UNA TENDENCIA CONSOLIDADA

Arte urbano: llega la era del 'artivismo'

Los catalanes Arcadi y Daniela Poch abordan en 'Artivism' el fenómeno recién etiquetado del arte callejero al servicio del activismo social

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Mauricio Bernal

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Llega la policía al túnel donde Alexandre Orion está trabajando. Los agentes le preguntan qué cree que está haciendo, y él tranquilamente responde: "Limpiando". Lo cual, en rigor, era lo que estaba haciendo, solo que limpiaba, por decirlo así, de manera artística. Era el año 2010 y el artivista brasileño –la palabra entonces apenas se empleaba, es posible que ni él mismo se considerara tal cosa– se había introducido de noche en el túnel Max Feffer, una avenida subterránea de Sao Paulo cuyas paredes, originalmente amarillas, se habían vuelto negras por la contaminación. Orion, muralista y artista urbano formado en el universo del grafiti, había encontrado no solo que ese y otros túneles de Sao Paulo eran idóneos para denunciar con arte el problema de la polución urbana, sino que podía hacerlo sin temor a violar la ley.

En Barcelona residen 'artivistas' como Roc Blackblock, Pejac, Rodríguez Gerada y Ada Vilaró

‘Ossário’, bautizó Orion su obra, que componían miles de calaveras que parecían pintadas en los muros del Max Feffer y de los otros túneles en los que intervino, el Fernando Vieira de Mello y el Ayrton Senna. Pero solo lo parecían, porque Orion nunca desenfundó un espray ni nada parecido: se limitó a limpiar la película de suciedad acumulada en las paredes dándole a su limpieza una forma artística. Solo en el Feffer ‘dibujó’ 3.500 calaveras. Cinco veces se presentó la policía y cinco veces no pudieron detenerle. Limpiar aún no es delito.

Portavoces de Pfizer

"Limpieza selectiva", han llamado a la jugarreta de Orion los primos Arcadi y Daniela Poch –él comisario de arte urbano, artista de la calle y explorador sociocultural, como le gusta llamarse, ella creadora de teatro de calle e intervenciones urbanas creativas– en el libro que acaban de publicar sobre artivismo, ‘Artivism’, uno de los primeros intentos de dar forma a un concepto reciente y aún no del todo definido. "Seleccionamos casos para pensar en el concepto", dice él, antes de soltar algunas frases que intentan aprehenderlo: "Aquí el arte no es el fin, es el medio para hablar de otras cosas". "El artista utiliza el arte para hacer de altavoz de un conflicto". "En algunos casos para decir: está pasando esto, y en otros casos para tratar de remover las cosas". "Es un arte con algo más que la intención de embellecer o entretener".

El libro, editado en Londres por Carpet Bombing Culture, una editorial contracultural con vocación de guiar a sus lectores por "la guerra de guerrillas del siglo XXI", recoge el trabajo de 32 'artivistas' de todo el mundo cuya obra gira en torno a la triada arte, calle y compromiso social, aunque "arte" e incluso "calle" resulten dos conceptos ambiguos en este contexto. ‘Artivism’, por ejemplo, reseña el trabajo de The Yes Men, Andy Bichlbaum y Mike Bonanno, dos 'artivistas' que desde hace dos décadas se dedican a denunciar las malas prácticas de las corporaciones multinacionales básicamente suplantando identidades. Un día, por ejemplo, se hacen pasar por portavoces de Pfizer y anuncian ante la sede de la compañía en Nueva York que la empresa ha decidido bajar el precio de un centenar de medicamentos. Otro día son portavoces de Shell y hacen una declaración en la que piden perdón a los habitantes del Delta de Níger por contaminar sus campos y arroyos. La clave es que siempre parece que son los auténticos –portavoces o lo que sea–, con lo cual las empresas tienen que reaccionar, y casi siempre se retratan al hacerlo. ¿Arte? No dejan de ser performances. ¿Calle? Bueno: es público.

"Calle no solo quiere decir que el artivista intervenga en el exterior –dice Daniela Poch–, sino que actúa sobre el espacio público, y ese espacio público puede ser internet, por ejemplo. El 'artivismo' –abre el foco– es la expresión creativa de una protesta, una reivindicación, una decepción, un desencanto, un dolor... Es la búsqueda de un tipo de ingenio concreto que sabe cómo incidir sobre un problema sin tener que dar una solución inmediata. El buen 'artivismo' pone entre la espada y la pared una pequeña pieza del sistema". En la obra figuran artistas que tienen su centro de operaciones en Barcelona como los catalanes Roc Blackblock y Ada Vilaró, el cubano estadounidense Jorge Rodríguez Gerada, el extremeño Francisco de Pájaro, el santanderino Pejac, el estadounidense Grey Filastine o el Colectivo Enmedio, cuyos trabajos o intervenciones en el espacio público le son familiares al barcelonés medio, pero además es notable la lista de los que sin vivir aquí han dejado en algún momento su huella en la ciudad: Isaac CordalEscifBluVinzMark Jenkins o SpyLa ciudad es un imán para el 'artivismo'.

Un artivista de libro es el catalán Roc Blackblock, autor del mural icónico de Can Vies que el exalcalde Xavier Trias casi convierte en polvo durante el desastroso intento de desalojo y demolición del centro okupado, hace cuatro años. Blackblock considera que el artivismo "es el punto de encuentro" entre el arte y las causas sociales, y que "la calle es el lugar idóneo para poner en común reflexiones que no son solo del artista, sino que conectan con el sentir de su entorno". Rodríguez Gerada, el hombre que ha llenado Barcelona de enormes murales que llaman a la reflexión sobre la identidad local, dice que “el arte no debe ser solo algo que queda bien encima de un sofá” y que debe ir más allá, "ser algo filosófico, incluso", explica, "una radiografía de quiénes somos". "El artivismo es diálogo con el entorno", agrega.

Gerada se inició en el mundo del arte urbano en Nueva York en los años 80 haciendo 'culture jamming', es decir, formando parte de aquel grupo de artistas de la calle que subvertían los códigos de la publicidad de masas para atacar valores asociados al capitalismo y el consumismo. Aquello ya era artivismo, pero sin la etiqueta. “Y el Gernika era artivismo, esto viene así de lejos”, dice. Este siglo XXI le ha dado un nombre.