Crisis en el país asiático

Talibanes 2.0: el mismo lobo pero con distinto pelaje

Los insurgentes de la segunda década del siglo XXI no difieren de los que gobernaron Afganistán a finales de los 90, aunque ahora buscan convencer y modular su discurso

Combatientes del grupo insurgente patrullan por la ciudad de Jalalabad, el 17 de agosto.

Combatientes del grupo insurgente patrullan por la ciudad de Jalalabad, el 17 de agosto. / STRINGER

Adrià Rocha Cutiller

Adrià Rocha Cutiller

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Los talibanes nunca han desaparecido, aunque en alguna ocasión de los últimos 20 años pudiese haberlo parecido en el mundo occidental. Ni estaban escondidos ni se hallaban en la sombra. De hecho, antes de su victoriosa ofensiva final ya controlaban cerca de un tercio de Afganistán. Hacían y deshacían, regían y mandaban sobre una parte muy importante de la población afgana, sobre todo la rural.

Las duras normas que imponen los talibanes, de las que el mundo habla ahora, no son nuevas. Han sido las de siempre: burka obligatorio para las mujeres, prohibición de escuchar música -y crearla-, prohibición de que una mujer ría o camine con tacones, de que vaya por la calle con un hombre que no sea su padre o su marido -o que chatee con él por teléfono-, que estudie y trabaje o que un hombre se afeite, entre otras prohibiciones.

"Seguimos nuestras propias normas. Tenemos este derecho. Nadie debe de preocuparse de los afganos. El Emirato Islámico de Afganistán [el nuevo nombre oficial que los talibanes han dado al país] cree en los derechos de las mujeres. Dios y el Corán dicen que las mujeres son una parte importante de la sociedad, y nos regiremos en base a lo que dice el libro sagrado", dijo esta semana el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, en el centro de prensa de Kabul. Su discurso fue conciliador -aceptó preguntas de periodistas locales e internacionales-, pero ambiguo.

Un grupo de talibanes monta guardia a las afueras del aeropuerto Hamid Karzai de Kabul, el pasado 16 de agosto.

Un grupo de talibanes monta guardia a las afueras del aeropuerto Hamid Karzai de Kabul, el pasado 16 de agosto. / STRINGER

Es un cambio respecto de los talibanes que gobernaron Afganistán en la década de los 90: aquellos no buscaban tener ningún tono conciliador ni ser aceptados por un mundo que, ahora, discute sobre cómo acomodarse ante los nuevos amos de Afganistán.

Pero Mujahid -que en su rueda de prensa prometió una amnistía para los funcionarios de la Administración afgana y para los miembros del Ejército regular del país y que dijo que permitiría que la prensa trabajase libremente- es el mismo Mujahid que hace unos pocos meses compartía vídeos de soldados acribillados a balazos y ejecutados en combate. Los talibanes, durante su avance, fusilaron a decenas de soldados, mataron a funcionarios, a un cómico cuyo crimen era hacer reír a la gente e iban, en las ciudades que conquistaban, casa por casa a buscar a mujeres y hombres que hubiesen estado en su contra.

Los nuevos amos

rendíos a nosotros o moridprotestar en la ciudad de Jalalabadla bandera de Afganistán

Testimonios hablan de cómo los talibanes buscan por Kabul y otras ciudades a abogados, periodistas, activistas y opositores, tanto hombres como mujeres, tal y como denunció esta semana un informe de la ONU. De cómo han puesto controles en todos los accesos y de que no hay forma de escapar. De los que son capturados, ya no se sabe nada.

Imágenes difundidas por Al Jazzera de talibanes tras tomar el control del palacio presidencial de Kabul, el pasado 16 de agosto.

Imágenes difundidas por Al Jazzera de talibanes tras tomar el control del palacio presidencial de Kabul, el pasado 16 de agosto. / AFP

"Las imágenes dramáticas del aeropuerto de Kabul pueden sugerir al mundo exterior que, en este momento, todos los que tienen miedo están intentando salir del país. No es cierto", escribe Martine van Bijlert, cofundadora de la Red de Analistas de Afganistán, un 'think tank' dedicado al país centroasiático, en un artículo publicado en su web. "Hay muchísima más gente que está en casa, insegura por cómo será su futuro y por si les perseguirán a ellos o no. Por un lado, parece seguro decir que no todos los que colaboraron con la intervención internacional serán perseguidos. Pero por otro lado, es difícil de saber a quién castigarán los talibanes", añade esta analista.

Hay algo, sin embargo, que sí es seguro: "Nadie cree que no habrá represalias y castigo alguno. De hecho, ya hay algunas personas que han sido secuestradas silenciosamente de sus casas”, dice Bijlert.

Siglo XXI

Pese a todo, y a parte del discurso, sí que existen diferencias entre los talibanes que llegaron al poder en Afganistán en 1996 y fueron expulsados por Estados Unidos en 2001 y los que han tomado el poder en 2021 después de que Washington se lo haya entregado en bandeja.

Insurgentes recorren subidos a un vehículo una calle en la provincia de Laghman.

Insurgentes recorren subidos a un vehículo una calle en la provincia de Laghman. / AFP

Los talibanes de los 90 fracasaron, en parte, porque no supieron gobernar las instituciones del país. Eran guerrilleros, soldados y militares, y tenían experiencia en las montañas manejando fusiles y lanzacohetes, pero no sabían de palacios presidenciales y diplomacia internacional.

Ahora siguen sin tener mucha experiencia, pero durante estos últimos 20 años han gobernado en las zonas rurales afganas. Allí, hace años que imponen la 'sharía', la ley islámica. No obstante, "la transición de ser un grupo que usa el terrorismo entre otras tácticas para conseguir sus objetivos a un gobierno que tendrá que rendir cuentas y dejar espacio para la pluralidad de la población afgana, sus opiniones y estilos de vida, no será fácil", asegura Bijlert.

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