, Emmanuel Macron, se ha caracterizado por sus discursos aleccionadores sobre la urgencia climática. En la apertura de la COP 26 de Glasgow, hizo otra demostración de esta costumbre macronista.  “Francia y la Unión Europea cumplen actualmente con sus obligaciones” para limitar en +1,5 °C el calentamiento global, aseguró. Esta supuesta ambición verde del joven dirigente no solo contrasta con su balance lleno de claroscuros en esta materia —la Justicia ha condenado recientemente al Estado francés en varias ocasiones por inacción climática—, sino también por su controvertida apuesta por la energía nuclear.

“Vamos a reimpulsar la construcción de reactores en nuestro país (…) para garantizar la independencia energética de Francia (…), el suministro de electricidad de nuestro país y alcanzar nuestros objetivos, en concreto, la neutralidad carbono en 2050”, dijo el dirigente centrista en su discurso televisivo del martes. Así oficializó su voluntad de construir seis nuevas centrales nucleares, como ya lo había apuntado a mediados de octubre el diario conservador Le Figaro. Una medida destinada a renovar el parque nuclear en el país vecino, donde 49 de los 56 reactores llevan en funcionamiento desde hace más de tres décadas. Su caducidad se estima en 40 años, pero puede alargarse.

Este anuncio supone un giro en la política de los últimos gobiernos franceses de reducción del peso del sector nuclear, que produce cerca del 70% de la electricidad en Francia. Aunque a paso de tortuga, Macron siguió esta tendencia en los primeros años de su mandato. En 2019 anunció el cierre de la central de Fessenheim, en Alsacia. No obstante, “se ha producido un cambio en su visión sobre la energía nuclear en estos últimos tiempos”, explica a El Periódico Kako Naït Ali, ingeniera sobre materiales y consultora en temas energéticos.

Las energías renovables “insuficientes”


La apuesta macronista por lo nuclear está relacionada con la publicación el 25 de octubre por parte de RTE, la empresa que gestiona la red de transporte de electricidad, de un extenso informe sobre el futuro del sector eléctrico en Francia sin petróleo ni gas. Según este documento, un abandono total de las energías fósiles con un 100% de renovables tendría un coste de entre 70.000 y 80.000 millones de euros anuales, mientras que el hecho de contar con una parte de producción nuclear lo limitaría a 60.000 millones. Una nueva moda por lo nuclear favorecida también por la actual crisis de los precios de la energía.

“La descarbonización de la economía comportará un aumento de la demanda de electricidad”, debido a la extensión de los coches eléctricos o la producción de energía con hidrógeno, “y esto hace que las renovables resulten insuficientes”, sostiene Naït Ali, que trabaja en una compañía eléctrica con intereses en el sector nuclear y cuya visión coincide con la de las autoridades galas. En cambio, las asociaciones ecologistas reprochan al ejecutivo centrista que utilice estas proyecciones energéticas para justificar sus tesis pro-nucleares. Y que infravalore el ahorro de energía a través de cambios en los estilos de vida y medidas a favor de una mayor sobriedad.

En su plan de inversiones de futuro Francia 2030, Macron ya anunció su voluntad de destinar unos 1.000 millones —de un total de 30.000 millones— para desarrollar la energía nuclear, mientras que las renovables se conformaban con 500 millones. En concreto, estos fondos servirán para promover la creación de pequeños reactores, menos costosos y más seguros. Pero estas nuevas infraestructuras “se encuentran en unos niveles de desarrollo muy incipientes y no estarán disponibles hasta mediados de la década de 2030. Seguramente se destinarán a la exportación”, afirma Naït Ali.

“Ningún reactor nos salvará de la crisis”


Aún más polémica resulta la alianza de Francia con varios países de Europa del Este, varios de ellos con ejecutivos nacionalistas y neoconservadores, para que la Unión Europea considere la nuclear como una fuente energética verde. Francia, Hungría, Polonia, República Checa o Bulgaria están presionando la Comisión Europea para que incluya en diciembre el gas natural y la energía del átomo en su taxonomía verde, la lista de renovables cuyo financiamiento se verá incentivado.

Una apuesta implacable por lo nuclear que provoca úlceras en asociaciones y partidos verdes. “No hay ningún reactor que nos salvará de la crisis. Esto supone encerrarse en un modelo de desarrollo que nos pone en peligro”, criticó la ecologista Sandrine Rousseau, refiriéndose al riesgo de un accidente nuclear con consecuencias trágicas.

“También hay el problema de la gestión de los residuos —radioactivos durante miles de años—. Es uno de los ángulos muertos de la discusión actual sobre lo nuclear y de las proyecciones que hace el presidente de la República”, lamentó Yves Marignac, de la asociación négaWatt. Unos argumentos a favor del apagón nuclear que Macron prefiere obviar en su nuevo idilio con la energía del átomo.

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