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Lo personal es político

La ministra Dolores Delgado durante el pleno en el Congreso de los Diputados.

La ministra Dolores Delgado durante el pleno en el Congreso de los Diputados. / JOSE LUIS ROCA

Jesús Pichel

Aún caliente la sonora pillada de la ministra Delgado llamando maricón al ahora también ministro Grande-Marlaska, que grabó subrepticiamente ese tal comisario Villarejo, aparece ahora otra pillada, esta vez por un olvido accidental, de un juez de violencia sobre la mujer llamando hija de puta y bicho a la denunciante -en situación de riesgo extremo, según la valoración de la Policía- en un caso de divorcio, jaleado por la fiscal y la letrada que entienden el caso.

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Y es que no aprendemos. Hablando de su propio tiempo, decía el positivista Comte hace siglo y medio que se vivía un tiempo nuevo con categorías de un tiempo ya pasado. Algo de eso hay: seguimos sin entender que hoy todo puede ser grabado y hecho público en un pispás; que lo que parece privado se acaba volviendo público en un santiamén si hay una cámara indiscreta. Seguramente por eso los que se saben grabados se tapan la boca cuando hablan si no quieren morderse la lengua o quedar expuestos.

Lo malo es que cualquiera puede quedar con el culo al aire en cualquier momento por cualquier nimiedad. Pero no todo es malo: en algunos casos bueno es saber de qué pie cojea cada quién, sobre todo si se tiene un cargo público. Y mire usted por dónde en las dos pilladas clandestinas se cojea por la misma piedra androcéntrica y machista incrustada en los zapatos, sean de tacón o mocasines de vestir señorías.

"Es una conversación privada", dice el magistrado Martínez Derqui, como si eso fuera suficiente para borrar sus palabras desafortunadas -en opinión de sus colegas, Marlaska incluido. Pero ya avisaba el feminismo de segunda ola, con razón, que lo personal es político. Y políticamente es como hay que entender estas dos pilladas personales, que probablemente no sean más que dos tristes ejemplos entre tantos desapercibidos de la colonización patriarcal generalizada que describía Kate Millet en su 'Política sexual' hace casi 50 años. Cuánto cuesta desprenderse de esa mirada masculina que contamina y empobrece toda nuestra cultura.

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