AUGE ULTRA
Austria: los refugiados, en el punto de mira
El populista y xenófobo FPÖ se ha impulsado electoralmente en Austria gracias a un mensaje que culpa al inmigrante de los problemas nacionales
Carles Planas Bou
Periodista
Periodista tecnológico entre el mundo digital y la política internacional. Centrado en capitalismo de plataformas, IA, vigilancia y derechos digitales. Excorresponsal en Berlín durante más de cuatro años, cubrió los gobiernos de Merkel, la crisis de los refugiados y el auge de la extrema derecha. También ha trabajado en Europa Central y en Canadá. Graduado en Periodismo por la URL y máster en Relaciones Internacionales por la UAB. Ha colaborado con TV3, TVE, Deutsche Welle, Catalunya Ràdio, El Orden Mundial o El Salto.
Carles Planas Bou
En los últimos años Europa ha visto como el populismo xenófobo y euroescéptico se ha extendido por el mapa como una mancha de aceite. En el corazón del continente, Austria no ha sido excepción a ello, como atestigua el éxito electoral del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ). Aunque lleva ya 61 años siendo una fuerza con presencia parlamentaria, su auge no se entiende sin la llegada de refugiados, que ha instrumentalizado exacerbando el discurso del miedo.
Aunque mantuvo un perfil menos polémico durante las elecciones presidenciales del año pasado, el discurso del FPÖ ha sido siempre muy agresivo. “Vivimos de primera mano su racismo, centrado en dar miedo con la imagen de que todos los refugiados que llegaban eran hombres”, explica Benjamin Fritz, responsable de la organización Train of Hope. Este movimiento cívico, uno de los más potentes del país, agrupó a hasta 6.000 voluntarios en la estación central de Viena que respondieron ante la falta de preparación de las instituciones y ayudaron a los recién llegados con ropa, comida, alojamiento, clases de alemán y asesoramiento legal.
Dos años después, la mano dura del FPÖ contra los refugiados ha ganado adeptos, algo que confunde a los que llegaron en tren con las manos vacías. “No solo está en contra de nosotros sino también de los gais, de la gente que tiene otras religiones y colores”, asegura Obaida Hantouch. Vestido de negro y con un afeitado impoluto, este sirio de 38 años llegó solo en septiembre del 2015 en busca de un lugar para los suyos. El año pasado, su mujer y sus tres hijas tomaron un vuelo hasta Viena huyendo de Al Hasakah, en el noroeste del Siria, donde además del eco de la guerra también se vive una fuerte tensión entre los sirios, árabes y kurdos que comparten el territorio. “No podía permitir que hiciesen el mismo camino que yo cruzando el mar en patera, sería estúpido como padre”, explica con la voz rota y los ojos temblorosos.
Campaña contra el islam
Hubo una época en la que Austria abrió los brazos de par en par a los flujos migratorios del continente, especialmente a los balcánicos. Como en Alemania, son muchos los estudios que aseguran que la llegada de refugiados jóvenes puede servir para revertir la tendencia al envejecimiento de la sociedad, ayudando así a sanar el sistema de pensiones. Viena y otras grandes ciudades tienen actualmente un 40% de población extranjera. Pero no todos los inmigrantes tienen la misma categoría en Austria. Paradójicamente, el FPÖ se ha centrado en capitalizar el voto de la generación de migrantes de los años 90, especialmente serbios, para enfrentarlo a los musulmanes.
Además de su euroescepticismo 'antiestablishment', su mensaje se basa en una supuesta batalla cultural en la que los valores cristianos de Europa se ven amenazados por la llegada de los refugiados. “Debemos frenar rápidamente esta política de islamización. De lo contrario, los austriacos y los europeos llegaremos a un final abrupto”, ha asegurado su líder, Heinz-Christian Strache, quien también ha pedido la prohibición de símbolos musulmanes al considerarlos “fascistas”. No sin relación, durante la primera mitad del 2017 los ataques a centros de acogida han crecido hasta los 642 casos. “A veces me avergüenza explicar fuera lo que pasa en Austria”, dice Fritz, quien paralizó sus estudios de economía para ayudar a los que más lo necesitaban.
Ese clima de intolerancia con los recién llegados se traslada a las calles. “A veces notas como hay gente que te odia con la mirada u otros que te observan con cara de miedo”, confiesa Hantouch. Pese a que el racismo está muy arraigado en Austria y que las nuevas generaciones migratorias sufrirán las consecuencias de esa exacerbada islamofobia, Obaida está contento de volver a tener a su familia cerca y confía en el futuro en su nuevo país de acogida: “Ahora nuestro trabajo es demostrarles que somos educados y que solo queremos llevar una vida nueva”.
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