ENTENDER+ la industria espacial

Bienvenidos a la era del ‘New Space’

El espacio ya no es cosa de unos pocos. La miniaturización de los satélites ha sido la palanca para la apertura de la industria espacial a un nuevo ecosistema de actores. La economía del ‘New Space’ ha logrado un valor global de 469.000 millones de dólares en 2021, un 9% más que en 2020, según el último informe de la Space Foundation. Sílvia Rodríguez Donaire, profesora de la UOC e investigadora del proyecto Discoverer, y Jorge Hernández Bernal, astrofísico de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y de la misión Mars Express, abordan la cuestión desde diferentes prismas.

Viajar al espacio y observar la tierra ya es una realidad

Viajar al espacio y observar la tierra ya es una realidad

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Sílvia Rodríguez Donaire y Jorge Hernández Bernal

La participación de compañías privadas en el sector aeroespacial no es algo nuevo. De hecho, la carrera espacial de los años 50 y 60 no habría existido sin la participación de numerosos contratistas. Pero el 'New Space' es más que eso. Matthew Weinzierl, profesor de la Harvard Business School y analista del sector, lo define como un conjunto de ‘start ups’ dispuestas a “perturbar el sector espacial con nuevas tecnologías, enfoques de gestión y presión competitiva”. Una característica que se repite en varias compañías del 'New Space' es el ánimo de rentabilizar su negocio enfocando sus servicios al cliente particular. Virgin Galactic, de Richard Branson, o Blue Origin, del fundador de Amazon Jeff Bezos, ofrecerán vuelos espaciales al público. Pero el ‘New Space’ es mucho más que unos vuelos espaciales solo aptos para bolsillos privilegiados. Esta nueva era espacial genera nuevas y múltiples oportunidades de negocio, pero también es preciso que su desarrollo sea sostenible y respetuoso con el interés general.

Nuevas oportunidades de negocio

Sílvia Rodríguez Donaire. Profesora de la UOC e investigadora del proyecto Discoverer

Tradicionalmente, el uso y la exploración del espacio han sido financiados con inversión pública y con un uso puramente militar o para las agencias gubernamentales. En esta última década, este enfoque del sector espacial ha experimentado un gran cambio dando lugar a la aparición de nuevos modelos y oportunidades de negocio, atrayendo a la inversión privada.


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La miniaturización de los satélites ha supuesto la democratización de la industria espacial, permitiendo el acceso a ‘start-ups’

Uno de los principales impulsores de la transformación de la industria espacial ha sido la miniaturización de los satélites. Hecho que ha democratizado la industria espacial permitiendo el acceso a empresas con recursos más limitados, como las 'start-ups', y no solo a los organismos militares, las agencias espaciales o a las grandes empresas con abultados recursos económicos. Así nace el concepto de ‘New Space’ o ‘Space Industry 4.0’.

Tal y como lo define la Comisión Europea, el ‘New Space’ es un movimiento industrial que engloba nuevas inversiones privadas e innovaciones tecnológicas dejando de lado diseños de alta confiabilidad, ciclos largos y alto coste, reemplazándolos por modelos más flexibles, con costes de producción y tiempos de comercialización reducidos, que no eran viables hace unos años. Esta transformación promueve la creación de nuevos modelos de negocio en el sector espacial y ofrece múltiples servicios usando pequeños satélites de bajo coste a órbitas bajas. 

La Universidad de Stanford lanzó en el año 2000 ‘OPAL’, el primer microsatélite

La emergencia del concepto ‘New Space’ comienza con el nacimiento de la miniaturización de los satélites como idea disruptiva e innovadora. En febrero de 2000, la Universidad de Stanford lanzó un microsatélite llamado OPAL. La misión del satélite demostró la viabilidad de una nueva generación de pequeños satélites que ayudarían en la investigación y experimentos tecnológicos del espacio. Desde entonces, este tipo de satélites han sido utilizados como demostradores y validadores de tecnología por universidades, institutos de investigación y empresas

Otro hecho importante que ha facilitado la creación de nuevos modelos de negocio dentro del 'New Space' ha sido la aparición del estándar CubeSat. Fue inventado en 1999 por el profesor Jordi Puig-Suari junto con Bob Twiggs, con el objetivo de desarrollar un estándar que permitiera a los estudiantes diseñar, implementar, verificar y operar un satélite en órbita en un tiempo razonable. Actualmente, el estándar CubeSat brinda homologación entre fabricantes y proveedores, optimizando tiempos y costes de producción y permitiendo un acceso continuo y relativamente económico de las empresas privadas a la industria espacial.  

El crecimiento progresivo del ‘New Space’ se ha acentuado en los últimos cinco años

Desde el 2000, el 'New Space' ha experimentado un crecimiento progresivo, que se ha acentuado especialmente en los últimos cinco años con el avance en paralelo de otras tecnologías aplicables en las órbitas bajas del espacio. Como, por ejemplo, los lanzadores de pequeños satélites y el uso de componentes estandarizados como son las baterías, los sensores, las cámaras... Estas dos tecnologías han permitido una reducción significativa de los costes de fabricación y lanzamiento en el sector espacial, haciendo posible la aparición de nuevas empresas privadas dentro del mercado espacial. 

Un beneficio notable de los pequeños satélites frente a los satélites convencionales es que ponerlos en órbita es más rápido. Según Guillermo Lamelas, CEO de la empresa Alén Space, los convencionales suelen tardar entre cinco y 15 años en producirse y ponerse en órbita, mientras que los Cubesats pueden producirse y ponerse en órbita en menos de ocho meses. Otro gran beneficio es la diferencia sustancial en los costes de fabricación: mientras que el coste total de un CubeSat puede ser inferior a los 500.000 euros, los costes de un satélite convencional pueden alcanzar casi 500 millones de euros. 

