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Indulto por el asedio al Parlament: La democracia exige decoro

José González Fuxà

La demanda de indulto para aquellos acusados en el asedio al Parlament es, sin lugar a dudas, un gran fracaso político, y su consecución sería un fracaso jurídico. La democracia no se puede permitir indultar las actuaciones violentas que amenazan la seguridad y el correcto desarrollo de las instituciones del gobierno, sean del color que sean. Mucho menos se puede permitir utilizar la conclusión del pleno del ayuntamiento de Barcelona con objetivos partidistas, pues debemos recordar que el gobierno de Ada Colau no se vio afectado por dichos altercados. Por tanto, juega a triunfo asegurado: por un lado, la vanagloria de pedir el indulto y, por otro, el éxito de la posibilidad de conseguirlo. ¿Cuál sería su veredicto con este respecto si fuera el caso que ella hubiera sido víctima también de esos sucesos?

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Me parece  que la posición del gobierno de la alcaldesa es partidista y oportunista, tal vez motivada por la juventud de su partido, y que pretende subirse al carro de ERC y la CUP para ver cuántos adeptos puede sumar en un hipotético salto a otras esferas. Por su lado, los socialistas han dado una muestra más de su poco sentido político, permitiendo con su abstención que la resolución salga adelante. Parece que la estrategia de no mojarse para definir la agenda política es una estrategia socialista tanto en Barcelona, como en Cataluña, como en el Estado. Como ciudadano, vale que me defienda diciendo que no es que no crea que el enfado que causó el asedio no fuera ni mucho menos merecido. Sin duda, fue merecido en este y muchos casos en los que no se materializó. 

Sin embargo, en democracia no podemos perder el decoro para con las instituciones ni para con el modo de hacer, y sobre todo, debemos ser coherentes con las resoluciones. En comú no tiene legitimidad para impulsar ni para aprobar la demanda de ese indulto, puesto que no es una plataforma ciudadana, sino política, que, además, no se vio inmersa en los desperfectos más que en las actuaciones. La democracia exige prudencia, respeto y coherencia con los hechos. En una palabra, exige mantener el decoro.

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