Entender + el arte urbano

Lo que pierde Barcelona con el borrado del Tiburón del Carmel

Hay todo un relato detrás del escualo emblemático del italiano Blu que hace más lamentable su desaparición súbita del paisaje del Carmel en particular y barcelonés en general. Siendo norma que el arte urbano es efímero por naturaleza, he aquí una serie de claves para entender mejor el valor de la que era considerada una obra de referencia del ‘artivismo’ europeo

El Tiburón capitalista de Blu.

El Tiburón capitalista de Blu. / El Periódico

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Se ha hablado mucho del malestar vecinal por el borrado del Tiburón capitalista del Carmel y poco de la obra y del artista. Merece mejor entierro un trabajo que, si fue capaz de concitar el cariño de la comunidad, fue en parte porque desplegaba un simbolismo con el que muchos se llegaron a identificar. Además, claro, de que era espectacular. El arte urbano es efímero por naturaleza y acaso no sea cuestión de rasgarse las vestiduras por la desaparición de algo que no iba a durar para siempre, pero al ejemplar de Blu hay que mandarlo al cielo de los escualos con las vestiduras adecuadas. Hay unas cuantas cosas que contar.

El canon artivista

Puede que la mejor síntesis sobre el trabajo del movimiento 'artivista' sea el libro que los primos Arcadi y Daniela Poch publicaron en 2018, ‘Artivism’ (Carpet Bombing Culture), un volumen que, sin más pretensión que reunir bajo un mismo techo el trabajo de los principales 'artivistas' del momento –Pejac, Jorge Rodríguez-Gerada, Roc Blackblock, Escif, Francisco de Pájaro, 32 en total–, acababa, casi sin querer, señalando un canon. Blu formaba parte de él. “Para mí es uno de los grandes 'artivistas'”, dice Arcadi Poch. “Con Daniela teníamos clarísimo que teníamos que acabar el libro con el Tiburón. Primero, por lo que representa como obra 'artivista', segundo, porque estaba hecho en Barcelona, y tercero, por todo lo que significa Blu en el 'artivismo'. Hablar de 'artivismo' sin hablar de él es como hablar de cubismo sin Picasso”. Por 'artivismo', en caso de que alguien se lo pregunte, se designa desde hace unos años la mezcla de arte y activismo. Más o menos. En realidad, nadie sabe la definición exacta.

‘And’… Blu

El Tiburón capitalista cerraba el libro con una foto a doble página a modo de "tributo”, según explica el comisario de arte urbano. A diferencia de los demás artistas, que ocupaban varias páginas con varios proyectos y cuyo trabajo era objeto de detalladas explicaciones, de Blu solo salía su Tiburón, allí, al final, elocuente a la manera de la estrella que aparece en el último lugar de los títulos de crédito tras un deferente “and”. Cualquiera que conozca al artista italiano sabe que ese era exactamente su lugar, y que lo habría sido incluso de haber participado en el libro dando su consentimiento. “Nosotros directamente ni le pedimos participar porque sabíamos que nos habría dicho que no, porque todos sabemos como es él”, dice Poch. Es una de las claves para hablar de Blu. El tipo de persona que es.

Un artista de principios

Al igual que otros artistas urbanos, Blu preserva su anonimato como un tesoro. Su amigo Rodríguez-Gerada, el artista cubano estadounidense afincado en Barcelona, dice que “como artista y como persona es alguien increíble”. “Una de las personas más inteligentes que conozco”, agrega. “Y sobra decir que dentro del arte urbano es mítico”. Gerada y Poch lo describen como un artista comprometido con su arte y de principios innegociables: los suyos y los del 'artivismo'. Zosen, el famoso artista urbano argentino residente en Barcelona, dice de él que “tal vez sea el mejor ejemplo de artista fiel a sus ideas. Sin ir más lejos, es alguien que prefiere borrar su trabajo antes de que se pierda el sentido original”. También goza de consideración en el mundo del arte ‘mainstream’: en 2008 fue uno de los artistas seleccionados para pintar en la fachada de la Tate Modern.

El Tiburón, ya borrado.

/ RICARD CUGAT

Enemigo de gentrificar

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Una vez, el comisario de un museo de Bolonia intentó ponerse en contacto con él porque estaba interesado en hacer una retrospectiva de su obra. Blu no le contestó, pero el comisario la hizo igualmente. En respuesta, el artista borró todos los murales que había hecho en la ciudad, y no eran pocos. “Eran 20 años de trabajo”, subraya Poch. Otra vez, alertado de que un proyecto inmobiliario en Berlín utilizaba una obra suya como reclamo (“con vistas a un Blu”, debía ser más o menos la idea), también fue y la borró: le revienta que el arte urbano se use como recurso para gentrificar. Al final, las malas experiencias han hecho que se aparte de los focos –es una manera de hablar–. Según Poch, “ahora está pintando en pequeños pueblos abandonados donde no lo ve nadie, y donde es imposible que gentrifique”.

Ordenanza cívica

Blu pintó el Tiburón en el 2009, en el marco del festival contracultural The Influencers. Aprovechó que en la pared de la calle del Santuari había unas siglas del PCC y puso al animal en posición de devorarlas. Un animal dibujado con billetes. Entonces ya estaba en vigor la ordenanza cívica y la ciudad se había vuelto implacable con lo de pintar en la calle, y algunos artistas locales, entre ellos Zosen, le explicaron la situación. “Le dijimos que desde el 2002, que era la última vez que él había estado en la ciudad, las cosas habían cambiado bastante, y él nos cedió parte de su presentación en el festival y así pudimos denunciar en público las restricciones. Como hablaba Blu, fue el día que hubo más gente”. Zosen lamenta, como todos, que el ayuntamiento haya borrado el Tiburón, y señala el valor de la pérdida: “No hay otro mural con ese impacto y significado ahora mismo en Barcelona”.

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