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Blanquear, de la tumba al Instagram | + Historia

Es una de las palabras más habituales y más de moda en los últimos años en las conversaciones públicas. Sale en tertulias, noticias y artículos de opinión. Parece muy moderna, pero tiene unas raíces antiquísimas.

Victoria Federica de Marichalar Borbón.

Victoria Federica de Marichalar Borbón.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Este fin de semana, mientras medio país estaba pendiente del tiempo que hacía por si se podía celebrar Sant Jordi, en un universo paralelo situado en Barcelona se organizaba la Bridal Fashion Week, que es la forma moderna de presentar los desfiles de vestidos de novia para la próxima temporada. Es el típico evento por el que circulan personajes de esos que salen en la información rosa, lo que permite a las firmas de moda tener una repercusión mediática más amplia. Y funciona. Todas las crónicas coinciden en señalar que la estrella de este pesebre nupcial ha sido Victoria Federica de Marichalar Borbón, o lo que es lo mismo, la sobrina del rey y nieta del Emérito, que según sus propias palabras es su “persona favorita”.

Hace unos meses que esta chica de 21 años se ha convertido en uno de los valores al alza en el mercado de los cotilleos. Ha tenido la habilidad de saber tener un pie en la esfera mediática tradicional (prensa del corazón, tele, etcétera) y otro en las redes sociales, como cualquier celebridad de su generación, acumulando decenas de miles de seguidores. Abel Cobos acertó de lleno el titular su crónica sobre la Bridal Week diciendo que había nacido una ‘influencer’ para blanquear a los borbones.

Desde que el mundo digital forma parte de lo cotidiano, ‘blanquear’ es uno de los verbos que más se conjuga en nuestro día a día. Consiste en ofrecer una cara amable de lo que en realidad no lo es. La lista es larga: la extrema derecha, el machismo, el racismo, la corrupción... En el caso que nos ocupa no solo es apropiado por la rutilante vida social de Victoria Federica, que deslumbra lo suficiente como para tapar episodios oscuros protagonizados por miembros de su familia, sino porque precisamente el 23 de abril terminó la Pascua judía (Pésaj), de donde proviene el origen del concepto ‘blanquear’. Pero no vayamos tan rápido, que tenemos que retroceder hasta los tiempos de Cristo.

Si hoy utilizamos esta expresión constantemente es porque en el Evangelio de San Mateo se reproduce una intensa prédica de Jesús a sus discípulos donde dice esto: “Ay de vosotros, maestros de leyes y fariseos hipócritas, que sois como sepulcros blanqueados: de fuera parecen bonitos, ¡pero por dentro están llenos de huesos y de todo tipo de impurezas! Igualmente vosotros, de fuera parecéis hombres justos, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad”. Nosotros hemos perdido el contexto histórico y religioso que acompaña esta referencia para poder entender en su conjunto el pasaje. Deberíamos echar un vistazo al Shekalim, que es un viejo tratado hebreo donde se recogían las instrucciones sobre el mantenimiento y funcionamiento del Templo de Jerusalén.

Según la ley judía, quien tocaba a un difunto o una tumba automáticamente pasaba a ser considerado ritualmente impuro (‘tumah’) y, en consecuencia, no podía participar en las ceremonias ni entrar en los recintos sagrados hasta que no habían pasado unos días. Para evitar que la gente topara con las tumbas que había en las afueras de las poblaciones, eran delimitadas con cal. El problema era que cuando llegaban las lluvias de la primavera, el agua se lo llevaba todo por delante. Esto era especialmente problemático en Jerusalén, donde muchos fieles se desplazaban para participar en la Pésaj y si durante el trayecto, haciendo atajo por algún camino, daban con un sepulcro, eran excluidos de la celebración. Y al no poder ir al templo, tampoco podían realizar las aportaciones económicas que ayudaban a su buen funcionamiento. Así pues, los hombres de leyes y los fariseos, que eran los encargados de asegurar la estricta observancia de las tradiciones, instauraron la costumbre de blanquear las tumbas. Era una forma de señalizarlas para que se pudieran evitar y, de paso, las embellecían.

Pero como muy bien recordaba Jesús a sus seguidores, en el interior de aquellos sepulcros se seguían conservando las impurezas de los cuerpos en descomposición. En el siglo XXI, la cal ya no es necesaria para blanquear. Es mucho más eficaz un buen filtro de Instagram que disimule, como dice el Evangelio de Mateo, la hipocresía y la maldad.

 


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‘Blanquear’ en inglés se llama ‘whitewashing’, por eso de ahí han derivado otros términos como ‘greenwashing’ o ‘purplewashing’. Se utilizan para acusar a las instituciones, empresas y personalidades que pretenden mejorar su imagen pública en ámbitos como el medio ambiente o el feminismo con acciones hechas más de cara a la galería que por convencimiento.