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El nuevo escenario político, una oportunidad para la cuestión catalana

Los presidentes Pedro Sánchez y Quim Torra

Los presidentes Pedro Sánchez y Quim Torra

Jesús Pichel

Este viernes, 1 de junio, se ha publicado en el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya el nombramiento de los consellers que formarán el nuevo gobierno. Y este mismo viernes, Pedro Sánchez se ha convertido en presidente del Gobierno al ganar la moción de censura presentada por su grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados. El sábado, jurarán o prometerán sus cargos los nuevos consellers,consellers y ese mismo día hará otro tanto el nuevo presidente del Gobierno.

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La constitución del nuevo Gobierno de la Generalitat implica el cese automático de la aplicación del artículo 155CE y, en consecuencia, que la Generalitat recupera todos los mecanismos de gobierno. La victoria en la moción de censura implica la destitución de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno y la dimisión automática de todos sus ministros.

La coincidencia en el tiempo de ambos acontecimientos nos mete, de repente, en un nuevo escenario político que debería ser entendido por ambas partes como una oportunidad para empezar a resolver el enfrentamiento entre independentistas y el Estado, y la división entre los propios catalanes. Es evidente que el nuevo gobierno nace débil y necesitará negociar cada día, en una legislatura corta en la que todos tendrán los ojos puestos en unas nuevas elecciones no muy lejanas, con partidos que tienen proyectos políticos e intereses electorales distintos. Y es previsible que un frustrado Rivera (que se veía ya con un pie en La Moncloa) y un Partido Popular enrabietado no pongan las cosas fáciles. Como es previsible que la prensa afín al PP vuelva a la estrategia de la crispación y el griterío clamando contra cualquier cosa que haga el nuevo gobierno.

Malo será que el PDeCAT y ERC quieran aprovechar la debilidad del Gobierno tensando aún más el problema para imponer sus tesis: que el nuevo presidente del gobierno acepte lo que no puede aceptar porque la Constitución lo prohíbe. No tenemos prisa, dijo Tardá en el debate, y quizá sea esa la idea que debería primar durante estos meses y, en su caso, en el diálogo que se inicie entre ambos gobiernos. Pretender que el Estado y la Generalitat negocien de igual a igual y que recurran a un mediador internacional, como también propuso Tardá, si no hay acuerdo (reconociendo implícitamente que negocian dos Estados soberanos) no haría más que entorpecer la posibilidad de acuerdos.

Y malo será que, gobernando hipotecado con los presupuestos aprobados por el PP y débil en sus apoyos, los partidos que han apoyado la moción exijan al gobierno resolver todos los problemas sociales, económicos, territoriales y políticos inmediatamente porque ni todos tienen la misma urgencia ni es posible resolverlos todos en unos meses.

Sin duda, se abre un tiempo nuevo con el nuevo gobierno, pero lamentablemente no será un gobierno de izquierdas (ni aun si lo fuera en coalición con UP), sino en todo caso, y como mucho, un gobierno que administrará desde una cierta sensibilidad de izquierdas toda la herencia de precariedad y desigualdad, de recorte de libertades y de tensión territorial que la mayoría soberbia del PP no ha dejado.

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