El Pentágono presiona a Trump para que envíe más tropas a Afganistán
El plan de los militares prevé el despliegue de como mínimo 3.000 soldados adicionales
Ricardo Mir de Francia
Periodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa actualmente de la guerra en Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON
Dieciséis años después de su inicio, Estados Unidos sigue empantanado en Afganistán, la guerra más larga de su historia, un conflicto sin visos de resolverse y que ha dado pie a continuos cambios de estrategia. De los 100.000 soldados que Barack Obama desplegó a principios de su presidencia en 2009, hoy quedan 8.400, muy lejos de la cifra inicial pero también de la retirada definitiva que Obama anunció en 2014 tras ver cómo fracasaban los intentos de negociar con los talibanes. La pelota está ahora sobre el tejado de Donald Trump, que tiene sobre su mesa un plan del Pentágono para incrementar de nuevo el número de militares y dar al Ejército más libertad para tomar las decisiones sobre el terreno.
En Washington vuelven a aflorar las dudas sobre la capacidad de las fuerzas afganas para contener el avance de los talibanes, que siguen beneficiándose de la ineficiencia y la corrupción del gobierno proocidental del presidente Ashraf Ghani. Desde el Pentágono y el consejo de seguridad nacional, comandado por el general H. R. MacMaster, se aboga por un cambio de estrategia, según publica 'The Washington Post', un giro que comenzaría con el envío de un mínimo de 3.000 tropas adicionales, con la expectativa de que la OTAN se sume al esfuerzo. El plan concedería además autoridad al Pentágono para decidir los soldados que se requieren en cada momento y ampliaría su margen de maniobra para bombardear desde el aire a los talibanes. También permitiría a las tropas acompañar a sus colegas afganos en las operaciones de combate.
DEMOSTRACIONES DE FUERZA
No está claro que pretende hacer Trump, un dirigente que durante la campaña mostró poco interés en expandir la presencia militar estadounidense en el extranjero. Antes de entrar en política, el magnate abogó por abandonar el país. “Deberíamos irnos de Afganistán inmediatamente. No más vidas malgastadas. Si volvemos, es para hacerlo duro y rápido”, escribió en Twitter en 2013. Pero desde que llegó a la Casa Blanca, Trump le ha cogido el gusto a las demostraciones de fuerza. El mes pasado, sin ir más lejos, ordenó el lanzamiento de la llamada “madre de todas las bombas”, la GBU-43, el mayor artefacto no nuclear del arsenal estadounidense, lanzada sobre una red de túneles y cuevas utilizadas por el Estado Islámico en la provincia de Nangarhar, según informó entonces el Pentágono.
La nueva estrategia aspira a forzar de nuevo la negociación con los talibanes, pero hay muchas dudas de que pueda conseguirse, teniendo en cuenta que ni siquiera la presión ejercida por los 100.000 soldados de la era Obama logró poner en marcha un diálogo substancial y prolongado en el tiempo.
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