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Lo escribió Borges: ser colombiano es un acto de fe

La realidad colombiana hunde sus raíces en un relato histórico complejo, plagado de injusticias de clase y durante los últimos 70 años peligrosamente escorado hacia la violencia. Ensayistas y narradores se han esforzado por documentarlo y comprenderlo

Algunos de los libros seleccionados.

Algunos de los libros seleccionados.

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Hay un relato de Jorge Luis Borges titulado ‘Ulrica’ que está incluido en ‘El libro de la arena’, publicado en 1975. También forma parte de ‘El libro de sueños’, y se dice que es el único cuento de amor que publicó el escritor argentino. Un extracto del relato dice así:

“Nos presentaron. Le dije que era profesor en la Universidad de los Andes en Bogotá. Aclaré que era colombiano.

–¿Qué es ser colombiano?

–No sé –le respondí–. Es un acto de fe”.

Colombia lleva más de un mes en boca de todos por mor de una protesta social decidida a derribar las estructuras –rígidas, injustas, diseñadas para el bienestar de unos pocos y la privación de los demás– que señalan el rumbo del país desde los tiempos de la colonia. Visto así parece un país de infelices que han decidido no posponer más la felicidad, pero, por otro lado, hasta no hace mucho Colombia solía aparecer en el primero o primeros lugares de esas encuestas (probablemente dudosas, pero indicativas de algo) que miden la felicidad de los ciudadanos. Es un país complejo, difícil de comprender, sí. Pero hay literatura abundante para formarse una opinión. Borges también dijo: “Una de las cosas que más admiro de Colombia es que la literatura se toma en serio. Las letras se practican y el poeta es admirado”.

Comprender la violencia

Lo que está ocurriendo en Colombia es producto de un malestar enquistado. Hoy se expresa mediante la protesta en las calles, pero hasta no hace mucho hubo quienes consideraban que no había más alternativa que expresarlo por la vía de las armas. El cánonico ‘La violencia en Colombia’ (Taurus), de Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna fue desde su publicación, en 1962, la obra de referencia para comprender las dinámicas que incendiaron el país a partir de los años 50, y que llevaron al surgimiento de las guerrillas que durante la segunda mitad del siglo XX formaron parte de la sangrienta rutina del país. Para cerrar el foco sobre el momento más representativo de ese incendio está ‘Mataron a Gaitán’ (Aguilar), del historiador y profesor de la Universidad de Virginia Herbert Braun, seguramente el mejor libro escrito hasta ahora sobre el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. Cuando escriben ahora que es el peor estallido social en 70 años, los cronistas se refieren a eso: la violenta asonada que siguió a la muerte, nunca resuelta, de Gaitán.

El problema de la tierra

Sobre cómo ha sido el pueblo raso el que principalmente ha sufrido los embates del conflicto versan, a veces directa y a veces tangencialmente, todos los informes del Grupo de Memoria Histórica conformado tras los acuerdos de paz entre el Gobierno de Álvaro Uribe y los paramilitares, valiosos volúmenes que documentan algunos de los más traumáticos episodios del conflicto colombiano. Son especialmente provechosos, porque hablan de las perversas dinámicas del expolio de la tierra, ‘San Carlos. Memorias del éxodo en la guerra’, y ‘La tierra en disputa. Memorias del despojo y resistencias campesinas en la Costa Caribe 1960-2010’ (Taurus). El desigual y rayano en lo absurdo reparto de la tierra ha sido desde la colonia uno de los signos de la injusticia. Ambos libros explican cómo el desplazamiento campesino en medio del fuego cruzado entre la guerrilla, los paramilitares y el Estado no fue solo un efecto colateral del conflicto sino un fin estratégico.

La señalada oligarquía

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“¿Es muy triste todo esto? Sin duda. ¿Y alguien tiene la culpa? Yo creo que sí: quienes han dirigido o pretendido dirigir el curso de nuestra historia (…). Es decir, las oligarquías a las que se refiere el título de este libro”, reza el último párrafo de ‘Historia de Colombia y sus oligarquías’ (Crítica), del periodista y escritor Antonio Caballero, una lectura crítica de la historia del país desde la llegada de Colón al continente hasta nuestros días. No es menos adecuado para entender el terrible peso de la historia sobre este, en muchos sentidos, país malogrado, el ensayo ‘Pa’ que se acabe la vaina’ (Planeta), de William Ospina, donde el escritor colombiano bucea en las causas de lo que él mismo tacha de “catástrofe”, y no se priva de señalar a la dirigencia “mezquina y sin grandeza” que ha llevado al país hasta esta suerte de abismo. Más centrado en la actualidad del movimiento que tiene en jaque a la administración de Iván Duque, ‘Parar para avanzar’ (Planeta), de la politóloga Sandra Borda, cuenta y analiza las protestas estudiantiles que tuvieron lugar a finales de 2019, más que precursoras, un prólogo de lo que ocurre hoy.

Narrativa

Por supuesto, la narrativa colombiana es otro pozo donde mirar en busca de claves, y es sintomático que obras publicadas hace casi un siglo, como ‘La vorágine’, de José Eustasio Rivera (Cátedra), ese retrato de la vida de colonos e indígenas durante la fiebre del caucho, sean portadoras del malestar que hoy explota en las calles. O bien abrir ‘Los ejércitos’ (Tusquets), de Evelio Rosero. O ‘La virgen de los sicarios’ (Debolsillo), de Fernando Vallejo. O ‘Tierra quemada’ (Literatura Mondadori), de Óscar Collazos. Todas ellas miran a la “catástrofe” a su manera.