LA CALLE OPINA

¿Se debería limitar el acceso a los búnkers del Carmel?

Residentes y comerciantes apoyan una mayor vigilancia en el popular mirador del distrito de Horta-Guinardó para garantizar el descanso vecinal e impedir otros actos incívicos, pero no quieren que se convierta en otro Park Güell con un acceso muy limitado

Los bunkers del Carmel, la mejor vista de Barcelona

Los bunkers del Carmel, la mejor vista de Barcelona / FERRAN NADEU

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Gonzalo Michavila

En las últimas semanas, agentes de la Guàrdia Urbana se dedican casi cada día a desalojar a varios cientos de personas reunidas en los búnkers del Carmel. La nueva moda de subir hasta este privilegiado mirador de la ciudad de Barcelona, ahora el más masificado, provoca molestias a los vecinos, especialmente los fines de semana, cuando se organizan botellones que acaban en auténticas fiestas con música hasta altas horas de la noche.

Esta situación ha llevado al Ayuntamiento a tomar medidas, como cortar el paso a vehículos privados que no sean residentes y la reciente amenaza de sanciones y decomisos de equipos de música y luz si vuelve a producirse un sarao multitudinario. Las obras de vallado, ya avanzadas, que permitirán cerrar por la noche las baterías antiáereas, también podrían ser un buen aliado para estos vecinos que no consiguen conciliar el sueño.

 “Si la gente se acerca a los búnkers para liarla sí que me parece bien limitar el acceso, para que dejen descansar a los vecinos. Yo he visto últimamente en TikTok quedadas para hacer fiestas e incluso he acudido a alguna con amigos”, explica a este diario Albert Torre, de 18 años. Si bien ha participado en alguna de estas fiestas, comprende el malestar de sus vecinos y está a favor de “poner horarios y limitar el aforo” para mayor seguridad.

La mayoría de los vecinos consultados por EL PERIÓDICO están de acuerdo en que se debería tomar medidas, pero las ideas aportadas son diferentes. “Tendrían que vigilar más la zona, poner vigilantes como en el Park Güell”, sostiene Jordi Molina, de 53 años, camarero del Bar Las Delicias. “El problema no es el turismo –puntualiza-, sino el turismo de botellón”. 

Otro vecino, Diego Lobato, 64 años, coincide en la importancia de controlar el aforo, si bien rechaza de lleno que se pueda cobrar entrada como en el Park Güell, ni a vecinos ni a turistas. “A mí no me parece bien que se esté armando este revuelo porque hay de fondo un tema político y quieren sacar tajada. Antes esto estaba abandonado hasta que han llegado los jóvenes y le han dado vida. Que seguramente molestará a muchos vecinos, pero a nosotros no nos molestan”, afirma Carmelo Ruiz, también vecino, mucho más comprensivo con los jóvenes que suben a los búnkers con unas latas a contemplar el ‘skyline’.  

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Un cierre perimetral de los búnkers provoca recelos en vecinos como María Sánchez, de 29 años, docente de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Ella vive por la zona desde hace poco. Tiene dudas sobre la mejor manera de abordar este problema de convivencia, pero sí tiene claro que “lo importante es mantener el espacio público y en buen estado para que la gente pueda utilizarlo cuando quiera”. En este sentido, la intervención debería limitarse, en su opinión, al mantenimiento. “Si es para que la gente no pueda hacer uso de ese espacio cuando quiera y como quiera me parece mal”, apostilla.

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