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Los parisinos no han pedido a su Gobierno bombardee Siria
Todo el mundo recuerda qué estaba haciendo cuando cayeron las Torres Gemelas. Yo tenía 6 años y recuerdo a la perfección dónde estaba y qué hacía. Recuerdo estar viendo la televisión, con esa imagen del cielo azul y una de las torres rodeada de humo, y no entender nada pero a la vez tener mucho miedo.
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Creo que todos recordaremos qué estábamos haciendo cuando nos enteramos de lo que pasó el pasado viernes en París. Yo me recordaré rodeada de mis amigos, celebrando mi cumpleaños, y sentir una tristeza profunda, sin motivos ya para celebrar absolutamente nada.
Si conocemos el sufrimiento que produce la violencia, si hemos vivido en nuestras propias carnes las consecuencias de la maldad, ¿qué necesidad hay de responder con más violencia? ¿No es eso una forma de hacer que contesten con más bombas, más guerras, y que todo se convierta en un círculo vicioso en el que se diluye progresivamente la buena voluntad de la ciudadanía? ¿Qué está pasando?
El pasado viernes, cuando los parisinos se volcaron abriendo sus casas a todo el mundo, no tuve la sensación de que pedían a su gobierno que bombardeara Siria. Tampoco tuve esa sensación cuando al día siguiente hacían cola para donar sangre. No creo que ningún pueblo quiera hacer sufrir a otro lo que ellos han vivido. Esa no es la solución. La vida no funciona así.
No respondamos a la violencia con más violencia. No provoquemos sufrimiento porque nos han hecho sufrir. Ya no porque eso nos hará sufrir a nosotros más, sino porque no es este el mundo en el que queremos vivir. Yo no quiero odiar, no quiero vivir con miedo, no quiero sufrir. Ni quiero que me odien, ni que vivan con miedo, ni hacer sufrir.