'El chico de las musarañas'

Hemos leído el libro de Ana Obregón y esto es lo que revela

Ana Obregón relata su intento de suicidio y que Lequio la salvó

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Un duro relato al que no le faltan anécdotas divertidas y una impresionante confesión final

Portada de 'El chico de las musarañas'

Portada de 'El chico de las musarañas' / CORTESÍA HARPERCOLLINS

Inés Álvarez

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Dicen que todo hombre (dejémoslo en persona) se ha realizado como tal si antes de morir ha tenido un hijo, plantado un árbol y escrito un libro. Así ha sido siempre. Pero Ana Obregónha invertido el orden, y ha hecho que su hijo Aless Lequio lo haya logrado una vez muerto. Era la misión que tenía y que ha ido cumpliendo paso a paso: que naciera una hija suya, Ana Sandra, mediante la polémica técnica de la gestación subrogada; que plantara la semilla de una buena obra, la Fundación Aless Lequio, que, como un árbol, echaría raíces en forma de proyectos contra el cáncer, la enfermedad que se lo llevó con solo 30 años, y que publicara un libro, que acaba de salir a la venta este miércoles: “El chico de las musarañas” (Harper Collins), cuyos beneficios irán a la lucha contra la enfermedad.

Son 313 páginas, de las que 72 están escritas por el joven. Empezó a hacerlo tras enfermar, quizá como una manera de distraerse o con el funesto presagio de dejar un legado en el caso de que ahí acabara todo. Y en la obra aparecen perfectamente separadas, como si fuera otro libro, con su portada: “'El chico de las musarañas', por Aless Leguio". En el primero de los capítulos, 'Valientes cabrones', presenta, con tono de humor socarrón, las musarañas que le dan título, con las que irá conversando. "La tarde del viernes ya no iba de cervezas calientes y tapería incipiente, ahora tocaba afrontar asuntos de una naturaleza diferente, 'Vías de Escape y Biomasas Malolientes', en los mejores cines: el plan perfecto para un 23 de marzo". El "puto 23 de marzo" en que empezó todo.

Ironizando sobre sus padres

En 'Nalgas y más nalgas', el segundo, ironiza sobre la historia de sus padres: "Mi padre, don Ernesto, está dotado de un carisma y de un sentido del humor (...) Mantuvo una relación breve, pero llena de acontecimientos, con doña Aitana, poniendo fin a la misma tras conocer a otra mujer menos agraciada, transcurridos los 12 meses de comenzar la vida en pareja". Y prosigue: "Desde entonces, don Ernesto y doña Aitana, galán italiano y musa española, son mejores amigos y forman un tándem perfecto para lidiar con los asuntos referentes a mi persona". Aunque no evita tomar posición: "Claro está, todo ello gracias a la constante bondad de doña Aitana, quien perdona más que una máquina de hacer cucuruchos".

En 'El bache', cuenta que lo suyo eran más que hemorroides. "Tengo cáncer, pero, lo peor de todo, tengo miedo", confiesa el joven en otro escrito.

El resto es un relato en primera persona de Ana Obregón, su madre, que comienza recordando lo feliz que fue aquel junio de 1992 en el que se convirtió en madre y se dio cuenta de que ahora sí que era la mujer más feliz del mundo. Entre recuerdos de momentos dichosos irrumpe el de aquel día que Aless pidió ir a urgencias, porque no soportaba los intensos dolores.

Y el dolor seco y profundo que ella sintió cuando le dijeron que se trataba de un cáncer raro y con mal pronóstico. Y cómo Alessandro Lequio, el padre, llamó, colérico, a la periodista que lo había hecho público, anunciándole que la llevaría a los tribunales. Y cómo se entregaron a un tratamiento en Nueva York al grito de ‘Fuck cáncer’, que prometía lo que al final no cumplió.

Esperanza y desesperanza

El relato se nutre del drama que suponía vivir encerrados entre las cuatro paredes de un hospital, pero no faltan los momentos divertidos. Como cuando Ana le tomó la temperatura a su hijo y marcaba 103 grados: "Mamá, por favor", le dijo, "que son Fahrenheit". Y ella le respondió: "¡Qué liantes son los americanos. ¿No pueden tener un termómetro normal?". Una anécdota muy a lo Ana Obregón. Como lo es aquella ocurrida años atrás, en EEUU, cuando la hizo pasar por su hermana para que una chica no viera que vivía con su madre. Aunque todo se descubrió al gritar en la playa: "¡Mamá hay medusas!". Lo salvó diciendo que en España a las hermanas mayores las llaman mamá". O cuando se les caducó el visado y evitaban a la policía por miedo a la deportación. A lo largo de la narración se describen los muchos momentos en que la desesperanza anidaba entre ellos, porque las noticias, pese a que en ocasiones parecía que veían la luz, no eran buenas. Hasta que el final que se negaban a aceptar llegó.

Termina la obra con una confesión final: cuando, tras leer el último 'post' de su hijo, se encaramó al balcón de un séptimo piso para acabar con tanto dolor. Una decisión desesperada que pudo parar Alessandro Lequio, su ex, recordándole que tenía una misión por cumplir. Un "pacto secreto" entre padres ( Lequio también le juró que le ayudaría a tener descendencia) e hijo que ahora ya no lo es. Y que revela con detalle Obregón al final de esa obra con la que cumple la última de esas misiones que a ella le permiten asomarse sin riesgo a un balcón.

El teléfono 024 contra el suicidio es un servicio de atención telefónica gestionado por Cruz Roja para la prevención, detección precoz y la atención a personas con pensamientos, ideaciones o planes de conducta suicida así como a sus familiares y allegados. El 061 también da servicio en Cataluña. Más información