Vídeo | Tensa e incómoda: Mary Donaldson ‘esquiva’ a Federico de Dinamarca

La princesa de Dinamarca, Mary Donaldson, está al día de las escapadas de su pareja a nuestro país y de su encuentro con la actriz Genoveva Casanova en Madrid. Al menos eso es lo que se lee en los gestos de la heredera al trono danés durante una de sus últimas apariciones públicas, en la que estuvo acompañada por su todavía marido, el príncipe Federico.

Tras regresar de sus respectivos viajes a España y Estados Unidos, los Príncipes se reencontraron y, en pleno tsunami mediático por la reciente publicación de las fotografías de Federico y Genoveva, aparecieron en Copenhague, precisamente para despedir a los reyes Felipe VI y Letizia, que viajaron a tierras danesas con motivo de un viaje de estado.

Alianza y collar

Tal como revela la revista Lecturas, medio que también lanzó las exclusivas fotografías de lo que apunta a una infidelidad por parte de Federico, el día anterior a este encuentro entre monarcas, Donaldson no había parado de tocar su alianza a lo largo de su primera reaparición pública después de que las imágenes de la 'cita' de su esposo saliesen a la luz. Otro detalle que no pasó desapercibido a las cámaras durante esta cena monárquica fue que la Princesa portó un collar con la inicial de su marido.

Mamarazzis: Genoveva Casanova niega una relación con el príncipe Federico pese a haber pernoctado juntos

Ni una sola palabra

Sea como sea, el escándalo que supone que el heredero al trono de Dinamarca pernoctara en la vivienda de Casanova después de pasar una jornada de lo más "íntima" juntos no podía no reflejarse en la actitud de la esposa del Príncipe, con quien contrajo matrimonio hace cerca de dos décadas. Fue en el momento de abandonar el recinto donde se celebró la cena el martes cuando Donaldson, sonriente pero de brazos cruzados, demostró la tensión acumulada en unos gestos de total incomodidad mientras se dirigía al coche –todo ello con Federico saludando a los periodistas a su lado–.

Ninguno de los dos intercambió palabra alguna. Simplemente, recorrieron los metros que separaban la puerta de acceso al edificio con la de su coche y, excepto un instante en el que la Princesa se giró a dar la mano al hombre que los acompañaba, no hubo ni siquiera miradas.