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Renuncias y palabras: es necesario que cada acción tenga un nombre y una definición

La ministra de Medio Ambiente, Yeo Bee Yin, junto a un contenedor de residuos plásticos en el Port Klang.

La ministra de Medio Ambiente, Yeo Bee Yin, junto a un contenedor de residuos plásticos en el Port Klang. / Vicent Thian (AP)

Alejandro de Gregorio-Rocasolano

Parece ser que el deterioro del medio ambiente es un hecho casi consumado. Los humanos se encuentran ante la disyuntiva de variar hábitos y comportamientos, encontrar un planeta de repuesto o sacrificar a gran parte de sus congéneres y de la mayoría de especies animales para poder sobrevivir unos pocos privilegiados, siempre y cuando todos los dispositivos atómicos que tenemos repartidos por el planeta se mantengan intactos sin producir fugas radiactivas.

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Para llegar a la comprensión de las cosas, creo que siempre es necesario nombrarlas con todo su significado. El día que, aparte de ecología o contaminación, bauticemos con nombres concretos las acciones de recuperación del medio ambiente, querrá decir que en parte asumimos las responsabilidades. En Suecia han empezado con flygskam, "vergüenza a volar".

El cambio climático nos afecta a todos individualmente, de una manera u otra como profesionales, investigadores, periodistas, padres, madres, hombres, mujeres, hijos. Las consecuencias del calentamiento de la tierra es la lucha por la vida de todos, cada ejercicio en contra es una amenaza a la supervivencia.

Las Naciones Unidas avisan y reclaman: los más vulnerables son los más afectados, hay que limpiar el aire para reducir las muertes por contaminación, se tiene garantizar el derecho internacional a un aire limpio y se debe crear una economía verde.

Para ello, preferentemente, hay que reducir la contaminación por emisión de carbonos de los automóviles, industria, aviones, etcétera, para mejor la calidad del aire. Imitando a la naturaleza, hay que crear una economía circular donde todo sea reutilizable, cambiar el uso de la Tierra. Los restos de la arena y la grava utilizados son grandes contaminantes: su extracción y las presas han reducido los sedimentos de los deltas y se acelera la erosión de las playas. Tenemos que ser conscientes de que el futuro de la humanidad se juega en las ciudades; hay que dotar del poder necesario a estas corporaciones para que puedan tener un desarrollo sostenible, crear urbes para la gente, no para los coches.

El día que cada acción de estas tenga un nombre y una definición querrá decir que tenemos asumido el futuro. Para referirnos a algo de ello, con una palabra será suficiente. De mientras, perdemos el tiempo en debates que retrasan no se sabe de qué manera el futuro o adelantan el desastre. En el fondo, se trata de renunciar a hábitos perjudiciales y crear costumbres, algunas muchas veces olvidadas.

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