Toponimios en debate

Qué razones hay para escribir Kiev y Kíiv

EL PERIÓDICO opta por seguir las normas ortográficas vigentes en castellano y en catalán, que en el primer caso prefieren respetar la forma acuñada históricamente y que es aún de uso más general y en el segundo se acaban de inclinar por aproximarse a la pronunciación ucraniana

Cartel de carretera que indica la ciudad de Kiev en ucraniano y con alfabeto cirílico.

Cartel de carretera que indica la ciudad de Kiev en ucraniano y con alfabeto cirílico. / 123RF

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Ernest Alós
Ernest Alós

Coordinador de Opinión y Participación

Especialista en Escribo, cuando puedo, sobre historia, literatura fantástica y de ciencia ficción, ornitología, lenguas, fotografía o Barcelona

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¿Kiev, Kíev, Kíiv o Kyiv? En los últimos días, algunos medios españoles han modificado la forma en que transcriben, en castellano o en catalán, el nombre de la capital ucraniana. Otros topónimos, como el de la ciudad de la Ucrania occidental que está canalizando gran parte del flujo de refugiados, aparece en diversas formas. ¿Lviv, Lvov o Leópolis? ¿Cuál es la correcta -si es que solo hay una- y cuáles son los argumentos para cambiarla –o para no hacerlo-? 

Tradición o transliteración

Para situarnos: básicamente hay dos posibles prácticas a la hora de integrar los exónimos (los topónimos, o nombres de lugar, de países con otras lenguas). La primera, atenerse a las formas tradicionales (en algunos casos con raíces medievales) que ha adoptado la propia lengua para los nombres de lugares de otros países, a menudo muy distintos del original por influencia de otras lenguas intermediarias, del latín, de evoluciones divergentes… Tanto en castellano como en catalán es la opción por defecto en los nombres de países y capitales, además de todos aquellos lugares suficientemente prominentes o cercanos como para haber sido mencionados a menudo a lo largo del tiempo hasta el punto de haber consolidado una forma determinada. Sería el caso de Moscú/Moscou (no Móskva), o Rusia/Rússia (no Rossíya). O Londres (London), Milán/Milà (Milano)... La segunda posibilidad es respetar el nombre en su grafía original en caracteres latinos, independientemente de su pronunciación, o transliterarlo según unas normas determinadas, que se aproximen a la pronunciación real, cuando el original se escribe en un alfabeto distinto del latino. Esa sería la opción más habitual en topónimos menores, en los que no hay tradición acuñada de uso en otras lenguas.

Cambios y excepciones

Pero, como nos comenta el director de la oficina de onomástica del Institut d’Estudis Catalans, Enric Ribes, en este campo “no hay nada simple”. Por un lado las Naciones Unidas, a través del Grupo de Expertos de las Naciones Unidas para los Nombres Geográficos, intenta promover una nomenclatura internacional única para los topónimos mundiales, el Glosario de terminología toponímica de la ONU, en la que se da prioridad a la forma utilizada en el país en cuestión (el endotopónimo). Un catálogo de nombres que ha tenido más influencia en el mundo anglosajón que en las lenguas romances y que ha extendido, por ejemplo, el uso de Kyiv. Una tendencia generalizada pero a la que la norma del castellano se resiste.

Por otra parte, en los procesos de descolonización, independencia o acceso a la oficialidad de lenguas propias que no tenían reconocida esta categoría, algunos países han optado por modificar viejas denominaciones y sustituirlas por otras que reflejen mejor su identidad, o la forma local que ha pasado a ser oficial. “Hasta cierto punto, también el de Ucrania es un caso de descolonización cultural, tras un tiempo en que el ruso era la lengua hegemónica y el ucraniano una lengua subordinada”, apunta el traductor del ruso y el ucraniano Miquel Cabal, quien entiende que “Ucrania se quiera enseñar al mundo de determinada manera desrusificando sus nombres, y deberíamos ser sensibles a ello”.

