BATALLA PRESUPUESTARIA EN WASHINGTON

El Tea Party vuelve a reinar en EEUU con el cierre del Gobierno

Funcionarios estadounidenses se manifiestan contra el cierre parcial del Gobierno, ayer en Washington.

Funcionarios estadounidenses se manifiestan contra el cierre parcial del Gobierno, ayer en Washington.

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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El lunes por la tarde, pocas horas antes de que la Administración federal cerrara sus puertas por falta de fondos, el presidente Barack Obama pronunció una frase que resultaría profética. «Una facción de un partido, en una cámara del Congreso, no puede cerrar el Gobierno entero solo para cuestionar los resultados de las elecciones». Obama se refería al Tea Party y eso es exactamente lo que sucedió. Tras dinamitar la política estadounidense con su irrupción en las legislativas del 2010 y rozar la irrelevancia en las presidenciales del 2012, el Tea Party vuelve a reinar. Tiene secuestrado al Gobierno y la llave del futuro inmediato de la economía mundial.

Para entender cómo una facción minoritaria del Partido Republicano ha podido imponer sus posturas, condicionando la financiación del Estado a la demora o el asesinato presupuestario de la reforma sanitaria, hay que recurrir a la aritmética. Según el profesor de Políticas Públicas de la universidad de Harvard, David King, 60 congresistas de la Cámara de Representantes se identifican abiertamente con el Tea Party. A ese batallón de puristas, hay que sumar otros 57 que temen enfrentarse a un candidato del Tea Party en las primarias legislativas del 2014.

Entre los dos bloques, suman 117, es decir, justo la mitad de los 232 conservadores que controlan la House. Desde finales de los 90, los presidentes (speaker) republicanos de la Cámara han seguido la llamada regla Hastert, según la cual el speaker no permitirá que se vote ninguna ley a menos que tenga el apoyo de la mitad de los congresistas del partido. Un apoyo que, hoy, John Boehner no tendría por un solo voto.

Pero hay que tener en cuenta otro factor. Boehner, centrista de Ohio, representante del ala más pragmática del partido, fue elegido como speaker por el resto de sus correligionarios en el 2010, imponiéndose por los pelos a Eric Cantor, judío neoconservador de Virgina, apoyado por el Tea Party y actual número dos en la Cámara de Representantes. Es notorio que no se llevan bien y que Cantor tiene ganas de revancha.

Boehner es un líder con pies de barro. Desde su nombramiento ha sido incapaz de poner orden en su filas y unificar a las facciones, especialmente a los ultras del Tea Party, cuyo odio al Gobierno, los impuestos, las regulaciones y Obamacare supera al del resto de la formación. Es tal su debilidad que teme que le den la patada en cualquier momento y, para sobrevivir, ha optado por asumir las posiciones de los populistas en esta última batalla fiscal.

RECESIÓN / Y es aquí donde estamos. Es el Tea Party el que está marcando el paso en esta pugna por la financiación del Gobierno y del techo de la deuda que, a menos que se aumente antes del próximo 17, podría provocar una nueva recesión mundial. Sus seguidores ya no salen a la calle vestidos de carnaval. El movimiento se ha institucionalizado y su objetivo ahora es cambiar el país desde dentro de las instituciones.

Nombres como Ted Cruz, Marco Rubio, Mike Lee, Steve King o Rand Paul, algunos con aspiraciones presidenciales, están llevando la voz cantante. A uno le preguntaron esta semana por qué habían arrastrado al país a una situación tan extrema como el cierre del Gobierno. «Porque tenemos razón, simplemente porque tenemos razón», dijo Mike Lee. «Nos podemos recuperar de una riña política, pero nunca nos podremos recuperar de Obamacare».

Muchos de ellos piensan, de hecho, que se puede vivir perfectamente sin Gobierno o, al menos, sin parte de él. Para otros, ni siquiera una suspensión de pagos de la deuda sería demasiado relevante, como dijo en el 2011 Michelle Bachmann. No es de extrañar. Bachmann cree en el Armagedón y la inminente Segunda Venida de Cristo. Y claro, al compararlo con la destrucción del mundo, una default es un juego de niños.