Según los investigadores de la Universidad de Delft, la era del 'New Space' se caracteriza por la democratización del espacio mediante el uso de pequeños satélites que ofrecen diversas aplicaciones, como las telecomunicaciones, la observación terrestre o como demostradores tecnológicos en periodos cortos a un bajo coste.

En los próximos años se espera un auge en la comercialización de: 

1. Internet (5G y 6G) y IoT

2. Servicios de geoinformación

3. Investigación biomédica y de nuevos materiales

4. Observación terrestre y del universo

5. Integración con otras tecnologías como la robótica, la inteligencia artificial o el Big Data

6. Sistemas autónomos que se basan en la navegación y comunicación por satélite

7. Lanzadores reutilizables de bajo coste

Todo esto es posible gracias al bajo coste y a la accesibilidad de los productos y servicios de ‘New Space’ por cualquier empresa.  

Hacia un sector espacial coherente con la justicia climática

Jorge Hernández Bernal. Astrofísico de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y de la misión Mars Express. Forma parte del grupo de Ética Espacial y Derecho Humanos de la SGAC

En los últimos años asistimos a un relanzamiento de las actividades espaciales. Nuevas potencias espaciales han surgido, y el sector privado ha irrumpido en el tablero de juego, ya no como un mero contratista del Estado, sino como un actor con grandes medios y una fuerte iniciativa propia. Las motivaciones tras este interés de estados y empresas en el espacio son variadas: científicas, tecnológicas, estratégicas, militares, propagandísticas, económicas…

La era espacial ha traído numerosos beneficios a la humanidad. La visión de la Tierra desde fuera, o incluso desde la Luna, o desde los confines del sistema solar, como en el famoso 'punto azul pálido', ha tenido un impacto sobre la conciencia colectiva y sobre nuestra visión de nuestra relación con este planeta. Los satélites de observación de la Tierra nos permiten conocerla mejor, hacer predicciones meteorológicas, y adelantar y gestionar mejor fenómenos catastróficos tales como huracanes, terremotos, e incendios. Las tecnologías de geolocalización nos ayudan en nuestro día a día. La exploración de otros planetas es una de las tareas más inspiradoras que ha emprendido la humanidad, etc.

Pero es un hecho cada vez más evidente que no todas las actividades espaciales son compatibles con el interés general de la humanidad, y que algunos actores del sector espacial están comportándose de forma egoísta y buscando únicamente su propio beneficio o el de una minoría privilegiada. Surge así un marco ideológico y una narrativa que pretenden legitimar estas actividades, y con ello, conceptos que suenan bien pero que o no significan nada, o no significan lo que parece. Por ejemplo: «democratización del espacio».

En lo que probablemente fue una muestra involuntaria de su inocente incoherencia, el CEO de una compañía del sector espacial lo expresó muy bien en una entrevista: «El espacio se está democratizando, sobre todo si tienes mucho dinero». Esta supuesta democratización del espacio no consiste en que la población mundial pueda deliberar sobre la forma en que nos relacionamos con el espacio y que ésta sea acorde al interés general, sino en que actores particulares puedan explotar el espacio con una libertad mal entendida y condicionados únicamente por los intereses particulares de una minoría.

Un ejemplo de esta falsa democratización del espacio es el turismo espacial. Varias empresas ofrecen ya vuelos suborbitales. Estos vuelos son muy caros y solo están al alcance de una minoría, pero la propaganda en torno al turismo espacial sostiene que el precio irá bajando hasta hacerlos accesibles a las masas. Llegamos así a un ingrediente fundamental en la encrucijada actual de la humanidad: la crisis climática, energética, y ecológica en general.


/ AFP

Cada pasaje en un vuelo turístico de Virgin Galactic o Blue Origin supone en torno a 10 toneladas de dióxido de carbono. En comparación, la huella del carbono media anual per cápita en España es de 5,4 toneladas, y a nivel mundial de 4,8 toneladas. Es decir, un turista espacial produce el doble de carbono en pocos minutos que el humano medio a lo largo de todo un año.

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Es evidente que no nos podemos permitir que el turismo espacial se generalice, no solo por las emisiones de carbono, sino también por el inminente descenso energético. Estamos atravesando el pico de producción de diferentes combustibles fósiles y recursos energéticos. Las llamadas energías renovables también requieren de recursos limitados, muchos de los cuales no son reciclables a día de hoy. Por su parte, el cambio climático sigue avanzando y estamos muy cerca de atravesar puntos de no retorno. El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) avisa de que más de la mitad de la población mundial vive en zonas altamente vulnerables al cambio climático. En 2022 miles de personas han muerto y la productividad agrícola ha caído fuertemente en muchas regiones.

Tenemos que preguntarnos qué usos del espacio pueden ser verdaderamente sostenibles y beneficiosos para el conjunto de la humanidad

Nuestro futuro próximo está inminentemente marcado por la necesidad de mitigar estas crisis y adaptarnos a ellas, lo que implicará una fuerte reforma de todo nuestro sistema socioeconómico: es la hora de dejar el ‘greenwashing’ y abandonar la ideología obsoleta y seudocientífica del crecimiento económico. Tenemos que preguntarnos: ¿Qué usos del espacio pueden ser verdaderamente sostenibles y beneficiosos para el conjunto de la humanidad en este contexto de decrecimiento material y energético? Solo sobre esta pregunta y con estas consideraciones será posible construir un ‘New Space’ coherente con los valores en los que se fundamenta nuestra sociedad en la encrucijada de la crisis ecológica. O en otras palabras: solo así será posible democratizar el espacio.  

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