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Cereales, la masa madre de las revoluciones | + Historia

La invasión de Ucrania y la ola de calor de la India están influyendo en el incremento del precio de los cereales. Esto puede tener graves consecuencias políticas, como ha ocurrido en otros momentos de la historia.

Litografía alemana conmemorativa de la Revolución de 1848 (Winckelmann).

Litografía alemana conmemorativa de la Revolución de 1848 (Winckelmann).

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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En la época que nos ha tocado vivir, donde todo parece tan sofisticado y digital, olvidamos que nuestra supervivencia depende de cosas tan básicas como los cereales. Y en estos meses se han producido dos hechos que hacen aparecer la sombra de la carestía global. Por un lado, como es sabido, la invasión rusa de Ucrania, considerada el gran granero de Europa; y por otro, la ola de calor de la India. Dado que el terrible aumento de temperaturas ha reducido la cosecha cerealística del segundo gran productor del planeta, las autoridades del país asiático han prohibido la exportación de grano. Una medida que reafirmó el ministro de comercio indio el 25 de mayo en Davos, en declaraciones a la agencia Reuters.

Con dos proveedores mundiales fuera de juego, se plantea una situación preocupante que, sumada al incremento de precios de otras materias, puede derivar en inestabilidad política en los lugares donde la carencia de productos básicos como el pan puede ser la chispa para encender la revolución. De hecho, en las últimas semanas ya han llegado tímidas noticias de las protestas de Irán, de las que sabemos muy poco por la censura que aplica el régimen de Teherán.

En Oriente Medio el pan todavía es un alimento fundamental y ha tenido un rol destacado en distintos episodios de la historia reciente. Por ejemplo, cuando en 2011 estalló la Primavera Árabe, en muchos lugares las manifestaciones iniciales fueron para quejarse del incremento de precio de este alimento. Uno de los países en los que eso sucedió fue en Egipto, donde en enero de 1977 ya se había vivido un momento complicado cuando el Gobierno intentó retirar el subsidio del pan. La gente salió en masa a la calle y en solo dos días de disturbios hubo setenta muertos.

Aunque en el mundo occidental ahora no somos tan dependientes del pan, antes ocurría lo mismo. Ya hace tiempo contamos que las primeras manifestantes de la Revolución Francesa fueron las madres de familia desesperadas por el encarecimiento del precio de las subsistencias y que, en Barcelona, en la misma época, se produjo una revuelta llamada los 'Rebomboris del pa'.

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Según los historiadores, el 1789 francés fue la entrada a la época contemporánea, caracterizada por la revolución industrial y el establecimiento (lento) de los regímenes democráticos. Uno de los puntos culminantes de este proceso se vivió en 1848, cuando en el Viejo Continente se produjeron una veintena de revueltas regionales, de mayor o menor intensidad. Pues bien, el origen de las conocidas como Revoluciones de 1848 se encuentra en las malas cosechas del bienio 1845-1847. Los profesores alemanes Helge Berger y Mark Spoerer, en un minucioso artículo publicado en el 'Journal of Economic History', demostraron una relación directa entre el estallido revolucionario y la subida de los precios de los cereales provocada por la escasez.

En ese momento, la mayoría de la población europea solo ganaba lo mínimo para subsistir. Con el aumento del coste de productos básicos como el pan, dejaron de comprar otras cosas y eso afectó al sector industrial, que tuvo que recurrir el crédito para hacer frente a los gastos que no cubría a raíz de la caída de los beneficios. Sin embargo, ante la duda de la solvencia de las empresas, también se limitó la política crediticia. Esto provocó la quiebra de parte del sector textil y la desaceleración de la inversión en la red de ferrocarriles europeos, que entonces era el gran sector económico emergente. De rebote, eso derivó en un descenso de la demanda de materias primas, que impactó especialmente en el sector minero.

En consecuencia, tanto campesinos como obreros y artesanos vieron afectado su estatus socioeconómico y buscaron alternativas para cambiar la situación. Convencidos de que los antiguos regímenes monárquicos y autoritarios no les arreglarían los problemas, se acercaron a otras opciones como la democracia, el nacionalismo y el liberalismo. La combinación de ideología y conciencia colectiva provocó cambios profundos en el mapa de Europa.

La historia no se repite, pero tiende a la reiteración. Quizás valdría la pena que los responsables de tomar decisiones globales lo tuvieran presente.


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Independencia y unificación

Las Revoluciones de 1848 tenían un origen compartido pero en cada territorio derivaron hacia un camino particular. Por ejemplo, en los dominios del Imperio Austrohúngaro hubo movimientos independentistas; mientras que en sitios como Italia y Alemania la crisis condujo a la unificación de varios territorios que acabarían dando lugar a los países que ahora conocemos.

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