Crisis en el país caribeño
Venezuela, en punto muerto
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
Abel Gilbert
Ni ron ni aguardiente. Tampoco cocuy, el espirituoso destilado típico de Venezuela. Las ventas de bebidas alcohólicas cayeron entre el 75% y el 80% en Caracas. "Cada día son más los comercios cerrados", dice Carlos Salazar, presidente de la Cámara de Licores (Calicor). Los sabores se pierden como las raíces en un país que ha visto partir a más de 3,5 millones de personas en los últimos años. Aquellos que se quedan no encuentran razones para brindar por el pronto regreso de los suyos o el amor que surge entre los escombros. Mucho menos para celebrar una inminente victoria política. El "empate catastrófico" entre maduristas y opositores se ha convertido en uno de los componentes de esta crisis sin solución a la vista. Tan reconocible como los apagones y la escasez de agua, la falta de alimentos, medicinas y transporte o la violencia urbana.
La nueva ronda de negociaciones que se ha iniciado bajo el auspicio de Noruega y el recelo de EEUU para encontrar una salida negociada al conflicto interno corre otra vez con desventaja. No solo por la desconfianza e inquina que existe a uno y otro lado de la mesa. Es en la sociedad donde anida la sensación de que las partes en liza no pueden imponer condiciones al otro. Y menos salir del laberinto. Sus aspavientos y bravatas no hacen más que acompañar el derrumbe. El PIB caerá este año un 23% según la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL). El FMI contabiliza una pérdida del 65% del PIB en los últimos seis años.
Nicolás Maduro siempre ha gobernado al filo del abismo. Se acercó por primera vez a él en el 2014. Hace dos años volvió a acecharle el peligro. Después de meses de protestas callejeras sembradas con la sangre de más de 130 muertos, convocó elecciones constituyentes. Se realizaron el 30 de julio del 2017 sin el aval de la oposición. Hasta la empresa contratada para el recuento hizo impugnaciones. Maduro celebró su triunfo sin ruborizarse. Si bien se propuso "mejorar" la Carta Magna promovida por Hugo Chávez en 1999, la Asamblea funcionó en la práctica como un contrapoder del Congreso. Casi un año más tarde, el presidente fue reelegido en otros comicios controvertidos y se desencadenó la fase más intensa del conflicto. Así se llegó a la autoproclamación del diputado Juan Guaidó como presidente "encargado" el pasado 23 de enero.
Guaidó tuvo el reconocimiento de Estados Unidos y de otros 54 gobiernos. Prometió avanzar hacia el Palacio de Miraflores sin demoras y expulsar al "tirano". Pero su marcha triunfal se encuentra a estas alturas en punto muerto. "No vamos a desmayar ni un segundo hasta aliviar el sufrimiento de los venezolanos", acaba de jurar. Sus augurios nunca se han cumplido y ya forman parte de una antología de la impotencia colectiva. Los seguidores del "presidente encargado" se han cansado. Cada vez salen menos a la calle.
Sociedad empobrecida
Maduro está lejos de sentirse ganador de esta pugna. Administra un país donde el salario mínimo llega a los 3,55 dólares debido a la constante depreciación de una moneda, el bolívar soberano, que no tiene un año de existencia. Buena parte de la sociedad empobrecida recibe además un bono alimentario de 2,2 dólares (1,9 euros).
El Gobierno atribuye gran parte de la hecatombe a las duras sanciones económicas estadounidenses, endurecidas con el decreto firmado por Donald Trump por el que Washington bloquea las propiedades del Gobierno venezolano en Estados Unidos. Venezuela se perfila como el nuevo demonio hasta en las ficciones. 'Amazon Prime Video' anunció que en su segunda temporada, Jack Ryan, el agente de la CIA creado por Tom Clancy, se enfrentará con el mismísimo Maduro y los rusos. Ryan, se presume, ganará el pulso en medio de tiros y escapes imposibles. Pero en la política "real" nada cambiará por el momento.
Abandonos
El "empate catastrófico" es el caldo de cultivo de todo tipo de abandonos. La deserción escolar alcanza a su vez al 30% de los estudiantes. De acuerdo con Raquel Figueroa, la directora de la Unidad Democrática del Sector Educativo (Udse), la pobreza ha sacado a los jóvenes de las aulas. El otro factor es la migración. Más de un 30% de los médicos también se han ido. El éxodo no solo transfigura las ciudades y distorsiona el mercado inmobiliario al punto de que un apartamento valorado en 180.000 euros puede llegar a comprarse por un cuarto de su valor.
Uno de los pocos "oficios" que crece en la desolación es el de cuidadores de propiedades de quienes se fueron sin haber podido venderlas. "Casa Viva" es una empresa creada por Emiliana Romero para atender esas necesidades. Ella le garantiza a esas familias que "el día que quieran volver" tendrán "sus casas perfectas”. Pero ese día aparece lejos en el calendario. El futuro llegó hace tiempo a Venezuela. Se parece a un conflicto permanente y sin ganadores: todos pierden.
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