Entrevista

Ana Belén Cano: "Los jóvenes también tienen que estar en cargos de poder"

Ana Belén Cano, profesora del Departamento de Sociología de la Universitat de Barcelona (UP), considera preocupante la menor solidaridad intergeneracional, que menoscaba el Estado del bienestar, y aboga por un mayor intervencionismo del Estado en el mercado laboral para evitar que se agudicen las desigualdades.

Ana Belén Cano, profesora del Departamento de Sociología de la Universitat de Barcelona (UB).

Ana Belén Cano, profesora del Departamento de Sociología de la Universitat de Barcelona (UB). / Jordi Otix

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Sonia Gutiérrez
Sonia Gutiérrez

Periodista

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¿Hay brecha generacional?

Me atrae más la idea de tapón generacional, en el sentido de que hay un grueso de personas, los jóvenes, que no pueden atravesar el cuello de botella para llegar a las oportunidades. Es importante hablar del debilitamiento de la confianza intergeneracional, la empatía y la solidaridad intergeneracional, y eso es un pilar del Estado de bienestar. Cuando eso se erosiona, que creo que es donde estamos, afloran los intereses individuales.

¿La pandemia ha erosionado esa confianza intergeneracional? 

Yo creo que sí. En- el primer confinamiento, los jóvenes eran los que lideraban las redes vecinales de voluntarios, llevaban las compras a los ancianos... eso ha cambiado. Estamos en fatiga pandémica, y la tendencia es culpabilizar, encontrar responsables de por qué esta situación no se acaba, y se ha puesto el foco en el comportamiento de los jóvenes. Yo puedo hacer una fiesta en casa, pero es privado, los jóvenes lo hacen en una plaza y el control social es evidente.

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¿La pérdida de confianza se da en ambos sentidos? 

La desconfianza es bidireccional. Los jóvenes ven que las generaciones adultas no han sido responsables, y que ellos están sufriendo y sufrirán consecuencias de una no responsabilidad. Y aquí el tema estrella es el cambio climático. Y desde una mirada adultocéntrica, los mayores dicen «ya se te pasará», es una forma de menosprecio, eso ocurre en el ámbito educativo, laboral, político y social.

Podemos pensar que es cíclico. En mayo del 68 ya hubo protestas. 

La diferencia es que en mayo del 68 se movilizó determinada juventud, de clase alta. En 2005 hubo las revueltas de las banlieues de París, y en 2011 en Londres, de jóvenes de barrios marginales. Ahora ese malestar se ha extendido a una juventud de clase media. Ya no es que la sociedad no dé cabida a determinado perfil de jóvenes, es que gran parte del colectivo de jóvenes se siente excluido de muchos ámbitos de la vida social. Eso es un problema. Cuando los jóvenes verbalizan que no ven un futuro esperanzador, nos ha de poner en alerta.

¿Qué hacer entonces? 

Lo primero, dejar de menospreciarlos. La participación quiere decir transformar. Ahora se está utilizando la participación simple: «Os dejamos elegir el color de las paredes». Vale. Hemos de asumir que hemos de perder determinados privilegios, toca cambiarlos o redistribuirlos. Hay que invitarlos a participar, que generen un impacto en las políticas. E igual que las mujeres, los jóvenes también tienen que estar en cargos de cierto poder. La perspectiva de los jóvenes debe estar más presente. Y hemos de retomar la idea de complementar, el carpintero no le decía al aprendiz «aparta, que no sabes». Hay que acompañarlos, no apartarlos ni infantilizarlos. 

¿Y cómo solucionar los problemas del mercado laboral?  

Habría que recordarle al mercado que tiene una responsabilidad social. La economía, como decía Arcadi Oliveras, está al servicio de la vida social. Y las funciones públicas deberían ser más fuertes, los convenios y las legislaciones que se marcan, ser más fuertes. Falta un punto de vista más intervencionista del Estado. Este camino lleva a la agudización de las desigualdades sociales, ya no solo de clase sino generacionales. Se ha de regular desde la política.

"Habría que recordarle al mercado que tiene una responsabilidad social"

¿El retraso en la edad jubilación podría dificultar el acceso de los jóvenes a un empleo?

Yo creo que se crearán empleos que mucha gente de determinada edad tendrán dificultades para llevar a cabo, no tendrán el nivel de competencias digitales ni de comunicación que requiera. Los jóvenes tienen unas capacidades muy grandes.

Algunos están sobrecualificados para el trabajo que tienen. 

Siempre decimos que el sistema educativo se ha de amoldar al mercado de trabajo. Eso ya lo hemos hecho muchas veces. Ahora el mercado laboral se ha de amoldar al sistema educativo. Si nos dedicamos al turismo, haz un turismo en el que esta gran parte de formación cualificada que tenemos se pueda incorporar. La única manera de prestigiar las cosas es a través del sueldo y las condiciones laborales.

¿Y si la situación se cronifica?

Esto no se solucionará si no se toman medidas. Se solucionará porque habrá una presión social. Si se cronifica, habrá mucha rabia y frustración concentrada. Lo que me preocupa es que estas circunstancias agudizarán las desigualdades entre jóvenes por origen familiar. Se emancipará el que reciba la casa de la abuela.

Acabará siendo una diferencia de clase. 

Exacto. Y mucho más fuerte de lo que es ahora. Eso es rompedor con la dinámica que hemos tenido hasta ahora, de ciudad equitativa. La mejor herramienta para tener contenida esta desigualdad es la política pública.

Las pensiones pueden aflorar cierto conflicto generacional. 

Si los jóvenes tuvieran trabajo no precario, garantizarían las pensiones. Los mayores deberíamos con nuestros votos y nuestra voz decir estas reglas del juego no nos ayudan, ni al mayor ni al joven. Es la solidaridad generacional. 

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O sea, deberíamos ver la lucha de los jóvenes como la de todos. 

Correcto. Por la responsabilidad social, y es donde hay que reforzar el vínculo generacional. Muchas reclamaciones de los jóvenes deberíamos adoptarlas los adultos y al revés, muchas de las reclamaciones de los mayores también les tocarán, no son solo cosas de viejos.