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Un mar sin costas para la llegada
Equipos de Salvamento Marítimo en una foto de archivo /
EFE
Ha vuelto a ocurrir, esta vez en Cádiz y Melilla. Mueren por decenas, nuestro tiempo canalla y cruel no salva a sus náufragos, las ballenas son todas Moby Dick, enemigo sin rostro, como la UE, hundida en piélagos de agua y arena, aparece en la superficie solo para golpear a quienes no quiere en su entorno. Los estados miembros, antiguas metrópolis, obsesionados con la venganza por el agravio íntimo e insondable de las independencias coloniales, resentidos, navegan, como el capitán Ahab, en un barco perfectamente armado con las herramientas de destrucción más eficaces, y echan el peso del mercado y de los intereses nacionales sobre las pateras y sus ocupantes sin ningún escrúpulo humanitario. Oscuridad sobre oscuridad, consiguen hacer absolutamente inhóspito un mar sin costas para la llegada.
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Por más gráfico que fuera en su novelón, me gusta más el Melville de ese cuento largo y oscuro que es Bartlevy, el escribiente. Allí demuestra que la bestia es nuestra e íntima, está en el interior cada uno de nosotros, hace que prefiramos no hacer, y los ultranacionalistas conquistan las urnas europeas, con el racismo y la xenofobia por bandera.