Crisis sanitaria global

El histórico movimiento antivacunas de Alemania persiste en plena pandemia

El fenómeno, diverso, heterogéneo y activo en las manifestaciones anti-coronavirus, tiene sus raíces en el siglo XIX

Protesta contra las restricciones por el coronavirus en Berlín

Protesta contra las restricciones por el coronavirus en Berlín

Andreu Jerez

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Alemania es uno de los países con uno de los mayores movimientos contra las restricciones frente a la pandemia de Europa. Prácticamente desde las primeras medidas hace casi un año comenzaron a organizarse concentraciones y formarse foros críticos contra las restricciones a la vida social, económica y de los derechos fundamentales.

El movimiento anticorona es la expresión de descontento social más heterogéneo que se recuerda en el país: en él participan desde negacionistas del virus hasta militantes ultraderechistas, pasando por ciudadanos temerosos de una deriva autoritaria de la República Federal, pequeños empresarios que ven peligrar sus negocios – o que ya los han perdido – por las restricciones, militantes del esoterismo y de las más diversas teorías conspiranóicas, practicantes de la medicina alternativa y también opositores a la vacunación.

Este último grupo es, de todos ellos, probablemente el de mayor tradición en la historia. El movimiento antivacunas es centenario en Alemania. A principios del siglo XX, después de que el Reich decidiera introducir la primera vacuna obligatoria contra la viruela a finales del XIX, la Asociación Alemana para el Combate de la Vacunación llegó a sumar 300.000 miembros, como explica Malte Thießen, director del Instituto de Historia regional westfaliana, en un artículo sobre la evolución de la inmunización en la historia moderna germana.

El movimiento antivacunación alemán se nutrió entonces de una militancia diversa: desde círculos socialistas y comunistas, que se oponían al autoritarismo estatal, hasta liberal-conservadores y religiosos. Estos últimos veían en la vacunación una intromisión humana en la voluntad divina. Esa heterogeneidad se ha mantenido hasta nuestros días.

Peculiaridades históricas

La resistencia a las vacunas en la historia moderna europea no sólo se ha dado en Alemania. Sin embargo, la tradición alemana presenta una serie de peculiaridades que parecen haber contribuido a sostenerla con vigor en el tiempo precisamente en un país con un desarrollo científico tan destacado.

“El estilo de vida alternativo tiene una larga tradición en Alemania”, explica el historiador Thießen a EL PERIÓDICO. “Parte de la idea de que el cuerpo humano se robustece y mejora no a través de sustancias artificiales como las vacunas, sino de estímulos naturales como el deporte, la dieta, la luz y el aire. Y esa idea sigue muy extendida todavía hoy en movimientos alternativos de Alemania”.

Acudir a las marchas contras las restricciones por la pandemia dan cuenta de esto último: en ellas se suele ver grupos de yoguis, pancartas contra la vacunación obligatoria, banderas con el símbolo de la paz o con sentencias como esta de Mahatma Gandhi: “El futuro depende de lo que hagamos hoy”. Ante las nuevas vacunas contra el covid-19, desarrolladas y aprobadas de urgencia en pocos meses, también cunde la desconfianza o el escepticismo en partes nada despreciables de la población.

Según una reciente encuesta realizada por la empresa demoscópica YouGov por encargo de la agencia de noticias DPA, la disposición a vacunarse contra el vovid-19 aumentó el pasado diciembre ligeramente en Alemania hasta el 67%. Un 20% sigue, sin embargo, oponiéndose a las nuevas vacunas contra el coronavirus. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que la inmunización colectiva se alcanza con una cuota de vacunación de entre el 60 y el 70% de la población.

La paradoja nazi

Una mirada a la historia de la vacunación en la Alemania moderna depara sorpresas: por ejemplo, que frente a la obligatoriedad de la vacunación impuesta por el Estado contra la viruela y otras enfermedades durante el periodo del Reich y el posterior de la República de Weimar, la llegada de los nazis al poder en 1933 trajo consigo en un primer momento una postura basada en la voluntariedad.

No deja de ser paradójico que mientras servicios médicos nacionalsocialistas realizaban terribles experimentos científicos con presos de campos de concentración para buscar métodos de esterilización con un objetivo eugenésico, el régimen de Hitler diese más libertad a sus ciudadanos para elegir si vacunarse o no. El editor de la publicación nazi “Der Stürmer”, Julius Streicher, llegó a escribir que las vacunas eran “una vergüenza racial” inventada por los judíos.

 “Muchos opositores a las vacunas se entusiasmaron con la llegada de los nazis al poder: en el partido nazi tenía prominentes miembros del movimiento antivacunas, como Heinrich Himmler y Rudolf Hess. Incluso Adolf Hitler era considerado cercano al fenómeno”, explica el profesor Malte Thießen. Las esperanzas de los antivacunas se vieron, sin embargo, sólo cumplidas parcialmente: “A lo largo de los años 30, sus organizaciones fueron siendo prohibidas. Los nazis no tenían interés en que quisieran colaborar en el terreno de la política de salud. La relación de los nazis con la vacunación fue, en definitiva, ambivalente”.

Esa ambivalencia nazi frente al movimiento antivacunas todavía muestra secuelas en la sociedad alemana actual: por ejemplo, que haya intereses cruzados entre estructuras ultraderechistas y el sector más radical de los antivacunas, como queda patente en las marchas contra las restricciones por la pandemia. Sería injusto, sin embargo, decir que todos los antivacunas simpatizan con el neonazismo. Buena parte de ellos prefieren simplemente que la decisión de inyectarse una sustancia se base en una decisión libre e individual frente a los que abogan por la imposición en favor de la inmunización colectiva, un debate tan viejo como la propia invención de la vacuna.

¿Vacunación obligatoria?

 La gestión de la pandemia ha vuelto a poner encima de la mesa un tabú en la República Federal: políticos como el socialcristiano Marcus Söder, primer ministro del estado libre de Baviera, propuso introducir la vacunación obligatoria para trabajadores y trabajadoras de las residencias de ancianos u otras profesiones de cuidados a la tercera edad. La propuesta generó rechazo en prácticamente todo el espectro político.

La experiencia histórica demuestra que la vacunación obligatoria es menos efectiva que la información y la educación, asegura el investigador Malte Thießen: “En la década de los 30 del siglo pasado se introdujo en Alemania la vacunación voluntaria contra la polio y la difteria. Al mismo tiempo, regía una vacunación obligatoria contra la viruela. Y la cuota de vacunación contra la polio y la difteria fue siempre mayor que contra la viruela”.

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