Una cafetería de El Cairo solo admite la entrada de mujeres

La filosofía del negocio es que las féminas se sientan cómodas sin miradas masculinas y sin los velos

KIM AMOR / EL CAIRE

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"Aquí me siento como en casa". Amar está sentada en uno de los butacones color naranja de la cafetería Spangles de El Cairo. Acaba de llegar junto a cinco amigas, todas adolescentes. El grupo tiene entre manos organizar una fiesta sorpresa a su compañera Raghda, que cumple años. "Es el mejor sitio público para celebrar una fiesta de este tipo. Ningún hombre te puede molestar", explica Amar mientras abre la caja de cartón que esconde el pastel con las velas. Spangles (lentejuelas, en inglés) es la primera cafetería abierta en Egipto donde solo se permite la entrada a mujeres.

El local, de unos 250 m2, está situado en una calle muy comercial de Medina Nasr, uno de los barrios más caros de la capital, entre elegantes tiendas de ropa con nombres parisinos. Las clientas son principalmente mujeres musulmanas de clase alta que, como la inmensa mayoría de las egipcias, se cubren el pelo con el velo islámico. El hijab, las blusas cerradas a cal y canto y los faldones hasta los tobillos están a la orden del día.

Puritanismo

El puritarismo se ha apalancado en la sociedad, cada vez más influenciada por la moral del islam más conservador. Empiezan a proliferar también las abayas negras y los niqab, el velo que cubre el rostro, al estilo de las mujeres saudís. De lo que se trata es de ocultar todas aquellas partes del cuerpo femenino que puedan encender la mecha de la líbido a los varones.

Pero el hecho de que no haya hombres en el Spangles permite que las clientas se desprendan de esas prendas y se sientan mucho más cómodas y a gusto. "En las cafeterías mixtas siempre hay algún que otro hombre que te anda observando todo el rato y eso te incomoda y limita tus movimientos, incluso los temas de conversación", afirma Dalia, otras de las componentes del grupo cumpleañero.

A pocos metros, junto a la barra de la cafetería, está Marua, la dueña del local, que ha traído al trabajo a su hijo Yasín, de menos de un año de edad. "Las clientas se sienten aquí más libres, desinhibidas y son mucho más espontáneas en su comportamiento", explica. "No andan pensando todo el rato si están bien o mal sentadas, si el tono de la voz que usan al hablar es adecuado o si tienen un botón de la blusa desabrochado o la falda algo subida". Aquí todo está pensado para que las clientas se "sientan a salvo" de miradas indiscretas.

Sótano

La cafetería está en un sótano, sin luz exterior, y abre de las diez de la mañana hasta la medianoche. El interior está dividido en cinco estancias, con butacas naranjas y amarillas y mesas de madera con sobre de cristal. De los techos y paredes cuelgan finas telas azules. Evidentemente, solo hay un lavabo, el femenino. Hay música ambiente y un servicio de internet gratuito. La puerta de entrada, de cristal, está protegida por una tupida cortina de colores.

Un gran cartel luminoso en la entrada deja claro que este local está vetado a los hombres. En todo caso, por si a algún despistado o curioso se le ocurre meter la nariz, siempre está Hasán para impedírselo. Hasán es el marido de Marua y hace la función de portero. Ni siquiera él puede entrar en el local. Hoy es una excepción, por la prensa, aunque ha sido necesario pedir permiso a las chicas que esta tarde toman el té.

Maquillaje y peluquería

Para captar más clientas, la pareja organiza en el local, al menos una vez al mes, sesiones especiales de maquillaje y peluquería. También de hijab, en las que especialistas del velo islámico enseñan formas diferentes de colocarse y lucir el pañuelo, acorde a la moda. Es frecuente celebrar en el Spangles fiestas de despedidas de solteras.

Ni Marua ni Hasán creen que este tipo de cafeterías contribuyan a acentuar la segregación sexual en Egipto. "Ojalá se abran más así en El Cairo", dice Marua. Pero lo cierto es que van en aumento los lugares públicos donde se separa a los sexos. En el metro de El Cairo, por ejemplo, los dos primeros vagones de cada tren están reservados para las mujeres. El resto son mixtos. Algunos clubs deportivos y sociales fijan horas especiales para que las socias utilicen la piscina y el gimnasio sin la presencia de varones. En la costa norte del país, hay playas reservadas exclusivamente para que las mujeres pueden bañarse a sus anchas y descubiertas.

"Hace 40 años esto no era así", dice Rafik, un vecino de Medina Nasr que recela de locales como Spangles. "Ahora todo son restricciones. Todo es haram (prohibido por la religión). La segregación de sexos aumenta en Egipto, como en los países del Golfo. Y eso a mí no me gusta y creo que no es bueno para mi país", advierte.