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España rota: cosecuencias del "atado y bien atado"

Tejero, en el Congreso, durante el golpe de Estado del 23-F.

Tejero, en el Congreso, durante el golpe de Estado del 23-F. / ARCHIVO

Después del 1978, se fingió una transición constitucional a la que se aferraron con el máximo interés aquellos vencedores de la contienda franquista, así como la sociedad afín a ella, y como colofón, atemorizada por aquel golpe a la república de aquel militar que pisoteó la bandera que él había jurado, la sociedad vencida fue represaliada con la máxima crueldad hasta que su sumisión resultó ya óptima en un "atado y bien atado", beneficiando un forzado desarrollo del que "algo" tenía que resultar.

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La Corona la volvió a instaurar Franco y los borbones se "colaron" en la Constitución, aprovechando los miedos sociales que querían "libertad", pero con el medidor "Estado".

Y hoy algunos presumen de democracia y niegan que en España haya presos políticos, pero tienen que escuchar las voces de las Naciones Unidas y Amnistía Internacional reclamando unos derechos humanos y fundamentales en lo relativo a la libertad de expresión, quejándose también de esa dejadez gubernamental que prefiere utilizar los jueces para evitar ese diálogo que clama entente para evitar las hoy existentes rupturas sociales y políticas.

Con el Supremo, el Constitucional, la Audiencia Nacional y el Ejército, muy oxidados por su falta de renovada

actualización, la Moncloa hoy desoye a Catalunya consintiendo prisiones provisionales especulando con el "visto para sentencia" del juez Marchena para escarmentar esos atrevimientos del 2017, penando severamente a quienes osaron perpetrarlos.

Mientras, lejos de oír la sociedad catalana que discrepa del 2010 y quiere su derecho a decidir mediante un referéndum pactado, el Estado español, todo él, prefiere que se la vuelva a humillar sumisa, trabajadora, agachando la cabeza, y pagando esos 16.000 millones anuales de euros correspondientes al 20% del PIB, muy asumible por su esfuerzo social.

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