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El circo de los despidos

Charlie Rivel.

Charlie Rivel. / ARCHIVO

La Carpa ya está montada. En su interior, los operarios revisan la seguridad de los accesos y dan los últimos retoques al montaje de gradas y escaleras. Entre bambalinas, acróbatas hacen sus estiramientos, payasos ensayan sus movimientos frente al espejo y técnicos comprueban el estado de cuerdas, barras de equilibrio y redes de seguridad.

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Mientras tanto, en el camerino principal, el productor del espectáculo comunica al payaso jefe (minutos antes de comenzar la función) que han decidido prescindir de sus servicios.  Argumentos: "Nos han trasladado que usted, además de hacer reír a los niños, también divierte a padres y mayores".  En ese momento el payaso jefe saca el móvil del bolsillo y muestra al productor el ensayo general de la función de los payasos.  Durante la reproducción de la misma y en varias ocasiones, en el rostro del productor se advierte el esfuerzo por disimular la mueca de una sonrisa. Inmediatamente después, el productor se da cuenta de que sin la figura de ese payaso, el espectáculo ya no será lo mismo y se arrepiente de haber tomado esa decisión sin antes haber visto el show. Se plantean suspender la función, pero ya es tarde. El griterío de grandes y pequeños se oye de fondo aclamando con palmas el inicio de la misma. Una función en la que por primera vez, solo sonreirán los niños (tal y como marca la ley en algunos circos).

El ya expayaso jefe cuelga la chaqueta en el respaldo de la silla y le hace entrega al productor de la bola roja que hace las veces de nariz. Éste le pide que se quede a la última función. A lo que el expayaso jefe responde: "Ustedes han montado este circo, todas las localidades ya están vendidas y los espectadores esperan en sus asientos. Así que ahora le toca a usted sonreír, salir a escena y actuar... Y, recuerde, que en la industria de las sonrisas, el don de hacer sonreír no se hace, con el don de hacer sonreír se nace".

Se abre el telón... Se cierra el telón.

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