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En casos similares, ¿qué hace por ejemplo la Real Academia en su 'Ortografía', o qué orientaciones da la Fundación del Español Urgente (Fundéu), asesorada por la RAE? Pues depende, porque aquí, además de la tradición y de este criterio político, entran otros, los de la difusión y utilización y inteligibilidad por parte de los hablantes. Por ejemplo, la RAE asumió el cambio del muy establecido Ceilán por Sri-Lanka, o el muy histórico de Angora por Ankara. Pero mantiene la forma Bombay frente a Mumbai. Otras denominaciones históricas caen en desuso, hasta el punto de resultar ya incomprensibles. En algunos casos la RAE lo asume (Maastricht en lugar del vetusto Mastrique) y en otros mantiene el no menos vetusto Leópolis en lugar del Lvov ruso o el Lviv ucraniano. Así que la tradición no es el único elemento: la determinación de las toponimias oficiales tras cambios políticos o culturales o el uso real entre los hablantes puede hacer modificar este criterio.     

Cartel de la ciudad de KYIV

/ Age Fotostock

¿Qué dice la norma sobre la capital ucraniana?

En el caso de Kiev, la ‘Ortografía’ de 2010 de la RAE mantiene únicamente la forma utilizada tradicionalmente en castellano, Kiev, formada a partir de la denominación rusa de la ciudad, en alfabeto cirílico Киев (que de ser transliterada siendo fiel a su pronunciación en ruso, debería ser transcrita como Kíev, con acentuación llana en lugar de aguda, opción cada vez más habitual en las traducciones literarias). En cambio, la Fundéu es menos taxativa: en una guía sobre el uso de topónimos por los medios durante la invasión de Ucrania considera simplemente que Kiev es “mejor que Kíev y Kyiv”. Esta última es la romanización aprobada oficialmente en Ucrania y asumida por la ONU del original ucraniano Київ, única forma oficial en 1995, tras la independencia de Ucrania y que por cierto, en gran parte del país al menos sería pronunciada más bien como Kiiu (en transcripción fonética,  [ˈkɪjiu̯] . 

En el caso del catalán, en cambio, el nuevo ‘Nomenclàtor mundial’ aprobado en mayo de 2021 por la Secció Filològica del Institut d’Estudis Catalans (y aún no publicado pero consultable en su web), establece que la forma aprobada por la academia con autoridad normativa sobre el catalán es Kíiv. Con todo, el catalán no asume la fórmula oficial en Ucrania, Kyiv, sino que la adapta a la ortografía del catalán, dándole, según Enric Ribes, la condición de forma con uso consolidado por la práctica en los últimos años (con las retransmisiones deportivas de Puyal como precedente). “Si los ucranianos quieren, hemos de movernos”, sostiene el profesor de Literatura rusa y traductor Ricardo San Vicente.

¿Qué criterio seguir en los medios?

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Hay razones, por supuesto, para considerar que la forma aprobada como oficial en Ucrania, que rectifica décadas de rusificación, hace aconsejable modificar la forma tradicional aunque sea la normativa. Especialmente si el uso real más extendido arrincona la forma tradicional. Es lo que ha hecho ya este diario al utilizar la forma Lviv en lugar de Leópolis o Lvov (o al decidir utilizar en castellano los topónimos de Catalunya en catalán, como Girona, aunque la RAE establezca que solo debe hacerse en textos oficiales). En el caso de Kiev, con todo, se plantean dos objeciones (la ortografía vigente insiste en el uso de Kiev y esta sigue siendo aún la forma utilizada de forma preponderante en castellano) y una duda: si la RAE regularizase este topónimo aproximándose al oficial en Ucrania quizá optaría por Kiiv (sin tilde) en lugar de la forma reconocida internacionalmente, Kyiv.  

En esta tesitura, la opción de este diario es, sin ignorar cuál sea la evolución del uso real por los hablantes, atenerse a la norma establecida por la respectiva autoridad lingüística. En este caso, utilizar el topónimo Kiev en la edición en castellano siguiendo lo marcado en la ‘Ortografía’ de la RAE y la tendencia general en la lengua, en que es preponderante la resistencia a abandonar las formas históricas (en alemán, por ejemplo, Colonia, Maguncia o Tréveris en lugar de Köln, Mainz o Trier). Y en la edición en catalán, Kíiv, asumiendo el criterio del 'Nomenclàtor mundial’ del IEC' frente a Kiev o Kyiv, que ha primado, apunta Ribes, "no establecer los topónimos a través de lenguas interpuestas”.