INVESTIGACIÓN

El Estado Islámico asume la autoría de los atentados en Sri Lanka

Funeral por las víctimas de los atentados en Sri Lanka, este martes, en una iglesia de Negombo.

Funeral por las víctimas de los atentados en Sri Lanka, este martes, en una iglesia de Negombo. / periodico

Adrián Foncillas

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Los 359 muertos (cifra actualizada a primera hora del miércoles) y más de 500 heridos en Sri Lanka son la factura por Brenton Harris. Es la teoría que maneja el Gobierno ceilandés: los atentados del Domingo de Resurrección son la venganza por la masacre de musulmanes que aquel supremacista australiano perpetró en dos mezquitas de Nueva Zelanda el mes pasado. Estas sospechas se han hecho públicas casi al mismo tiempo que el Estado Islámico ha asumido la autoría de los ataques.

Las investigaciones preliminares sugieren que la cadena de explosiones en iglesias y hoteles de Sri Lanka "se hizo en represalia por el ataque a musulmanes de Christchurch", ha afirmado este martes Rujan Wijewardene, ministro de Defensa, en el primer pleno parlamentario tras los atentados. No ha aclarado en qué apoya esa asunción que es compatible con la enfermiza lógica de agravios que mueve al extremismo religioso pero que chirría con la larga preparación que precisan unos atentados tan sofisticados como los del domingo. Requieren la elaboración de explosivos, pisos francos, el adiestramiento de los suicidas y la compañía para evitar deserciones de última hora... Los expertos hablan de meses y no de las cinco semanas que separan Sri Lanka de Nueva Zelanda.

El ministro también ha apuntado a una segunda organización extremista, Jammiyathul Millathu Ibrahim. Ayer había acusado al National Thowfeek Jamaath (NTJ), un grupúsculo radical conocido por su pedestre vandalismo contra símbolos budistas. Su líder, Mohammed Zaharan, exigía la muerte de infieles en inflamadas arengas por internet pero no se les conocía ninguna acción terrorista. El portavoz gubernamental, Rajitha Senaratne, juzgó improbable que una "organización tan pequeña" pudiera diseñar y ejecutar una acción coordenada de tal magnitud y apuntó al "apoyo internacional".

Cautela ante la reivindicación

Por su parte, el Estado Islámico ha reivindicado la autoría del atentado. La asunción permite las dudas. Por un lado, llegó desde la habitual agencia Amaq y confirmaría la ayuda externa. Por el otro, este grupo yihadista se ha atribuido antes otros atentados ajenos o simples accidentes, no ha aportado esta vez ninguno de los vídeos al uso donde los terroristas juran su lealtad eterna antes de inmolarse y su política propagandística empuja a la reivindicación inmediata. Fuentes de inteligencia estadounidense ya habían subrayado los patrones del Estado Islámico en los atentados de Sri Lanka pero se habían mostrado cautos por la demora.

Agentes del Reino Unido, de la Interpol y del FBI han sido enviados a Sri Lanka para profundizar en las investigaciones. Los detenidos han subido de 24 a 40 y entre ellos figura un ciudadano sirio. El escrutinio de las cámaras ha permitido ver a uno de los suicidas con una mochila a la espalda en la iglesia de San Sebastián. El sospechoso da una cariñosa palmada en la espalda a un niño antes de detonar el explosivo que mataría a docenas de fieles. En los atentados murieron 45 niños, según la ONU.

Fuentes policiales han desvelado que los autores de los ataques a dos  hoteles son una pareja de hermanos veinteañeros e hijos de un rico comerciante de serpientes de Colombo, según la agencia France Press. Otro atentado planeado a un cuarto hotel fracasó, no se sabe si por el fallo del dispositivo o porque el terrorista cambió de idea. Horas después se voló por los aires cuando era perseguido por la policía.

Estupefacción

Las investigaciones avanzan en paralelo a la estupefacción por el pasotismo de las fuerzas de seguridad ante la alerta de probables atentados recibida diez días antes. El documento era conciso e inequívoco: señalaba al grupo NTK e identificaba a seis sospechosos que planeaban ataques suicidas a "importantes iglesias". La alerta estaba escrita en inglés y cingalés, fue firmada por el subinspector de policía, Priyalal Disanayaka, e iba dirigida a los directores de cuatro agencias de seguridad nacional con la petición de que extremaran la atención. Se desconoce qué detuvo su curso pero todo apunta a las turbulencias políticas. El presidente, Maithripala Sirisena, cesó el pasado año al primer ministro, Ranil Wickremesinghe, quien recuperó el cargo con una sentencia del Tribunal Supremo. La cúpula política está fragmentada en facciones irreconciliables desde entonces y no es raro que los responsables de la seguridad del Estado se reúnan a espaldas de los ministros.

La normalidad se intuye lejana aún en Colombo, una de las capitales más caóticas y vibrantes de Asia. Militares y policías patrullan sus calles sin el acostumbrado tráfico y guardan las entradas de los edificios oficiales e iglesias. Estados Unidos ha alertado de que los grupos radicales podrían estar planeando más ataques en el país y el Gobierno ha declarado el estado de emergencia, que permite detener e interrogar a cualquier sospechoso durante dos semanas sin orden judicial. No se tomaba esa medida desde que 10 años atrás el Ejército aplastó a los rebeldes tamiles y finiquitó una guerra que había desangrado al país durante más de tres décadas.

Los indicios sugieren que la tragedia podría haber sido mayor. La policía desactivó ayer una bomba de 50 kilos en el aeropuerto internacional y hoy han sido encontrados 87 detonadores y se ha emitido una alerta por un camión cargado explosivos que podría estar circulando por la capital.