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La CUP se ha vendido miserablemente

En Catalunya, como dijo nuestro filósofo Ferrater, estamos enfermos de nuestro pasado. En vez de mirar hacia el futuro, hemos querido  ser ahora lo que no fuimos ni en la Edad Media, con nuestro falso barrio Gótico y la Sagrada Familia. Peor aún, hemos querido reescribir la historia moderna creando un Estado nacional y, casi con un siglo de retraso, vemos  ahora el triunfo del añejo nacionalismo sobre el clasismo, con en los años 30 del siglo pasado en el conjunto de España  -¿no ganaron los "nacionalistas"?- y otros países de Europa.

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La pretendida unión de trabajadores anticapitalista acaba de venderse miserablemente, traicionando a sus votantes e incluso militantes y dirigentes de segunda línea, al corrupto partido derechista gobernante, dando así la CUP el golpe ('coup', en francés) a la esperanza de un resurgir de la clase trabajadora tras la opresión –eso sí, en catalán- que ha sufrido, máxime en los últimos tiempo, por los máximos dirigentes, algunos ya en el banquillo, agazapados tras la siglas de la CDC.

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