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Dudas nutricionales: ¿Son fiables los sellos de los productos que consumimos?

Las marcas llevan años usándolos para posicionar mejor sus productos y convertirlos en “opciones saludables” que llamen al consumidor a comprar

Frutas y verduras a la venta en un mercado.

Frutas y verduras a la venta en un mercado. / DANNY CAMINAL

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Begoña González

Vivimos inmersos bajo un constante bombardeo de eslóganes. Muchas veces no somos ni conscientes de lo mucho que han calado en el imaginario ciertas afirmaciones que la industria alimentaria nos ha ido haciendo creer y que pocos se cuestionan. Fresco, saludable, ecológico, hecho en casa, auténtico, real, artesano o directo del campo son tan solo algunos de los ejemplos que ilustran a la perfección los triunfos del márqueting sobre el sentido común. Las marcas llevan años usándolos para posicionar mejor sus productos y convertirlos en “opciones saludables” que llamen al consumidor a comprar.

“La industria ha visto una oportunidad en apropiarse del uso de estos conceptos haciendo creer al consumidor propiedades que los productos industriales lógicamente no tienen. Y al mismo tiempo, arrebatando el significado de los reclamos a las pequeñas explotaciones, artesanales y realmente auténticas, que sí están trabajando basadas en estos atributos”, aseguran desde la organización barcelonesa Justicia Alimentaria. Con la finalidad de denunciar estas prácticas, la organización ha elaborado el informe ‘Las Mentiras que Comemos. Anatomía del greenwashing alimentario’.

En los últimos años, la publicidad de alimentos ha dado un giro apostando por destacar los aspectos saludables de los productos enfocándose así en la creciente tendencia del consumidor de cuidarse, bajar de peso o comprar conscientemente. En todos los estudios sobre tendencias alimentarias y aspectos que preocupan al consumidor, los elementos relacionados con la salud son los más destacados, ya sea de forma directa o bien indirecta, por ejemplo a través de los conceptos de natural o artesano. Esta se ha convertido en la nueva baza de muchas empresas que aprovechando el vacío legal y la falta de unidad en los criterios de obtención de los distintos sellos, los utilizan para lavar su imagen y la de sus productos.

Vacío legal

El estudio hace hincapié en que estas prácticas pretenden confundir al consumidor. “Las empresas aprovechan el vacío legal para jugar a la confusión y vender más. Se muestran comprometidos con los problemas ambientales, sociales o de salud que éstos tienen pero realmente no cambian el contenido del producto, solo incorporan un atributo en la etiqueta”, comenta Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria.

Estos sellos corporativos están diseñados y controlados por la propia industria o en colaboración con fundaciones privadas. “Existen más de 400 sellos y ninguno está regido por una normativa estricta con garantías para el consumidor”, explica Guzmán. Uno de los que tiene más presencia es The Carbon Trust o Certificación de Neutralidad de Carbono, una distinción climática que certifica que un producto está comprometido con la descarbonización, pero la realidad es que el consumidor es incapaz de saber si el producto ha emitido mucho o poco CO2 durante su elaboración, explican en su informe.

"Poner un sello ecológico en un producto traslada al consumidor la idea de que es mejor que uno que no lo lleva. Además, la certificación ecológica no distingue aspectos laborales o de derechos humanos. La agricultura intensiva de exportación se traduce en explotación laboral y, en muchos casos, en explotación humana”, añade Guzmán.

El sello oficial de producción ecológica indica que se han cumplido los requisitos específicos que recoge la normativa que lo regula, el problema es que puede inducir a error al generar unas expectativas superiores a lo que su normativa regula. Un claro ejemplo son las frutas y hortalizas cultivadas en invernaderos de regadíos. Estas, pueden llevar la certificación ecológica pero detrás hay un fuerte impacto en el cambio climático y en la explotación del agua.

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Así, muchas veces los consumidores toman decisiones basadas en esta serie de reclamos de márqueting cuando buscan productos saludables para consumir y terminan por comprar productos que no aportan una gran diferencia con respecto a los de los competidores. 

Este hecho hace especialmente vulnerables a caer en este engaño a quienes cuidan su alimentación para la pérdida de peso o el control de ciertas enfermedades como el colesterol, porque son un público propenso a confiar en las etiquetas para buscar alternativas a los productos que consideran menos sanos o prescindibles. 

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