Publicada en El Periódico el día 15 de agosto

Los intocables de Calcuta

Indigentes y descalzos 8Tiradores de 'rickshaw' en el barrio de Kaligat de Calcuta,.

Indigentes y descalzos 8Tiradores de 'rickshaw' en el barrio de Kaligat de Calcuta,.

MAR JUNCAS

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La mirada de Mangal se pierde en el cielo cuando los dos ocupantes que arrastra por las calles de la caótica ciudad de Calcuta descienden del vehículo. Sin embargo, la posibilidad de llevar en su rudimentariorickshaw(carromato de madera) a una extranjera que pasa a pocos metros le hace colocar automáticamente sus manos sobre las barras delanteras y, al tiempo que contorsiona su cuerpo, pone de nuevo el vehículo en movimiento.

Dirigir descalzo este carromato de 40 kilogramos, con grandes ruedas y toldo, por las atestadas calles de Calcuta es un trabajo que algunos consideran indigno e inhumano. Tanto desde el asiento del viajero como desde el suelo parece innegable que la tarea es físicamente ardua y el entorno peligroso e insalubre, dado el número de vehículos con los que comparte asfalto, ruido y polución. Así lo percibió el Gobierno de la ciudad, que desde los años 70 retira de las calles todos los vehículos que detiene sin licencia para acabar con este servicio.

En 1982, 12.000rickshawsa tracción manual fueron eliminados del tráfico. Diez años más tarde quedaban 30.000 y hoy, tan solo 6.000. Sin embargo, los tiradores, la mayoría inmigrantes rurales de las regiones vecinas -como Bihar o Jharkhand- se resisten a abandonar un trabajo que representa el único sustento para ellos y sus familias numerosas. Finalmente, y pese a que en 2005 la Asamblea de Bengala Occidental trató de prohibirlos, Calcuta se distingue por ser la única ciudad del mundo en la que aún transita el polémico vehículo de origen japonés a tracción humana.

Salario irrisorio

Mangal Jadhup tiene 50 años, tres hijos y una mujer a 700 kilómetros de la ciudad donde trabaja. De su irrisorio salario, equivalente a 60 euros al mes, manda casi la mitad para la manutención de su familia. Con tan solo 22 años, se aventuró a viajar hasta la urbe, cuando ésta se encontraba absorbiendo una enorme ola migratoria del antiguo Pakistán Oriental, actual Bangladés.«Por suerte los tiempos han cambiado desde entonces. Hoy en día, aunque nadie regala nada, se puede encontrar un trabajo que dé para mandar algo a casa»,dice el menudo indio. Los tiradores como él viven en dormitorios gigantes llamados«deras»,lugares más parecidos a un garaje de reparaciones que a una vivienda, por 1,5 euros al mes. Además de ese gasto, los conductores tienen que pagar cada día 30 céntimos de euro de alquiler de media jornada al propietario del carromato y 1,2 euros si la policía les para sin licencia.«Lo que me ocurre, al menos a mi, mínimo una vez al mes», asegura Mangal con resignación.

Para los ciudadanos de Calcuta la moneda tiene dos caras. Para unos, los más educados, el uso de este carromato empujado por un ser humano está considerado como un lastre del colonialismo déspota e inhumano. Tampoco se muestran a favor de su retirada total ya que son conscientes de que es el único sustento de muchos.

La gente que mayoritariamente utiliza estos vehículos, que son por lo general quienes están justo por encima del nivel económico de los tiradores, no tiene ningún prejuicio a la hora de utilizar el vehículo. Además, se dice que en época de lluvias, cuando pocos transportes consiguen mantenerse a flote al tiempo que transitan, incluso el gobernador se sube al rudimentario carromato para desplazarse.

«En la actualidad, muchos de ellos se dedican únicamente a transportar mercancías, llevar niños al colegio o mujeres mayores al mercado»,explica Asha, una empleada de la Unión de Bengala para la Defensa de los Rickshaws.

Esta portavoz de la Unión asegura que si el Gobierno prohíbe estos vehículos de forma definitiva, unas 100.000 personas se verían afectados. «Así que, si no se establece para toda esta gente una compensación económica alternativa, la Unión llevará la cuestión a los juzgados», asegura Saugata Roy, legisladora del partido del congreso Trinamool. Mangal, indiferente, alcanza a decir:«No tengo ni idea de lo que estáis hablando; solo nos preocupa que el día de mañana no nos pare la policía».