HORROR EN LA FRONTERA DE EEUU

Trump se enroca en la separación de niños inmigrantes

Un niño y sus padres, procedentes de Honduras, son retenidos por una patrulla policial cerca de la frontera de EEUU con México en Misión (Tejas), el 12 de junio pasado.

Un niño y sus padres, procedentes de Honduras, son retenidos por una patrulla policial cerca de la frontera de EEUU con México en Misión (Tejas), el 12 de junio pasado. / periodico

Idoya Noain

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Una “injusticia”, una “desgracia”, “cruel”, “inmoral”, “inadmisible”... Las denuncias por la separación de niños inmigrantes de sus padres cuando cruzan sin papeles la frontera de Estados Unidos siguen escalando en intensidad. Llegan ya no solo de grupos de defensa de los derechos humanos; expertos en pedagogia, psicología y trauma que han llegado a definirla de “abuso de menores” o de políticos del Partido Demócrata en la oposición. Se han sumado a las críticas destacados republicanos como la exprimera dama Laura Bush y el senador Lindsay Graham, muy cercano a Donald Trump, la página editorial del tabloide conservador ‘New York Post’ y líderes evangélicos que hasta ahora y en otros temas controvertidos habían cerrado filas con el presidente. Aun así, y pese a la avalancha de indignación y las crecientes llamadas a detener de forma inmediata la práctica, Trump y su Administración se han enrocado en la decisión política de aplicar la “tolerancia cero” en la frontera, juzgar como criminales a los inmigrantes adultos y forzar de esa manera la separación de los menores.

Este mismo lunes Trump ha reafirmado su posición asegurando que, bajo su mandato, “EEUU no va a convertirse en un campo de immigrantes ni en un centro de refugiados”. Su secretaria de Seguridad Interior, Kristjen Nielsen, ha reforzado también la defensa de la práctica, aunque el fin de semana negaba que hubiera una política de separar familias. “No pediremos perdón por el trabajo que hacemos y que hacen las fuerzas del orden”, ha dicho. “Las acciones ilegales tienen y deben tener consecuencias. No más pases libres, no más comodines para librarse de la cárcel”.

Contradicciones, falsedades y politización

El discurso de la Administración está lleno de contradicciones. Ya en mayo John Kelly, que precedió a Nielson en el departamento responsable de controlar la inmigración y que actualmente es jefe de gabinete de Trump, reconoció públicamente en una entrevista que un factor clave en la decisión del gobierno de separar a los niños de sus padres (que él promovió) es buscar el “efecto disuasorio” para frenar a otros inmigrantes. Con cerca de 2.000 niños separados de sus padres en seis semanas, nada indica que la disuasión esté funcionando, al menos de momento.

Hay también claros intereses electorales en las acciones del gobierno. Trump y su equipo insisten repetidamente, usando falsedades, en que la separación de familias “es culpa de los demócratas” (obviando, entre otras cosas, que la ley que impide la deportación de menores la firmó el presidente republicano George W. Bush). Y el presidente está usando a los menores que protagonizan las traumáticas historias de horror como moneda de cambio para intentar forzar a los demócratas a sentarse en la mesa a negociar una reforma de las leyes de inmigración. Son los republicanos quienes controlan no solo la Casa Blanca, sino también las dos cámaras del Congreso.

Hasta Melania Trump ha entrado en el cruel juego político. El domingo su portavoz transmitió un comunicado en el que dijo que la primera dama “odia ver a los niños separados de sus familias” (una frase que el propio Trump ya usó el viernes) y cree que EEUU necesita “ser un país que siga todas las leyes pero también un país que gobierne con el corazón”.  El comunicado, no obstante, también decía que la primera dama “espera que ambos lados del arco político se pongan de acuerdo para lograr una reforma migratoria satisfactoria”, una enunciación que incide en responsabilizar a los demócratas de una decisión adoptada unilateralmente por el gobierno de su esposo.